lunes, 15 de enero de 2018

DE MAX SCHELER A ORTEGA Y GASSET. LA DEBILIDAD FEMENINA COMO RESENTIMIENTO Y RANGO VITAL INFERIOR

Para la sección, Microensayos, del blog Ancile, traemos una nueva entrada sobre el fenómeno de la misoginia del filósofo Tomás Moreno, bajo el título: De Max Scheler a Ortega y Gasset. La debilidad femenina como resentimiento y rango vital inferior.






DE MAX SCHELER A  ORTEGA Y GASSET. 

LA DEBILIDAD FEMENINA COMO RESENTIMIENTO 

Y RANGO VITAL INFERIOR


De Max Scheler a Ortega y Gasset. La debilidad femenina como resentimiento y rango vital inferior. Tomás Moreno


Reflexiones y argumentos como los expuestos hasta ahora llegarán al siglo XX y encontrarán eco, en cierta manera, en filósofos tan importantes como Max Scheler, Georg Simmel e incluso Ortega y Gasset (1883-1955). Fijémonos, por ejemplo, en el autor de El resentimiento en la moral[1]. En dicha obra, Max Scheler analiza tres de las deficiencias morales que aquejan a la mujer en cuanto tal  que, en su opinión, se vinculan con su “debilidad”: la venganza, el resentimiento y la gazmoñería. En primer lugar la mujer es vengativa: al ser más débil que el hombre es más vengativa. Por encontrarse además en situación de competencia o conflicto “de continuo con sus compañeras de sexo por obtener el favor del hombre”[2], su  habitual inclinación al chisme detractor sería a un mismo tiempo expresión  y terapia de semejante situación. De los agravios infligidos al sentimiento del propio valor por la repulsa erótico-sexual de la otra parte (la masculina), nacen sus impulsos de venganza, que son objeto de represión en medida mucho mayor que otros de índole diferente.
De Max Scheler a Ortega y Gasset. La debilidad femenina como resentimiento y rango vital inferior. Tomás Moreno            En segundo lugar, la mujer  es resentida, porque desde su debilidad se siente potencial víctima de la lucha contra las otras mujeres por la protección masculina. El peligro del resentimiento[3]en la mujer, apunta Scheler, viene acrecentado especialmente por la circunstancia de que la naturaleza y las costumbres le atribuyen, justamente en el terreno del amor al hombre –“su máximo interés vital”- elpapel reactivo y pasivo de conquistada. Finalmente, la mujer es gazmoña. Scheler se refiere concretamente a la solterona, cuyos impulsos sexuales de reproducción y de ternura han sido reprimidos, por lo que está raras veces libre del veneno del resentimiento. Lo que llamamos gazmoñería –en oposición al genuino pudor-, no es, en realidad, sino una forma particular del resentimiento sexual. La continua inquisición de sucesos con sentido sexual, para hacer recaer sobre ellos juicios negativos de valor, esa caza de lo pecaminoso que se convierte en obsesión de muchas solteronas, no es sino una última forma de satisfacción sexual, que se ha transmutado en satisfacción del resentimiento. Pese a esta conceptualización negativa de la mujer, encarnación de lo débil “oscuro, pasional e instintivo”, secularmente sometida a la dominación androcéntrica y patriarcal del más fuerte –el varón-, un filósofo tan profundo y “personalista” como Max Scheler, no podía quedarse anclado en semejante negatividad antifemenina. En un sugestivo y profundo estudio sobre el pensamiento “feminista” del filósofo de los valores, Marta Albert Márquez[4] ha puesto de manifiesto cómo para Max Scheler  -como ya anunciara el filósofo germano en una famosa conferencia pronunciada en 1927 en la Escuela Superior Alemana de Política[5]- el movimiento feminista ofrecía la posibilidad de alcanzar un tiempo o etapa de “nivelación” entre el hombre y la mujer, de igualación y complementariedad entre los sexos. Se trataba, pues, un movimiento necesario  en tanto tendencialmente conducente u  orientado a inaugurar una Nueva Etapa de la historia universal, en la que el ideal antropológico habrá dejado de medirse por valores exclusivamente masculinos (unilateralmente espirituales o intelectivos). La emergencia y revalorización de los valores típicamente femeninos (vitales, pero no unilateralmente vitales) lograrán un armónico equilibrio y complementariedad entre los principios de la mujer y los del hombre, cuya fusión resultará imprescindible para la formación de un nuevo ideal antropológico de la Humanidad: el Hombre Total[6].
            Por lo que se refiere a nuestro primer filósofo, José Ortega y Gasset, también la debilidad congénita o natural asignada a las mujeres constituirá un rasgo específico de su ser femenino. Es más,
De Max Scheler a Ortega y Gasset. La debilidad femenina como resentimiento y rango vital inferior. Tomás Moreno
considera incluso que la debilidad de la mujer delata su rango vital inferior. Y, cosa muy singular, el filósofo madrileño se admira de ello, pues resulta que “no existe ningún otro ser que [como la mujer] posea esta doble condición: ser humano y serlo menos que el varón”[7]:

En este carácter patente de debilidad se funda su inferior rango vital. Pero, como no podía menos de ser, esta inferioridad es fuente y origen del valor peculiar que la mujer posee referida al hombre. Porque, gracias a ella, la mujer nos hace felices y es feliz ella misma; es feliz sintiéndose débil. En efecto, sólo un ser inferior al varón puede afirmar radicalmente el ser básico de éste, no sus talentos, ni sus triunfos, ni sus logros, sino la condición elemental de su persona[8].

            Esa debilidad esencial de la mujer es asociada habitualmente por Ortega a la blandura, cualidad femenina “distante del autodominio disciplinado del varón señero”. En la obra de Ortega, como ha señalado Manuel Burón González, “la mujer ofrece la imagen concreta y cercana de la naturaleza sometida, y por sus propias peculiaridades, anuda en su seno la dualidad ambigua del espíritu dominador respecto a la naturaleza”[9]. Según Ortega la entrada en la civilización para ella se produjo a través del sometimiento –esto es mediante un “acto de violencia”- bien en forma de rapto ejecutado por los jóvenes de la horda primigenia o como una presa, como un trofeo conquistado mediante la faena venatoria del hombre cazador:

La caza sin dejar de ser caza, se convierte en la forma germinal del amor. Y, por lo pronto, nace la institución matrimonial en su forma primigenia. El rapto, que va a quedar como símbolo perenne del amor; porque amor, si lo es de verdad, es para la mujer sentirse arrebatada, raptada[10].
               
            Para nuestro filósofo, la imagen de la mujer como “naturaleza domesticada” - pasiva, débil, sometida, indiferenciada, desindividualizada, marginada de la historia-  y objeto de la opresión civilizadora, que representa la actividad viril, dominadora y depredadora del hombre, es más real y verdadera que cualquier otra visión de la mujer concebida como lo que verdaderamente es: un ser humano libre, dotado de igual dignidad, individualidad y personalidad que cualquier otro congénere, y reconocido como sujeto de derechos y deberes iguales a los que históricamente ha disfrutado y disfruta el hombre varón.

TOMÁS MORENO.



[1] Max Scheler, El resentimiento en la moral, ed. y tr. de J.M. Vegas, ed. Caparrós, 1992.
[2] Ibíd., p.42
[3] Para Max Scheler el resentimiento es uno de los factores más poderosos de deformación en la construcción de la moral y en la estimativa de los valores, una auténtica “intoxicación psíquica”.
[4] Marta Albert Márquez, “La mujer en la ‘etapa de la nivelación’. El feminismo en el pensamiento de Max Scheler”. Comunicación presentada en las XVIII Jornadas de la Sociedad Española de Filosofía Jurídica y Política, El feminismo en la filosofía jurídica y política contemporánea, Granada, 5 y 6 de abril de 2001, pp. 181-203. Para el tema del amor y la sexualidad en Max Scheler véase Leonardo Rodríguez Duplé, “El amor y el instinto sexual en la antropología de Max Scheler”, Anales del Seminario de Historia de la Filosofía, Vol. 30 Núm 1 (2013), pp.  169-190.
[5] Conferencia titulada “El hombre en la etapa de la nivelación”, en Metafísica de la libertad (traducción de Curt Hacker). Una versión resumida de la misma en El porvenir del hombre, Madrid, Espasa-Calpe, 1942.
[6] Ibid., p. 202.
[7] J. Ortega y Gasset, El hombre y la genteEl Arquero, Revista de Occidente, Madrid,  1970, p. 179
[8] Ibid., p. 184.
[9] Manuel Burón González, La Historia y la naturaleza. Ensayo sobre Ortega, Akal, Madrid, 1992, p. 232 y ss.
[10] José Ortega y Gasset, Sobre la caza, los toros y el toreo, Alianza Editorial, 1986,  p. 114. La cursiva es nuestra. Ortega conecta significativamente dos imágenes o metáforas para situar a la mujer en la historia y en su relación con el varón, la imagen de  la mujer objeto de rapto y rapiña  y  la imagen de la corza como pieza de caza, que desarrolla en sendos ensayos. “El origen del Estado” y  “Meditación de la criolla”. “Ambas –dice Burón González- nos presentan a la mujer como objeto de la actividad predatoria del hombre respecto a la naturaleza” (La Historia y la naturaleza, op. cit., p. 232).




De Max Scheler a Ortega y Gasset. La debilidad femenina como resentimiento y rango vital inferior. Tomás Moreno

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