martes, 18 de junio de 2013

ECOLOGÍA Y NAZISMO: DEL ANIMALISMO EXTREMO AL GENOCIDIO NAZI

Interesantes reflexiones sobre la paradójica visión ecologista de grupos totalitarios, por parte del profesor y catedrático Tomás Moreno, para la sección Microensayos del blog Ancile. No dejará indiferente la puesta en escena de una temática tan controvertida como la que ofrecemos y que seguro nos hará pensar con más detenimiento sobre una cuestión que no deja de ser gran actualidad.


Ecologismo y nazismo: del animalismo extremo al genocidio nazi, Tomás Moreno, Ancile





 DEL ANIMALISMO EXTREMO AL GENOCIDO NAZI




Ecologismo y nazismo: del animalismo extremo al genocidio nazi, Tomás Moreno



En la historia de la humanidad no ha habido episodios de crueldad tan incomprensibles como los llevados a cabo bajo la égida del nazismo. Conviene reflexionar sobre un caso de extrema insensibilidad, como fue el de la concepción nazi del ecologismo animalista verdaderamente patológico, además de sentimentaloide y sensiblero[1]. Consistió, todos lo sabemos, en una extrema humanización del animal pareja a una degradante animalización del hombre y ocurrió  no hace más de setenta y cinco años, en la sociedad europea tenida por más avanzada tecnológicamente y más civilizada culturalmente de su época.
            De esa extrema y ominosa experiencia animalista nazi, podemos -debemos- sacar algunas enseñanzas para no repetirlas nuevamente, para que nunca más se repitan. “Sin duda, la predilección nazi por el vegetarianismo -escribe Rosa Sala Rose-  está estrechamente relacionada con una de las características que más perplejidad han suscitado especialmente a partir de 1945, cuando los horrores de los campos de concentración se dieron a conocer en toda su magnitud: el amor de los nazis por los animales"[2].
            Todos sabemos la auténtica obsesión que Hitler sentía  por la protección de los animales, por el culto a la naturaleza y el vegetarianismo (heredados tal vez de su admirado Richard Wagner, del que  recogerá sus argumentos sobre las bondades del cuidado de los animales y del vegetarianismo)[3]. Es bien conocido asimismo el desmesurado afecto que sentía Hitler por su perro Blondi, así como el enojo que le causaba el notorio entusiasmo por la caza de Hermann Göring, aunque también éste afirmara amar a los animales, convencido de que disfrutaban siendo cazados. La devoción nazi por los animales no fue ajena a
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Rosa Sala Rose
su explotación propagandística: en las películas del Tercer Reich, un soldado alemán nunca deja a su suerte a un perro abandonado.
            También Heinrich Himmler se sorprendía de que su masajista Felix Kersten encontrara placer en disparar en los bosques a pobres criaturas indefensas, y le recordaba que todos los pueblos indogermánicos comparten el respeto por los animales y expresaba su admiración por algunos monjes budistas, que hacen sonar una campanita a su paso para ahuyentar a todos los animales a los que su presencia pudiera dañar[4].
            La ley de 1939 sobre la protección de los animales en Alemania, establecía que “en el nuevo Reich no habrá el mínimo lugar para la crueldad hacia los animales". Por tanto, resulta tanto más paradójico, contradictorio y sorprendente, comenta Rosa Sala Rose, que los altos mandatarios nazis, amantes de los animales, pudieran ser tan crueles con seres humanos a los que consideraban racialmente inferiores. Y es que, los judíos no eran ni siquiera animales para los nazis. Habían sido expulsados, sacados de la humanidad.
            En efecto, en los campos de exterminio se despojaba de su apariencia humana a los internados, haciéndoles aparecer como subhumanos,  lo que confirmaba su creencia o prejuicio. Cuando alguien preguntó a Rudolf Höss qué significaba el término Untermensch, contestó: “Mira, lo puedes ver por ti mismo. No son como tú o como yo. Son diferentes. Tienen otro aspecto. No se comportan como seres humanos". Primo Levi nos recordará en "Los hundidos y los salvados"[5] cómo “había que mostrar que los judíos, la subraza, los subhombres, se avenían a toda y a cualquier humillación, incluso la de autodestruirse. El mensaje era: No sólo podemos destruir vuestro cuerpo, sino también vuestra alma”.
            Al negarles a las víctimas toda condición moral se convencían a sí mismos de que no había en ellos ninguna dignidad humana que respetar. La eliminación de esta barrera contribuía a hacer posibles las matanzas. La crueldad extrema era el ardid para que les fuera posible hacer lo que hicieron.
            Tanto los historiadores como los supervivientes de los campos de concentración han descrito deshumanización. En 1945, Himmler afirmaba con orgullo que “los alemanes somos el único pueblo que
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Primo Levi
adopta una actitud decente con sus animales”, y añadió que “también adoptaremos una actitud decente con respecto a 'estos animales humanos' (en referencia a las mujeres checas y rusas), pero sería un crimen contra nuestra sangre pretender ahorrar la suya o proporcionarles ideales de ninguna clase”.
            La misma expresión “animal humano”, nos ofrece ya un indicio del perverso desplazamiento de la cadena jerárquica del ser que se produjo en la cosmovisión nazi. La humanidad de las razas inferiores resultaba cuando menos incierta y muchas veces era directamente puesta en entredicho hasta ser explícitamente aniquilada y animalizada. Pero dicha exclusión no hacía, sin embargo, que se beneficiasen del nuevo estatus de animalidad: estában por debajo de él, eran menos que los perros para las SS. Así, por ejemplo, el Oberscharführer de las SS Kurt Franz, destinado al campo de concentración de Treblinka, solía divertirse azuzando a su perro a atacar a los internos con la estremecedora orden -en la que se invertía la condición específica de uno y otros- de: “¡Humano, atrapa a ese perro!”
            Y a esta determinación biológica racista, pronto sucederá un enfoque bacteriológico. El judío, no sólo era un infrahombre o un simple animal, sino que se convertía en un virus, una bacteria, un bacilo. Un discurso de Himmler de 1943, en el que distingue a los rusos (semejantes a los animales) de los judíos (bacilos que hay que eliminar a cualquier precio), ilustra cómo se recurre a esa nueva referencia. El riesgo de contaminación exige medidas apropiadas y masivas, y ¿hay algo más eficaz que el fuego para garantizar la desinfección? “Mientras eliminamos a un bacilo, no queremos ser contaminados, caer enfermos y morir también”, dice Himmler.
            S. Friedländer, que cita este pasaje del discurso de Himmler, dice a este respecto que “el elemento microbiano en el mito nazi del judío fue el factor desencadenante de esa irreductible necesidad, primero de excluir a su persona física, luego de exterminarle”[6]. Otras veces, incluso eran excluidos de la animalidad misma para ser explícitamente "cosificados". Acaso no haya testimonio a este respecto más espeluznante y acusatorio que "Shoah", el documental estremecedor de C. Lanzmann, en el que un testigo internado en los Lager llega a decir: “El que pronunciaba la palabra muerto o víctima, era golpeado [...]. Los alemanes nos obligaban a decir, en relación con los cuerpos [de las víctimas], que se trataba de Figuren, es decir de marionetas, muñecas, o de Schmattes, es decir, andrajos”.
            La archirrepetida comparación de los judíos con sanguijuelas, ratas u otros animales parasitarios a los que era preciso exterminar por el bien común -recuerda Rosa Sala Rose- favorecía la ubicación de las razas supuestamente inferiores en la categoría más baja no ya de la escala humana, sino de la animal, hasta [7].
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Hans Magnus Enzenberger
llegar -como acabamos de ver- a su simple cosificación. "Desde ese punto de vista, y aun con todo su horror, el respeto por los animales y las atrocidades contra ciertos seres humanos resultaban ideológicamente conciliables"
            Experiencias más recientes -recordemos solamente las llevadas a cabo en Camboya, en Ruanda, en Bosnia, etc.,  a finales del siglo XX- ponen de manifiesto que lamentablemente, el importante trabajo de memoria sobre la Shoah, destinado a prevenir la vuelta de tales horrores, no ha servido desgraciadamente más que para una cosa: para que los términos de "purificación étnica", "genocidio", "eutanasia" o "eugenesia terapéutica" y otros con ellos relacionados, jamás sean empleados por los que la practican o alientan, y para que éstos usen eufemismos al referirse a tales prácticas o se defiendan con toda su agresividad y mala conciencia de semejante acusación[8].
            Cuando se habla frívolamente del respeto debido a los fetos animales y, sin embargo, se anatematiza la defensa de los fetos humanos en el seno de sus madres -desposeyéndoles de cualquier tipo de derechos, como si se tratara de "algo sin valor" o de un mero material biológico desechable- estamos asistiendo a una tremenda degradación y perversión de la conciencia moral humana, carente de cualquier tipo de justificación racional y moral al efecto.
            Entonces, es momento adecuado de acudir a la historia de nuestro aciago siglo XX, en el que la barbarie moral de una ideología política, el nazismo, utilizó sin ningún tipo de reserva moral este tipo de argumentos y justificaciones animalistas en contraste con la despiadada e inhumana crueldad con la que actuaron en relación con otros seres vivos, esta vez humanos -judíos, eslavos, gitanos, homosexuales, comunistas y otros enemigos políticos, etc.- considerados como infrahombres, como infra-animales, como "cosas" carentes de cualquier tipo de derechos y de respetabilidad moral.
            La lectura de un famoso ensayo del gran escritor y poeta germano Hans Magnus Enzenberger[9], en el que se contraponen órdenes y decretos nazis sobre la "protección de los animales" y decretos y órdenes nazis sobre la "aniquilación de seres humanos", tal vez podría hacernos meditar y reflexionar sobre el peligro  que supone, no ya el contraponer derechos de los animales versus derechos humanos, sino el excederse en la sentimental conmiseración hacia animales y peces, anteponiendo el respeto debido hacia esos especímenes (que, por supuesto, debemos mantener e incrementar) al de los propios seres humanos, en flagrante detrimento de la consideración debida a los derechos de las personas -de cualquier clase o condición- a ser tratados de acuerdo con la dignidad inmarcesible e inalienable a la que son merecedoras.
            Transcribamos alguna de ellas. Seguro que nos harán pensar, reflexionar  y nos ayudarán a tomar conciencia de que en realidad todas esas abominables prácticas han sido dictadas por ideologías antiigualitarias e inhumanas, inspiradas en el viejo darwinismo social, en el racismo más inclemente y en el malthusianismo más retrógrado e insolidario y que, por supuesto, nada tienen que ver con el verdadero progreso moral solidario, humanitario y fraternal de la humanidad:
Decreto sobre el sacrificio y tenencia de peces vivos y demás animales de sangre fría, del 14 de enero de 1936:
“Apartado 2 (1). A cangrejos, bogavantes y demás crustáceos, cuya carne ha destinado el hombre para prohibido colocar los animales en agua fría o sólo templada y ponerlos a hervir después”.
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su consumo, se les dará muerte a lo posible por separado arrojándolos al agua en plena ebullición. Queda
Telegrama número 234.404 cursado en Berlín el 9 de noviembre de 1938 a todos los puestos y comisarías de Policía:
“1. En breve plazo tendrán lugar en Alemania operaciones de limpieza contra los judíos, en especial contra sus sinagogas. No debe ponérsele obstáculos […].
3. Se hacen preparativos para la captura de unos 20.000 a 30.000 judíos en el Reich. Ante todo hay que elegir los judíos acaudalados. Se promulgarán más disposiciones en el curso de esta misma noche […]. Gestapo II. Firmado: Müller.” [10]
b) Decreto para la protección de plantas silvestres y animales que no son de caza, del 18 de marzo de 1936:
“Apartado 16 (1). Se autoriza a los propietarios de terrenos, a los usufructuarios o a sus mandatarios el apresar, sanos y salvos, y tomar en custodia a gatos ajenos e incontrolados que durante el período del 15 de marzo al 15 de agosto, y mientras la nieve cubra el suelo, sean hallados en jardines, huertos, cementerios, parques o lugares públicos similares. Los gatos tomados en custodia se han de tratar con todo cuidado […].”
Telegrama número 663-43 del 25 de mayo de 1943 cursado en Varsovia al jefe superior de policía y de las SS en el Este.
“Al inciso 1. Del total de 56.065 judíos capturados, unos 7.000 se quitaron voluntariamente la vida en el curso de la gran redada efectuada en el ex distrito judío. Durante el transporte hacia T. II, fueron exterminados 6.929 judíos, con lo cual la cifra asciende en total a 13.929. Hay que descontar aproximadamente 5 ó 6.000 judíos de la cifra 56.065, los cuales perecieron en voladuras e incendios […]. El jefe de Policía y de las SS en el distrito de Varsovia. Firmado: Stroop.” [11]
c) Discurso de Heinrich Himmler en Posen el 4 de octubre de 1943 a los SS-Gruppenführer.
“La mayoría de vosotros sabéis lo que significa que haya 100 cadáveres tendidos en el suelo, o 300, o 1.000. Haber soportado esto –prescindiendo de excepciones de debilidad humana- y, además, haber guardado la compostura, he aquí lo que nos ha endurecido. Ésta es la página gloriosa de nuestra historia escrita y que nunca se escribirá”[12].
Decreto para la protección de plantas silvestres y animales que no sean de caza del 18 de marzo de 1936.
“Apartado 23 (1). Con objeto de proteger a los restantes animales en libertad no cazables, se prohíbe: 1. el capturarlos o exterminarlos en masa sin un motivo razonable y justo.”


                                                                                                           Tomás Moreno





[1] Quiero hacer constar que de ninguna manera pueden establecerse analogías, paralelismos ni semejanzas entre este "animalismo criminal nazi" y cualesquiera de los, por lo general, muy encomiables movimientos "animalistas" y "ecologistas" existentes en la actualidad. Nada tienen que ver entre sí. El "caso" que tratamos es evidentemente una patología, una perversión de ideas y movimientos sumamente respetables y, en la mayoría de los casos, benéficos.
[2] Rosa Sala Rose, "Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo", Acantilado, Barcelona, 2003, pp. 397-398.
[3] A Wagner le conmocionaba que se sacrificase a un pollo. Y Liszt describe en 1853 al músico “acariciando a su perro Pepi” y “escupiendo a los judíos”.
[4] Felix Kersten, Totenkopf und Trae, pp. 144 y sig. Citado por Hans Magnus Enzenberger, "Política y Delito", Seix Barral, Barcelona, 1968, pp. 19-20. "No comprendo -escribía Himmler- cómo usted puede hallar placer, Herr Kersten, en disparar a mansalva contra los pobres animales que tan inocentes, indefensos y desprevenidos pacen en las lindes del bosque. Eso, bien mirado, es un puro asesinato… La naturaleza es hermosísima, y al fin y al cabo todo animal tiene derecho a vivir. Precisamente este punto de vista es lo que me maravilla en nuestros antepasados… Este respeto al animal lo hallará usted en todos los pueblos indogermánicos. Me interesó extraordinariamente el enterarme el otro día de que aún hoy los monjes budistas, cuando atraviesan el bosque de noche, llevan consigo una campanilla, para hacer que se aparten los animales del bosque que podrían aplastar con el pie, a fin de no causarles ningún daño. Pero entre nosotros no hay serpiente que no matemos a patadas, ni gusano que no pisoteemos" (Ibíd).
[5] Primo Levi, "Los hundidos y los salvados", Muchnik editores, Barcelona, 2001.
[6] S. Friedländer, "Les Collectións de l’Histoire", octubre de 1998, p. 15.
[7] Rosa Sala Rose, "Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo", op. cit, p. 397-398.
[8] Cfr. Armelle Le Bras-Chopard, "El zoo de los filósofos", Taurus, Barcelona, 2003, p. 295 y 296.
[9]  Hans Magnus Enzenberger "Política y Delito", op. cit., pp. 18-20.
[10] Gerard Schoenberner,"Der gelbe Stern. Die Judenverfolgung in Europa, 1933 bis 1945", Hamburg, 1960, p. 12. Citado en Hans Magnus Enzenberger, "Política y Delito", op. cit, p. 18.
[11] "Es gelbe keinen judischen Wohnbezirk in Warschau mehrl" (Edición facsimil del informe de Stroop) Neuwied, 1960. Citado en Hans Magnus Enzenberger, op. cit., p. 19. Los entrecomillados son nuestros.
[12] Tribunal militar internacional, "Der Prozess gegen die Hauptfriegverbrecher", Nürenberg 1947 y sig. Tomo XXIX, p. 145. 




Ecologismo y nazismo: del animalismo extremo al genocidio nazi, Tomás Moreno, Ancile

1 comentario:

  1. Gracias por tan excelente microensayo. Impresionante.

    Un cordial saludo.
    Jeniffer

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