domingo, 15 de abril de 2012

DISTINTA NOCHE, DE ELENA MARTÍN VIVALDI: OTRA INICIATIVA DEL PROYECTO EXTRAMUROS

Ofrecemos esta entrada para mostrar otra de las realidades llevadas a cabo por lo que fue en su momento el proyecto Extramuros, nos referimos a la iniciativa editorial que surgió alrededor de la Revista Literaria Extramuros. Uno de los títulos fue precisamente Distinta noche, poemario que fue compilado con la obra dispersa (y algún inédito) de la poeta Elena Martín Vivaldi. Edición que estuvo al cuidado del que fuera uno de los fundadores de Extramuros, José Espada (y, con toda modestia, por mi mismo). Hemos querido traer aquí, la nota editorial precisamente del que fue director y fundador de la revista, José Espada, para la ocasión. También rescatamos alguno de los poemas de tan querida publicación para nosotros. Queremos pues, dejar constancia del esfuerzo de Extramuros y de sus extraordinarios productos literarios y artísticos de los que seguiremos dando cuenta en próximas publicaciones, sin descartar el trabajo que todavía sigue haciéndose de la mano de otro de los fundadores, Rafael Rodríguez Almodóvar, que sigue encabezando con tan buen criterio esta sensacional iniciativa.



Distinta noche, de Elena Martín Vivaldi



DISTINTA NOCHE



NOTA DEL EDITOR



La publicación de este libro quisiera ser un modesto homenaje póstumo a una de las poetas españolas de más alta calidad de este siglo que termina: Elena Martín Vivaldi.
Siento cierto resquemor acumulado por retrasos de salida de esta obra, débito ineludible al compromiso de amistad y a la profunda devoción que siempre he tenido a Elena, referida muy especialmente a los últimos diez años, a raíz de una entrevista que le hice para incluirla en mi libro «Poetas del Sur», en el año 1987.
Desde entonces han sido muchísimas las tardes compartidas, con improvisadas tertulias literarias. Por supuesto, fui confidente de sus enojos ante el agravio de la marginalidad que tanto le afectaba: los silencios, las omisiones, las ausencias inexplicables, etc; es decir, ante el problema que se crea siempre cuando uno se ha quedado a la orilla del tiempo. Elena había nacido en 1907.
Hoy la sigo viendo en la pantalla más recóndita de mi mente como un primer plano f~o de vivo recuerdo que no palidece. Elena Martín Vivaldi estilizó su muerte con la misma cadencia que, palabra tras palabra, alisaba sus versos. Murió en soledad acompañada. Nunca le faltó alguien a su lado, pero en sus días finales su reino ya no era de este mundo. Se extinguió en la más completa soledad interior, como ella había deseado, recogida pudorosamente en un silencio sellado, en la madrugada del día 9 de marzo de 1998. Un mes antes había cumplido noventa y un años.
La última tarde, cuando ya se veía llegar el final, la estuve acompañando. Ante su tremendo enmudecimiento sin fractura, hice un patético intento de comunicarme con ella. Le hablé con obstinación. Traté inútilmente de animada, dándome ánimos a mí mismo. Nada estremecía ni un músculo de su cara; nada hacía mover sus labios. Pero ante el muro de espeso silencio que nos separaba, yo insistía para saber, al menos, si había oído lo que le estaba diciendo. Puse mi mano en la suya y le pedí que la apretara si me había comprendido. Pasaron unos segundos, una eternidad de tiempo muerto. Por fin, sentí una leve presión; y fue así, en precario, como nos dijimos un adiós, que iba a ser el último.
Este libro en que hoy pongo mi firma como editor, cierra el proyecto que con ella planeé para publicar sus poemas dispersos no incluidos en sus libros, añadiéndole los inéditos que pudieran recuperarse. Muchos de los textos recogidos aquí, han sido publicados en revistas, folletos de homenajes o felicitaciones navideñas. Otros, están dedicados a poetas, como Soto de Rojas, García Lorca, Machado, Carlos Villarreal, y otros pertenecientes al archivo personal del propio Antonio Carvajal. Varios, están destinados a sus familiares más allegados. Es posible que, con mucho tiempo por delante, hubiéramos encontrado algunos originales más. Pero esto no importa demasiado en aras de lo esencial a nuestros fines.
Cuando llega el primer aniversario de su muerte cumplo, pues, lo que prometí a Elena. Y para que el proyecto contara con el respaldo poético necesario, pedí la colaboración experta de un poeta amigo suyo entrañable, como Antonio Carvajal, Y también de Francisco Acuyo, director de la colección literaria Extramuros, más la ayuda de sus familiares y amigos, como garantía al dificil trabajo de recopilación, depuración y anotación de textos. Mi gratitud, por tanto a toda la familia y a los amigos que nos han ayudado. Pero, muy especialmente, a Antonio Carvajal y a Francisco Acuyo, con mi reconocimiento al trabajo realizado, y, por supuesto, a Marite Vivaldi por el empeño y cariño que trascienden sus ilustraciones. Lamento que algunos escritos hayan podido quedar en los arcones del anonimato.
Con inéditos o sin ellos, deseamos mantener vivo el recuerdo de Elena que, sin duda, se agiganta cada día a impulsos de la lozana presencia de su obra. Mientras, crece sin cesar su memoria en quienes la conocimos; y así sigue conquistando el corazón de sus lectores, cada día más numerosos, porque en toda nueva lectura multiplican los descubrimientos de la belleza de su poesía y perciben el agua viva que circula en el entramado lírico, tenso, dramático y amoroso de sus poemas.



                                                                                                                              José Espada





Distinta noche, de Elena Martín Vivaldi


                                                                                                                
CANTO




Por encima de la nieve,
un pajarillo se atreve.
Blanco.
Un pajarillo se mueve,
pardo.

Paseando a la mañana;
blanco.
Un pajarillo, en la nieve,
pardo.

Buscará por los tejados...
¿Qué?
Un pajarillo se atreve.
¡Bien!

Descubrir entre lo blanco...
¿Qué?
Ramas para la esperanza.
¡Bien!

Por encima de la nieve
¿Di?
Un pajarillo se mueve.
Sí.

Blanco, blanco, nieve, blanco.
¿Qué? ¡Bien!
Sí.

Por encima de la nieve,
blanco.
Un pajarillo se atreve.



NEVERMORE


Aguda espina dorada...
A. MACHADO




El camino se acaba, y la mañana
ya no enciende la antigua melodía
con el nacer la aurora tan temprana,
trayendo la noticia fiel de un día.

Ya no habrá de las rosas la fragancia;
senderos en jardines otoñales.
Ni los días azules de la infancia
se inundarán de sol. Tras los cristales

no llamará la lluvia, persistente,
con sus húmedos dedos, en la tarde
triste y gris de un invierno. Ni doliente,

aquella aguda espina, si dorada,
llegará al corazón, de un dios alarde,
hiriéndole: en el pecho -¡amor!- clavada.





LA MÚSICA CALLADA


A Mª Teresa Vivaldi



Se quedó el mundo solo, sin aroma,
solo en su inmensidad,
desposeído, sin dolor. Callado.
Como sonido mudo,
roto arpegio,
apagándose, huyendo, desangrándose. Inerme.
Sin un ritmo, en sigilo de palabras y voces.
Solo.
Sólo quedó el color arco iris, promesa.
Oculta sinfonía.

Azul.
Azul de los silencios imposibles,
nocturno azul. Recuerdos.
Inundación de cielo y mar, entrelazados, vírgenes.
Mañanas transparentes,
altos presagios. Ecos.
Antorchas de la noche:
oscuridad visible.
Nombre y azul.
El aire.
Y el amarillo fue. Armonía total,
rama del entusiasmo,
del llegar a la cima,
de alcanzar la alegría.
Gozo de la nostalgia y el nacer de un otoño.
Amarillo triunfante.

Y el verde.
Llama de amor y síntesis —¡ay azul y amarillo!.
Y se abrían las hojas
de aquel árbol, llegando casi a un cielo perdido.
Recientes primaveras, entre un bosque de brazos
tendidos a una altura.
Verde.
Toda la gracia única de la tierra en tu nombre.

El rojo. Intensidad.
Gritos de plenitud, ascendiendo en su audacia.
Palidecen los ocres, los rosas se deshacen,
los morados se esfuman,
a su fulgor vencidos.
Rojo. Fuego escondido entre cuerpos desnudos,
abrasando los miembros,
alzados hasta un muro:
y, nuevo, el blanco ardía sosteniendo el espacio.

Sin aromas...
Sólo vibra el color.
La música callada.





Elena Martín Vivaldi (de Distinta noche 1999)






1 comentario:

  1. Conmovedor comentario sobre la poeta. Los poemas expuestos son de una delicadeza exquisita, de un aliento poético subyugante. El soneto para catalogar. Muchas gracias, amigo.

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