domingo, 19 de diciembre de 2010

DE LA MÉTRICA CELESTE: EPÍTOME, CONSIDERACIONES Y BREVE HISTORIA DEL VERSO ENDECASÍLABO II

Prosigo hablando sobre del verso endecasílabo haciendo una breve descripción del mismo y de situarlo nuevamente desde diferentes consideraciones históricas para aportar más luz, si fuera posible, sobre las hipótesis que pretende defender en este opúsculo singular que con mucho gusto ofrezco al interesado en tan extravagantes materias y no menos particulares consideraciones al respecto.


De la métrica celeste: epítome, consideraciones y breve historia del verso endecasílabo 2, Francisco Acuyo






 
 
 
DE LA MÉTRICA CELESTE II
 
 




 
No deja de ser curioso o, al menos paradójico, que hoy, ante el notable acopio que puede hacerse de buenos y muy buenos tratados, estudios y manuales, la métrica esté pasando ese purgatorio que, a mi juicio, no justifica en absoluto la crisis de su arte en la práctica, ni de su ciencia en el escaso valor que parece dársele a su disciplina, especialmente por algunos practicantes del verso. Crisis, quizá provocada, por omisión (o ignorancia) por aquellos que «aspirando a ensanchar ilimitadamente las fronteras del ritmo, no han vacilado en romper los viejos esquemas métricos, sin pararse a considerar qué es lo que puede suprimirse por superfluo y qué lo que consiente innovación, como ligado estrechamente con la esencia misma del verso»,(11) que diría Emilio Diez Echarri. Puede que las consecuencias más inmediatas sean en este punto, la pobreza rítmica que señalaba en el verso endecasílabo.

Este descrédito hacia los mecanismos impuestos en el metro, en algunos momentos, ha marcado sus pautas de razonamiento en argumentos totalmente extra-métricos u, otros tales como que: nuestro sistema tradicional de versificación no es el único, recalcan los sistemas cuantificadores, paralelísticos, aliterativos, orientales, los combinados con la aliteración y el paralelismo... de los cuales, puede presumirse, pasarán por ser tan ignorantes como del suyo propio, y todo esto sabrosamente aliñado con la proliferación del verso libre (que estimo no es tan libre como quisieran aquellos que, con tanto entusiasmo, en teoría ensalzan y en la práctica utilizan tan pobremente) en pos de su quehacer literario (diluyendo o creyendo diluir las diferencias entre verso y prosa), las más de las veces intolerable para un oído que no se precie de estar tan sordo como el de cañonero.

Si buscamos las diferencias establecidas entre verso y prosa en Santillana, Nebrija, Herrera, Rengifo, Cascales, Pinciano o Soto de Rojas, por mencionar algunas fuentes clásicas, o, acaso modernas, desde Miguel Agustín Príncipe, Tomás Navarro Tomás, José Domínguez Caparrós, López Estrada, Quilis, Ureña, Antonio Carvajal... puede que encontremos criterios de muy diversa índole, o similares, con matices varios, que más parecen aportar confusión que precisiones aclaratorias. No obstante, diría que, si nos asisten los elementos tradicionales del verso (la sílaba, el pie, la rima, el ritmo, la pausa, la cesura...), encontraremos alguna orientación de carácter descriptivo que pueda servirnos para saber lo que el verso sea. Existe una inclinación por parte de mayoría de estudiosos, por establecer, fundamentalmente, una diferencia: el ritmo. Parece ser que la poesía tiene un ritmo que se distingue plenamente del de la prosa.

Se diría que alimenta esta confusión los criterios del formalismo ruso, los cuales rechazan la cantidad como elemento de distinción; ni el acento, ni el número de sílaba, ni tan siquiera la rima pueden considerarse distintivos, pues estos tienen una «cualidad accidental». Pero podemos afirmar finalmente que «el ritmo es el rasgo dominante y principio organizador del lenguaje poético en verso»,(12) mientras que las diferencias rítmicas de la prosa se caracterizarían por su «ordenación libre, asimétrica e irregular de la cadena fónica. Así pues, lo que distingue el verso de la prosa es que la división rítmica de esta última se funda en razones lógico sintácticas, mientras en el verso el esquema rítmico impone su división».(13) Diríamos que es claro que todas aquellas regularidades que distinguimos como propias del verso, resultan tener un carácter imperativo que acabará imponiéndose a la materia verbal, haciéndola bien distinta de la prosa. En un sentido similar señala Amado Alonso que en la prosa coincide el ritmo y la entonación sintáctica, mientras que en el verso «las figuras melódicas son independientes de las rítmicas».(14) La prosa se manifiesta como la «ordenación libre, asímétrica e irregular de la cadena fónica».(15) Es por esto que nos dice José Domínguez Caparrós que el ritmo de la prosa es y será siempre regresivo, mientras que el del verso es progresivo, esto es que: el ritmo de la prosa se funda en la percepción de una repetición ocasional, asistemática e imprevista».(16)

Esta exposición sobre el debate entre verso y prosa, creo que viene a justa colación respecto de aquella precisión que quise hacer en un principio, esto es, sobre la masiva utilización del verso endecasílabo y, a un tiempo, por la pobreza rítmica del mismo, que considero como endémica y por tanto muy apreciable en el ejercicio poético de las últimas décadas en nuestro idioma.

De la métrica celeste: epítome, consideraciones y breve historia del verso endecasílabo 2, Francisco Acuyo
El endecasílabo se dice que es el verso más utilizado en español. Se define éste como: «verso simple de once sílabas métricas con acento obligatorio en la décima sílaba,(17) siendo así el verso mayor de once sílabas, donde el denominado «yámbico» es considerado el modelo rítmico». Una clasificación del verso endecasílabo puede ser la que sigue:(18) Endecasílabo heroico, melódico, sáfico, dactílico, galaico antiguo, a la francesa y el polirrítmico. Se hace una división, además, como subtipos, clasificando los que se acentúan en sexta y décima como «a maiori», mientras que los que mantienen acento en cuarta, octava y décima sílabas se clasifican como «a minori».(19) o remitiéndonos a las de Navarro Tomás que hace una descripción, enumeración y valoración del endecasílabo que podemos seguir en la nota bibliográfica en sus manuales(20

Sucede, a mi entender, que llevados por una especie de dinámica visual, olvidamos el elemento quizá más genuino y sabroso, si no el más común y excelso en la verdadera poesía, reconocido, por otra parte, hace bastante tiempo por Miguel Agustín Príncipe(21) y deducida por nosotros de su concepción homodínica del verso en particular y de la poesía en general, aspecto perfectamente reconocido también, tanto por Domínguez Caparrós, como por Antonio Carvajal, de cuyas observaciones métricas se deduce y aprecia «el carácter músico del verso... el cual enseña a explotar todos los elementos musicales del lenguaje...» (22) por lo que tendremos que decir que estamos ante métricas fundamentalmente acústicas.

La poesía, como palabra en el tiempo,(23) requiere, frente a la intemporalidad manifiesta de otras artes, una consecución dinámica en su fluir como lenguaje, esto es, de una entonación que irá marcada por los sonidos que portan diversas y ricas connotaciones, pero sin olvidar que toda palabra, y por ende la palabra poética, también denota, y por lo tanto se mantiene inevitablemente unida a los significados de la mismas palabras que la conforman.

Así pues, sería bueno detenerse sobre aquellos elementos que conforman las particularidades del verso, y por tanto, prudente tenerlos en cuenta ahora, aunque sólo sea de pasada y un instante, antes de entrar plenamente en el análisis que nos ocupa. Estos constituyentes singulares serían: El acento, el período rítimico(24), también reconocido como «frase música»,(25) el número a contar de sílabas del verso, el compás métrico(26), la cesura, (a la cual cabe también referirse como silencio) y la cadencia del verso. Deduciremos pues, que «la forma poética es un complejo de complejos»(27) que comparte, como el signo lingüístico, «un concepto y una imagen acústica» (Saussure) que se caracteriza por una «vinculación «motivada» entre el significante y el significado».(28)

En vista de todo lo ya descrito, no me parece del todo inoportuno hacer otro inciso brevísimo para decir que la métrica muy bien no podría ser admisible en base a procedimientos puramente retóricos. Desde luego no se pretende hacer aquí una suerte de «elogio al endecasílabo»,(29) por otra parte por creer verdaderamente insuperable la labor de encomio a este verso, sobre todo una vez visto por parte de Dámaso Alonso la suya, y porque la intención del autor tampoco se desliza hacia un motivo ni siquiera semejante. Por otra parte, estimo que se han hecho precisiones lo suficientemente rigurosas(30) como para desestimar hacer un ejercicio científico comparable sobre el asunto; pero sí que me gustaría, en la medida de mis limitadas posibilidades, hacer algunas observaciones al respecto, y que creo podían también trasladarse a otra tipología de versos, consciente de que no hay, muy probablemente, novedad en estos planteamientos, y tratando siempre de permanecer ecuánime en mis juicios.

De la métrica celeste: epítome, consideraciones y breve historia del verso endecasílabo 2, Francisco Acuyo
La alta estima hacia esta modalidad de verso nos viene de antaño, no podemos olvidar los intentos de españolizar el endecasílabo en el Siglo de Oro español, de esta repatriación ya hablaba Caramuel(31) respecto de Boscán y de Garcilaso, cuestión esta que no voy a entrar a debatir en este instante, al margen de que este metro, en cuanto a su procedencia, no parece haber duda o controversia respecto a su origen toscano. Las excelencias del verso ya habían sido reconocidas por Dante(32) o por el mismo Lope(33). Si el endecasílabo aparece concluso y ya formado en siglo XIII, sorprende que su cultivo en nuestra lengua no sólo se mantenga, sino que puede hablarse de un auge en su uso por ser tan habitual entre nuestros poetas contemporáneos, y sobre todo coetáneos.

La polémica sobre algunos tipos de acentuación (en 5ª y 6ª) sigue vigente desde Caramuel hasta nuestros días, e incluso la problemática del verso agudo y del esdrújulo, y su posibilidad de mezclarlos con la terminación llana de otros posibles, así como de sus presuntas combinaciones estróficas, teniéndose por fin, al soneto, como rey de la métrica. Tal es así, que tanto se ha estimado «en tiempo de Petrarca que en tiempo de Carducci; lo mismo en Garcilaso que en Lugonés, en Ronsard que en Apollinaire, un soneto perfecto señala el clímax, no solo del arte, sino también de la inspiración poética.»(34)

Notas.-

(11)Emilio Diez Echarri:Ver Nota 5 .
(12)Domínguez Caparrós, J.: Métrica española, Editorial Síntesis, Madrid, 1993.
(13) Ibidem.
(14) Alonso, A.: Materia y forma en poesía, Gredos, Madrid, 1965.
(15)Balbín Lucas, R. de: Sistema de rítmica castellana, Gredos, Madrid ,1975.
(16) Domínguez Caparrós, J.: Ver nota 12.
(17) Domínguez Caparrós, J.:: Diccionario de Métrica Española, Alianza Ed., Madrid, 1999.
(18) Navarro Tomás, T.: Métrica Española, Edt. Guadarrama, Madrid, 1974.
(19) José Domínguez Caparrós: Ver nota 16.
(20) T.Navarro Tomás: Ver nota 17.
(21) Príncipe, M. A.: Fábulas en verso castellano...y... Arte Métrica. Madrid 1861-1862 Imprenta de D.M. Ibo Alfaro.
(22) Ibidem.
(23) Carvajal, A.:Ver nota 8.
(24) Navarro Tomás, T.: Ver nota 17.
(25) Príncipe y Carvajal. Ver notas 8, 20, 21 y 22.
(26) Carvajal, A.: Ver notas 8.
(27) Alonso, D.: Poesía Española, Gredos, Madrid, 1950.
(28) Ibidem
(29) Alonso, D.: Elogio del endecasílabo: Obras Completas. Gredos Madrid 1973.
(30) Ver al respecto los estudios de T.Navarro Tomás o de J.Domínguez Caparrós.
(31) Caramuel, J.: Primus calamus ob oculos pones Metricam, Roma, 1653.
(32) Dante A.: Opere, Firenze, 1938.
(36) Herrera, F. de: Obras de Garcilaso de la Vega, con anotaciones, Sevilla, 1580
(33) Lope de Vega:Arte nuevo de hacer comedias, Obras Completas T.2, Aguilar, Madrid, 1969.
(34)Emiliano Diez Echarri:Ver notas 5.





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