viernes, 1 de octubre de 2010

THEODORO ADORNO: EL YO SEMIÓTICO EN POESÍA. DE LO SOCIAL EN LO POÉTICO I

Presentamos, en dos entregas, algunas reflexiones sobre la visión de la lírica en la sociedad, de Theodoro Adorno, y todo ello en relación con el yo semiótico en poesía.






EL «YO» SEMIÓTICO 
EN POESÍA: 
DE LO SOCIAL EN LO POÉTICO




I


Theodoro Adorno: el yo semiótico en poesía. De lo social en lo poético 1, Francisco Acuyo





ACASO ESTE LUGAR MODESTO no sea sitio a propósito con el que indagar la sublime o elevada circunstancia que envuelve la subida razón de la poesía, ni siquiera para rastrear someramente la fatiga que nos fuerza tantas veces a tomar la medida de la torpeza nuestra sobre lo que su ciencia, siempre enigmática e inspiradora, sea, y todo sin que acabe como el sueño, robándonos la propia compañia.

Podrán creerme si les digo que ni en las más abundosas, detenidas y eximias distinciones; diagnosis, análisis, o estudios denodados, podrán aprehender de una manera definitiva lo que bulle y fulge de su vívida y sugestiva luz y que, al fin, se hace única y cálida presencia. Tantas veces las tentativas y esfuerzos interpretativos se nos vuelven deletéreas prolepsis o ensayos engañosos que conculcan toda veracidad sobre su esencia, e incluso sobre lo que entendemos particularmente como conciencia poética.

Aquella autenticidad subjetiva que anunciaba Hegel(1) para la poesía, y que para tantos planteaba una paradoja inabordable, resuelta a veces con más o menos ingenio por algún teórico y, sobre todo, por algún que otro poeta en juegos conceptuales también más o menos afortunados (véase Pessoa: El poeta es un fingidor)(2), nos plantea, además un debate de índole ciertamente psicológico, que no parece, al menos en principio, mostrar atisbos de una resolución clara; nos referimos al yo poético y su relación con los otros yoes presuntos del poeta y de los sujetos que se asomen al mundo insólito abierto también por el mismo poeta, y su relación con el mundo de lo que la verdad sea.

Thedoro Adorno: el yo semiótico en poesía. De lo social en lo poético 1, Francisco Acuyo
En este grave caso no queda otro remedio que plantearnos si la poesía parte para su constitución como tal, de presupuestos imaginativos sobre la realidad, o si bien sus planteamientos se realizan como fantasías a espaldas de lo que la realidad y su presunta interacción con la verdad manifiesta. Esto, acaso no sea una cuestión tan baladí como en principio podía pensarse, pues según una u otra consideración la poesía se realiza en una singular o idiosincrática concepción ontológica(3) que la sitúa en relación directa con lo que es y, por lo tanto, se manifiesta como verdad y, más aún, esta caracterización o, mejor, esta singularización, acaso la distingue del fenómeno puramente literario, cuestión esta, a todas luces extremadamente compleja y que en este momento no vamos siquiera a  soslayar en inevitable prolijidad.


II


EL MUNDO IMAGINADO(4) exige una relación con lo que es y acontece realmente; su conexión con la verdad de los hechos es vital para su distinción del ámbito de la pura fantasía donde los vínculos con lo que es y acontece brillan por su total ausencia, pues en realidad se sustituye con potenciales realidades virtuales que abdican generalmente de mantener relación con la realidad o la verdad de los hechos.

El poeta verdaderamente no tiene pretensiones de separarse de la realidad, por el contrario, pretende actuar sobre ella, recreándola (o incluso creándola) singularmente para conectarla con el impulso vital que hace posible lo que es y acontece. Esto es particularmente importante porque, entre otras razones, distingue lo que es literario de lo poético, no porque el discurso literario sea necesariamente fantástico, sino porque conecta a través de lo imaginado con el carácter ontológico de la poesía como vía singular de aprehensión ética y estética de la realidad.

No obstante, creo que es de interés fundamental tener en cuenta que, desde el momento que el yo poético aparece como imagen instrumental que tiende a construirse como sistema de signos es precisamente cuando se implica y manifiesta como fenómeno abiertamente literario, mas con todas sus peculiarísimas singularidades. La poesía ya se manifiesta como mensaje para el otro, donde refleja inevitablemente sus anhelos y proposiciones. Es, por cierto, esta manifestación literaria de la poesía, vicaria de la totalidad implícita u ontológica a la que es inmanente.

Podemos también deducir que el contenido de un poema no es y no será únicamente la expresión de mociones y experiencias individuales,(5) pues no es concebible como obra de arte sino de lo general a través precisamente de aquello que lo hace específico. Es, por tanto, indudable que aquella generalidad tiene un carácter social: Sólo entiende el poema aquel que percibe en la soledad del mismo la voz de la humanidad.(6)

Cabe reflexionar en este punto sobre el contenido social de la poesía pues no sería de recibo contentarse con el vago sentimiento individualizado, vertido como algo genérico e indeterminado, y así mismo plantearse cuales serían las fronteras en las que la sociedad incide en la poesía, y dónde y cuándo rebasa aquellos límites sociales.

Si realmente no posees lo que no entiendes,(7) respecto a la poesía tendríamos que barajar dos posibilidades para su comprensión: una que tendría que ver con la relación estética de la poesía como obra de arte, mas también con la teoría estética; debemos entender de esta manera que nada que no tenga que ver con el mismo poema, y por tanto con la poesía misma, legitima una decisión sobre lo que, poetizado, viene a representar socialmente. (8)

Thedoro Adorno: el yo semiótico en poesía. De lo social en lo poético 1, Francisco Acuyo
En este extremo parece muy interesante el concepto de ideología(9) de Adorno, y su incidencia en el ámbito de lo estrictamente poético, y la necesaria contradicción con la naturaleza de la poesía, y todo porque las obras de arte auténticas acaso hablan de todo lo que tanta veces oculta la ideología.(10)

Si la idea de poesía se vierte como ejercicio de libertad, exige por tanto que debe aparecer exenta de la coercitividad de la practica dominante, de la utilidad y la autoconservación. Pero a nosotros, con Adorno, nos parece que la palabra virginal expuesta en la expresión poética es, en sí misma, una exigencia social, pues ella en sí implica la más enérgica protesta a la convención que al individuo se le presenta con carácter represivo y en claro contraste además con el espíritu poético que incide violentamente sobre la cosificación y alienación del mundo y de los hombres.

El yo lírico, si bien se plantea como contrapuesto al colectivo, debemos entender que sólo mediante la humanización se podrá devolver a la propia naturaleza el derecho que el dominio humano hubiera de arrebatarle. Por todo lo cual, no nos parece nada disparatado inferir como social precisamente lo más espontáneo de la lírica, y que no tiene por qué deducirse de relaciones preexistentes, sin olvidar que el medio de esa motivación social será el lenguaje, a su vez instrumento capital de la poesía.



III




CUANDO EN SU Ideología lírica(11), Juan Ramón Jiménez, decía aquello de: La civilización trae, sin duda, el convencionalismo (nombre, religión, leyes, hábitos), malo todo para uno solo. Pero ¿qué hacen dos sin civilización?; no viene sino a exponer en términos similares lo anteriormente adelantado respecto al yo poético y su interacción necesaria con lo social.

Pero, he de insistir en la prodigiosa particularidad del fenómeno poético en este aspecto (como en tantos otros), el cual exige romper acaso con los modelos y hábitos de investigación» al uso,(12) si realmente quiere indagar con garantías de algún acierto en las complejas problemáticas suscitadas por su fenómeno singular. Y todo porque el tiempo poético(13) prescinde del culto al pasado, pues se mueve en un instante eterno que, de súbito, permanece en un presente que huye de cualquier principio, de cualquier axioma que actúe o, mejor, que reaccione contra su impulso vital desde luego siempre novedoso y que es siempre presente en la verdadera poesía.

De las interacciones sociales deducibles de la poesía podremos observar que, así mismo, la sociedad no se forma y vive sino en virtud de su intrínseca e ineludible relación con los individuos; y todo ello porque hoy ya no resultan tan claras las diferencias marcadas por el objeto y el sujeto;(14) esto puede colegirse si echamos, aunque sea sólo un instante, un vistazo a los presupuestos con los que se mueve la actual filosofía de la ciencia. (15)

En el mundo unívoco y total de la poesía, el sujeto y el objeto vienen a determinarse precisamente en el proceso paradójico de alteración y reelaboración recíprocos que se establece como peculiar filosema dialéctico, perfectamente aplicable a la dinámica que alienta en la poesía. No debemos extrañarnos cuando Adorno expresaba que la formación lírica es siempre al mismo tiempo expresión subjetiva de un antagonismo social.(16) Pero este antagonista no pervive en la subjetividad, pues se encarna en el todo como el privilegio de los hombres para desarrollarse como sujetos verdaderamente autónomos, señores, dueños de su propia y libre expresión.

También nos parece muy acertada aquella imagen de la corriente subterránea como sustrato de toda la lírica individual que, en cierto modo, había de emparentar con aquella sugestiva corriente infinita de Juan Ramón Jiménez, por la que el lenguaje (poético) hace que el sujeto pueda ser mucho más que mero sujeto para plantear así, desde la palabra poética, a mi juicio, algo más que la idea de una humanidad libre.

En la resonancia minkowskiana(17) veremos el eco de la sonoridad del ser de la que hablaba Bachelard, y que sitúa al poeta en el umbral del ser. Tendríamos, además, que comenzar un serio cuestionamiento de la relación de causalidad en el ámbito del fenómeno poético, donde su imagen, muchas veces por su extraordinaria simplicidad, no necesitaría de una disciplina del saber, pues será dueña de una conciencia inocente, totalmente ingenua, ofreciéndose como origen en el poema del lenguaje mismo. Es, por tanto, aquella potencia primera que inaugura en el alma humana una forma en la que complacerse. Ser y devenir se hacen uno de forma prodigiosa ante los ojos del que contempla a través de la poesía, poniendo en evidencia el lenguaje poético como íntimamente conexo con la realidad y que tantas veces se sitúa (acaso como proceso de sublimación pura(18) más allá de los profundos e inconscientes deseos, y más allá incluso del mismo lenguaje que trasciende el mismo logos, para situarse de forma inequívoca en el origen mismo del ser hablante(19).

Aquella imaginación que adelantábamos en un principio es, y me reitero en esto, un fundamento capital para la comprensión intrínseca de la poesía como producto presuntamente individual, así como para hablar de sus potenciales interacciones con el, aparentemente externo, mundo de lo social y de sus necesarias imbricaciones con lo real, pues así se distingue de la fantasía, precisamente por su estrechísima relación con lo rigurosamente social; pero, además, será aquella fuerza sugestiva o mística en el sentido schlegeniano que habla Poe(20), lo que la hará ser perceptible a aquella corriente infinita o de trasfondo que acompaña a toda verdadera poesía, y que conecta inevitablemente con la virtud prendida en la libertad, si esta se contempla como la naturaleza más profunda y auténticamente social.

Si el pueblo es la naturaleza de la humanidad en poesía, lo será siempre en virtud del corazón aceptado en el ofrecimiento del poeta (anónimo, tradicional o culto), pues será aquél el que depure lo esencial, que es un retirarse a la naturaleza, a lo primigenio, a la intuición eterna, pues va a encontrar y a aprender en el olvido; ejercicio, como decía antes, fundamental tanto en la creación como en la aprehensión de la poesía, pues ambos son actividades afines y creativas del espíritu humano.

Que la poesía escrita sea expresión de lo inefable,(21) en distinción de lo fable que representa groseramente la literatura(22), no me parece en absoluto mala interpretación, de hecho el recurso a la autoridad nunca suficientemente ponderada de Juan Ramón Jiménez, es muy recomendable, pues como él muy pocos han sabido transcribir teóricamente aspectos sustanciales de la poesía. Que el destino ineludible de la auténtica poesía sea ser espiritual, puede ser, y es de hecho una circunstancia, o mejor, una característica añadida para la identificación con la idea tan personal de lo místico de Poe, pero no es esta coincidencia conceptual lo que más interesa, sino lo que se deduce de todo ello, y que, veremos, va emparentado con todo lo dicho al principio de este apresurado e inseguro apunte: la elementalidad y la sencillez que anima o dinamiza la poesía y que la conecta con el lenguaje primordial y la necesidad vital de la comunicación, y por tanto de la interacción social.

                                                                                                                       Francisco Acuyo




Notas.-

(1) Hegel: «Lecciones de estética, De lo bello y sus formas, Espasa Calpe, Austral, Madrid, 1958.
(2) Pessoa, F.: Obras completas, Atica,Lisboa, 1978.
(3) Acuyo, F.: Fisiología de un espejismo, Artecittá ediciones, Granada, 2010.
(4) Castilla del Pino, C.: Identidades Culturales.
(5) Adorno, T.: Notas de Literatura, Ariel, Barcelona, 1970.
(6) Ibidem.
(7) Goethe, W.G.: Maximen und Reflexionen, Obras Completas, Aguilar,1987.
(8) Adorno, T.: Notas de Literatura. Ver nota 5.
(9) Adorno, T.: Notas de Literatura. Ver notas 5 y 8.
(10) Ibidem
(10) Ibidem
(11) Jiménez, J.R.: La corriente infinita, Aguilar, Madrid, 1961.
(12) Bachelard, G.: La poética del espacio, Fondo de Cultura Económica, México, 1957.
(13) Acuyo, F.: Ver nota 3.
(14) Heidegger, M.: El ser y el tiempo, Fondo de Cultura Económica, México, 1987.
(15) Bunge, M.: Intuición y razón, Tecnos, Madrid, 1987.
(16) Adorno, T.: Notas de Literatura. Ver notas 5, 7, 9 y 10.
(17) Eugéne Minkowsky: Vers une cosmologie.
(18) C. G.Jung: «La psicología analítica en relación con la obra poética». Ensayos de Psicología analítica.
(19) Gastón Bachelard: «La poética del espacio»: Ver nota 11.
(20) Edgar Allan Poe: Escritos sobre poesía y poética: (Fantasía e imaginación), Hiperión, Madrid, 2001.
(21) Jiménez, J.R.: Política Poética: «Lo popular», Alianza, Madrid,1982.
(22) Jiménez, J.R.: El trabajo gustoso, Conferencias. Poesía y Literatura, Aguilar, Madrid, 1961.






Thedoro Adorno: el yo semiótico en poesía. De lo social en lo poético 1, Francisco Acuyo




1 comentario: