jueves, 14 de diciembre de 2017

LA DOMINACIÓN MASCULINA: EL DISCURSO DE LA DIFERENCIA

Prosiguiendo con el estudio sobre la misoginia, el filósofo Tomás Moreno, sigue su exposición, esta vez bajo el título de: La dominación masculina: El discurso de la diferencia, y todo para la sección, Microensayos, del blog Ancile.

La dominación masculina: El discurso de la diferencia, Tomás Moreno





LA DOMINACIÓN MASCULINA: 

EL DISCURSO DE LA DIFERENCIA




La dominación masculina: El discurso de la diferencia, Tomás Moreno



En el segundo ensayo, que tiene el significativo subtítulo de “De la Bestialización a la Exclusión”, su autora, Armelle Le Bras-Chopard, analiza pormenorizadamente este proceso y las estrategias que han llevado, en la ideología filosófica occidental, a incluir a las mujeres en el mismo zoo que ya ocupaban, juntamente con los animales domésticos, los animales salvajes y los monstruos, los “otros” grupos humanos estigmatizados[1]. El estratégico razonamiento utilizado para ello, es muy simple, el mismo que ha servido, en su opinión, para distinguir al hombre del animal: “El animal no es un hombre (primera premisa); la mujer no es un hombre (segunda premisa); luego... Es fácil sacar la conclusión de este silogismo falaz, en lo que se refiere a las mujeres, “si el punto de referencia ‘esencial’ de la humanidad –del “ser hombre”- es identificado en exclusividad como macho y no como macho y hembra indistintamente[2]. La consecuencia de todo ello ha sido dramática, por no decir trágica, para las mujeres. No se le ha permitido históricamente el acceso a la palabra, a su propio discurso, a la producción de saber, a la participación política, ni a la gestión de su propia vida, llegando incluso a negársele toda existencia cívica como una menor de edad. Este discurso de la no-masculinidad, y en consecuencia, de la “menor humanidad” de la
La dominación masculina: El discurso de la diferencia, Tomás Moreno
mujer, más explícito en los autores de los siglos pasados, el que está presente en los pensadores de todos los tiempos, y el que ha sido el responsable de marginar a la mujer de la historia -de la mujer que piensa, trabaja, hace política y se expresa libremente como dueña de su propia palabra y de su propia vida- impidiendo por siglos su emancipación.
            En su obra, Le Bras-Chopard destaca cómo algunos planteamientos misóginos de grandes pensadores, púdicamente olvidados, nos harían sonreír si no hubieran preparado o acompañado prácticas de exclusión, a veces mortíferas, para las mujeres. Desde el comienzo de la historia humana -la que se inicia tras el matriarcado, esa ignota edad anterior a la Historia- el discurso masculino ha tendido a expulsarla a la animalidad (o a atribuirle determinados rasgos de ella) o a una “raza intermedia”, suerte de eslabón perdido entre el animal y el macho, cuando no al mundo demoníaco, satanizándola[3]. La dominación masculina de la mujer ha pasado por diferentes etapas: antes de hacer jurídicamente de ese “ser animado” (no inerte, aunque se ha llegado a defender hasta su “carencia de alma”) un objeto, de alienarlo como una propiedad o posesión, cuyo uso queda regulado siguiendo el espíritu del derecho romano, habrá que animalizarlo previamente. Ese ser que tiene la capacidad de moverse por sí mismo debe ser domesticado, manejado por las buenas o por las malas por el macho. La mujer no va a ser tratada de entrada como un objeto, sino que lo será como consecuencia de su estatuto animal o “casi animal”. El trato infligido a la mujer será, en efecto, “diferente según se las asimile a ‘animales salvajes’ o a unos ‘animales domésticos’ cuya dificultosa doma es paralela a su carácter indócil y hace de ella, como del caballo, la más bella conquista del hombre[4].
            Así pues, este discurso teórico sobre la “diferencia”, que se estableció en la Antigüedad griega, que sobrevivirá a la inserción del judeocristianismo en el mundo romano, que atravesará el imaginario medieval, lo encontraremos, en sus grandes líneas, más o menos encubierto o disfrazado, incluso en el corazón mismo de la conciencia moderna. No deja de ser raro, apunta Delacampagne, que un discurso como éstesobreviva en lo esencial a tantos cambios sociales y culturales; que se adapte tan bien a nuevos lenguajes; que se transmita con tanto éxito cuando no tiene el menor fundamento en la realidad; que sea capaz, en fin, de sobrevivir a las destrucciones que ha efectuado muchas veces la ciencia[5].
La dominación masculina: El discurso de la diferencia, Tomás Moreno            Erigido así el varón, por la razón patriarcal, instrumental y ordenadora, en exclusivo punto de referencia de la humanidad y, consiguientemente, propuesta la masculinidad como indiscutible patrón de racionalidad y sentido, la “diferencia sexual de la mujer” - su no-masculinidad- se convirtió en el factor que ha condenado durante  milenios a la mujer a su segregación y marginación, sancionando y legitimando así su dominación y las estrategias de reclusión y control social, utilizadas contra ella, por su supuesta (triple) inferioridad natural. Desde estos presupuestos antes analizados, en esta investigación tratamos de indagar las raíces culturales de la misoginia occidental y las causas/motivaciones de la violencia de género, de la violencia machista, que asola nuestras sociedades occidentales. ¿Por qué se ha considerados dogmáticamente como incuestionable la inferioridad de la mujer en relación al varón? ¿Por qué las mujeres han ha sido objeto de interdicciones respecto a su relación con lo sagrado y de prohibiciones sin cuento a lo largo de una milenaria historia opresión e infamia? ¿A qué se debe la prohibición de ejercer el libre uso del lenguaje, la negación del derecho a su propio discurso, impidiéndole, durante la mayor parte de la historia, el acceso a la educación, a la producción del saber y a la creatividad cultural? ¿Cómo entender su sistemática exclusión de la ciudadanía y de la participación política, llegando incluso a negársele la gestión de su propia vida, de su existencia social como una menor de edad. A todas estas cuestiones trataremos de responder a lo largo de este ensayo. (Cont.)



TOMÁS MORENO




[1] Sobre los mecanismos de “estigmatización” de un grupo humano, véase Erving  Goffman, Estigma. La identidad deteriorada, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1998.
[2] A. Le Bras-Chopard, El zoo de los filósofos, op. cit. p. 229.
[3] Cf. Jean Delumeau, El miedo en Occidente, (capítulo 10: “Los Agentes de Satán. III.- La Mujer »), Taurus, Madrid, 2002, pp. 471- 531 ; también W. Lederer, Ginophobia ou la Peur des femmes, París, 1970.
[4] A. Le Bras-Chopard, El zoo de los filósofos, op. cit. pp. 228-230.
[5]  Christian Delacampagne, Racismo y Occidente, op. cit. p. 197.




La dominación masculina: El discurso de la diferencia, Tomás Moreno



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