domingo, 22 de octubre de 2017

LA MODERNIDAD DE LA PREHISTORIA

Para la sección, Historia de un diario, extraemos otro post que vendrá muy apropósito con el anteriormente publicado y que en esta ocasión porta el título: La modernidad de la prehistoria.




 La modernidad de la prehistoria. Francisco Acuyo






LA MODERNIDAD DE LA PREHISTORIA




 La modernidad de la prehistoria. Francisco Acuyo


Que la prehistoria es una ciencia moderna[1] (y a la vista de los cómputos, tasaciones y cronologías más inmediatas de las que tenemos constancia escrita, desde la Edad Media, las cuales venían a considerarse preadamitas), es algo que en modo alguno puede cuestionarse.  Como tampoco la grandeza e importancia de muchas de las obras de arte halladas en aquellas remotas épocas. La información extraída según el caso de las mencionadas manifestaciones artísticas, espléndidas, no es en modo alguno desdeñable, más bien al contrario, muy recomendable su testimonio, si es es fundamental para averiguar pensamiento, religión, …y, desde luego, entendimiento de hechos históricos (prehistóricos) que habrían de marcar los designios de aquellos artistas y las gentes con las que habrían de compartir vivencias, lugares y momentos y que, en la estrategia de este riguroso (re)colector de aconteceres le complace entretenerse, si es que la ciencia de la historia de este que suscribe estas páginas, más la tiene por pasicorta y flemática, que imprudente e insensata por apresurada. Del arte mobiliar (art mobilier), a los grabados y pinturas en la roca de las cavernas se infieren grandeza creativa, pero también razón histórica (sic).
 La modernidad de la prehistoria. Francisco Acuyo                  De esta manera discurría nuestro omnipresente testigo de la historia de España en uno de los peculiares fragmentos hallado de su singular historia, en relación a los tiempos  que, desde Atapuerca[2] (relación de estudio que más que prehistórica pudiera considerarse como paleontológica) a las impresiones  maravillosas de Altamira y posteriores, cuya supervivencia ya pudo ser ya advertida en la Primera Crónica General, de Alfonso X el Sabio, donde Rocas[3], primitivo, desnudo habría de tenerse como descendiente de posteriores patriarcas, reyes y sacerdotes. Su vida de troglodita podría describirse en virtud de su existencia como Felis speleus[4] que le habría de emparentar a sus coetáneos compañeros del relato novelesco de la vida prehistórica que hubiera de trazar el rey Sabio.
                  La leyenda habría de enriquecerse con la aparición del hábil arquero Tarsos (Tharcos) de Abila, cuya tenencia de armas teñía de amplia superioridad al oscuro Rocas. Más allá de las magias cavernarias y de la mítica descendencia de Rocas con la hija de Tarso: qué bien pueden colegirse el traspaso de una y otra cultura en su relato, y quedar sólidamente expreso en forma de taulas, taloyots, navetas y megalíticos santuarios; cabezas de toros, esfinges, leones y toda suerte de bestias ibéricas; bichas, monstruos mestizos de hombre y toro, todo lo cual habría de hablarnos de moradores diversos de nuestra primitiva historia de la España prerromana (íberos, celtas, celtíberos que habrían de derivar en carpetanos, arévacos, vetones, oretanos, vacceos, y en el norte astures, cántabros y vascones), sin mencionar a Tartesos y su legendario rey Argantonio.
                  Podemos imaginar que, aún sin escritura, la comunicación in praesentia de los primeros narradores de mitos y leyendas a través de la oralidad, pudo ser una vía de permanencia y mestizaje de personajes  fabulosos y reales, y de trayectorias y relatos de un tiempo apenas hoy imaginado, teniendo que relegar a tiempos muy posteriores, con los principios de la poética medieval vernácula, los primeros itinerarios de ideas éticas y estéticas y, desde luego, históricas de nuestro pensamiento literario.
 La modernidad de la prehistoria. Francisco AcuyoCuán sangriento, ineludible y, a ciencia cierta, inapelable sino es el de la guerra, que ha fiado su progreso al propio y cruento del perfeccionamiento y efectividad encarnizada de las armas que, desde el Homo antecesor a los guerreros del Paleolítico, habrían de protagonizar  batallas significativas y algunas incluso preponderantes. Pero no deja de resultar menos impresionante cómo, aun en el feroz y trajinante y belicoso y ultrajante entorno habría de surgir, para maravilla de sí mismos y del mundo, fuentes de inspiración perpetua para artistas (y filósofos, literatos, científicos…) posteriores, cual fueron las miríficas, profundamente simbólicas y altamente expresivas pinturas de Altamira, aun a costa de cuestionar cualquier comparación con el arte de la revolución neolítica, si en verdad fue más pobre, y que tiene como singularidad el acontecer y la materialización de los primeros asentamientos permanentes, que habrían de poner fin a la errante existencia y levantar las primeras comunidades para mejor establecimiento y desarrollo de la agricultura, la urbanización; la aparición de la alfarería, la primeras vías de comunicación y el descubrimiento de los metales, acompañado todo de las manifestaciones tardías de arte rupestre en el Levante y  de asentamientos singulares como El Argar[5], que anuncia ya la Protohistoria de la Edad del Hierro (sic).
Así concluía otro de los fragmentos extraídos del ingente cúmulo de legajos en desorden y que, nosotros, con extremo cuidado y dedicación plena, tratábamos de poner en mandamiento y advertencia para su mejor y preciso entendimiento. No obstante, en virtud de lo perdido en documentos fundamentales pero ausentes, tratamos de establecer una jerarquía topocronológica que fuese lo más fiel posible a la disposición originaria, cuya estructura y comunidad de textos obedecía a una enigmática redacción en primerísima persona que habría de colocar a su redactor como testigo ¿intemporal? de lo que acontecía en su relato.
No dejen de leer lo que a continuación, en próxima entrada, ofreceremos, que será de muy digna lectura, consideración y entretenimiento, y que habrá de causar segura admiración al lector atento, que no podrá dejar de suspenderse de la erudición histórica  y la agudeza y arte de ingenio en las redacciones encontradas del autor anónimo de estos anales, así como de la omnipresencia de su erudición y la extraña sabiduría exegética de aquellos aconteceres de su historia.


Francisco Acuyo


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[1] Summa Artis, Antología, vol. 1, Espasa Calpe, Madrid, 2004, p. 15
[2] Descubrimiento en la localidad burgalesa de Atapuerca de los restos óseos , en 1976 y 1994, y cuyo hallazgo relega dichos restos a unos 300.000 y 800.000 años antes de nuestra era, respectivamente.
[3] Según el rey Sabio, el primer hombre destacado que vino a España, oriental y a la sazón medio brujo que “…adivinava muchas cosas e fazie grandes maravillas…”
[4] Tigre cavernario.
[5] Situada en la actual provincia de Almería, y cuya cultura algárica o mastiena ya denotaba una población densa y con una clara exigencia defensiva, y cuya súbita desaparición hubo de levantar no pocas discusiones y controversias.


 La modernidad de la prehistoria. Francisco Acuyo

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