miércoles, 7 de junio de 2017

CUANDO LA REALIDAD ES BELLEZA, Y LA BELLEZA REALIDAD

Para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, traemos la entrada que lleva por título: Cuando la realidad es belleza, y la belleza realidad.


Cuando la realidad es belleza, y la belleza realidad. Francisco Acuyo



CUANDO LA REALIDAD ES BELLEZA, 

Y LA BELLEZA REALIDAD





En los parámetros de la divina proporción (proporción áurea) se nos describe medidas cuya correspondencia y disposición muestran un equilibrio grato no sólo a los sentidos, también en conformidad con principios de armonía lógico matemática que ponen en evidencia la ponderación de su extensión, cantidad y providencia de su estructura y disposición. Es el ojo (sensorial e interno) el que pone dicha realidad proporcionada como algo bello susceptible de ser perturbado por la misma observación (en cuanto que estará sujeta a múltiples interpretaciones, según quien lo mire. Acaso lo más extraordinario es que la conciencia de lo bello no sólo cambia las proporciones en otras que aspiran a la misma belleza, sino que son capaces de producirla ex nihilo.

            Como buen soñador (acaso muy ingenuo) visionaba yo un cierto paralelismo entre la percepción, reconocimiento  o creación de lo bello con la manifestación de la realidad en lo más íntimo de la materia. Hablamos del experimento cuántico arquetípico[1] mediante el que se dice que las observaciones no sólo perturban lo que se mide, sino que lo producen[2].

            La atención a lo bello (y su búsqueda y su entendimiento) nos depara una forma acaso más completa por integradora e imaginativa del mundo. La exigencia de lo bello en el mundo manifiesta una realidad propia de un universo que en modo alguno se explica mediante los resortes de relojería justificado por lo razonable de su mecánica clásica a la hora de interpretar el mundo. Que el poeta (el artista) y su observador intérprete (lector) sea capaz de recrear o crear el mundo de lo bello es perfectamente aceptado cuando esto es referido a los paraísos artificiales o de ficción que pudieran obtenerse en su ejercicio. Cuestión más difícil de aceptar sería que esas ficciones pudiesen ser integrantes de nuestra realidad (no literaria), sino de nuestras vidas y de lo que estas puedan influir en la realidad material del mundo.

Cuando la realidad es belleza, y la belleza realidad. Francisco Acuyo            Que la ética y la estética sean concebidas como meras estructuras de valor carentes de realidad objetiva por parte de la ciencia, acaso se están mostrando en la actualidad como nunca antes, el prejuicio sobre su realidad. Aquello que emane de la subjetividad individual no es digno de atención científica, sólo aquellos preceptos, leyes y principios que sean susceptibles de ser independientes de nuestra propia naturaleza merecen crédito, aunque en verdad traten de hechos objetivamente reconocibles (conductas, emociones,  sensibilidades… ciertas), despreciando algo que incluso en una de las ciencias positivas más rigurosas y austeras de subjetividades como es la física, empieza a tener una valor sustancial: la conciencia, ya que ella no sólo nos ayuda a la distinción de preferencias e ideales transitorios de aquellos que son comparativamente permanentes y universales[3], también nos habla de la propia sustancialidad de la materia y de su necesidad para conformarla.

            Se desprecia soberanamente que el objeto de manifestación de belleza puede abarcar principios universales que pueden acabar conformándose en la riquísima significación –consciente e inconsciente- de los símbolos. Si una vez la belleza fue considerada una singular manifestación de la divinidad a los sentidos y a la inteligencia, y esto por mor de la idea de perfección y elevación que nos suscita. En verdad que la vivencia de lo bello en lo ideal que puede mostrarnos el arte, la poesía o la misma naturaleza encierra un potencial inspirador y creativo de una importancia que acaso no puede compararse ninguna otra forma de conocimiento y expresión científica, sobre todo si queremos extraer de la misma ciencia las potenciales verdades de belleza que pueden encerrar aunque no se puedan constatar empíricamente, y es que la belleza acabará por ser la conciencia moral de cualquier actividad que aspire a lo sublime que la verdad encierra.

            La cuestión capital radica en que en el momento que lo más íntimo de la materia (átomos) se considere casi entidad fantasmagórica, la incuestionable solidez sobre los que se construye y estructura como entidades materiales lo ordinario de aquella: montañas, casas, valles, nosotros mismos… sean a su vez aceptados como realidades tan tangibles como incuestionables; mucho tiene que decir sobre esto la idea de lo bello y sus imperativos de valor para nuestra conciencia de la belleza y lo que esta supone en la constatación de la realidad.
            Sugerentes posibilidades nos abre la no menos incuestionable realidad de la belleza sobre la propia naturaleza de la realidad, de ello trataremos en nuevas entradas de este blog.


Francisco Acuyo




[1] Nos referimos al experimento de la doble rendija, realizado por el físico Thomas Young en 1801, mediante la que se postula la realidad dual de onda corpúsculo de la luz, y que a la sazón, será característica fundamental para la teoría de la mecánica cuántica.
[2] Rosenblum, B. y Kutner, F.: El enigma cuántico, Tusquet, Barcelona, 2010, p. 97.
[3] Santayana, G.: El sentido de la belleza, Tecnos, Madrid, 1999, p. 30.


Cuando la realidad es belleza, y la belleza realidad. Francisco Acuyo

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