martes, 27 de junio de 2017

EPÍLOGO A LA CUESTIÓN DE LA BELLEZA EN LA REALIDAD Y LA REALIDAD EN LA BELLEZA

Conclusión sobre la belleza y su incidencia en la realidad, y viceversa, en la sección, Pensamiento, del blog Ancile, bajo el título de: Epílogo a la cuestión de la belleza en la realidad y la realidad en la belleza. 




Epílogo a la cuestión de la belleza en la realidad y la realidad en la belleza. Francisco Acuyo





EPÍLOGO A LA CUESTIÓN DE LA BELLEZA 

EN LA REALIDAD Y LA REALIDAD EN LA BELLEZA








La complejidad del mundo y la interacción inexcusable de nosotros –entidades vivas- con la realidad y naturaleza del mismo, a día de hoy es algo incuestionable. Que la realidad –física, material-  crea la conciencia (desde la óptica de la biología, es un epifenómeno del cerebro) es una concepción sobre la que la ciencia, hasta el siglo XX, nunca mantuvo discusión alguna. Hoy sabemos que la cuestión no es tan simple, y que muy bien puede ser al contrario, y que la conciencia pueda crear o influir en lo que la realidad sea, no es una idea en modo alguno descabellada. No es que yo me incline por un antropocentrismo irreflexivo (regido por el famoso y harto controvertido principio antrópico), más bien al contrario, tal vez la conciencia no sea en modo alguno patrimonio exclusivo de la estirpe del hombre. De hecho puede que el enigma de la conciencia sea en realidad un hecho inequívoco e incontestable que se presenta en el mundo y que ofrece a aquella, a la conciencia, como una incógnita y enigmática existencia que en la naturaleza se manifiesta con la misma contundencia a como puedan ofrecerse las características o propiedades más incontestables de la materia (la masa, la carga, la gravedad …. a través de las cuatro fuerzas o interacciones primordiales de la misma[1]).

Epílogo a la cuestión de la belleza en la realidad y la realidad en la belleza. Francisco Acuyo                En cualquier caso nos parece oportuno tener en consideración una fundamental distinción entre conciencia y pensamiento. Sobre todo porque el pensamiento es la manifestación condicionada de nuestro ego, el cual acaso no hace sino desvirtuar, a través de su visión prejuzgada de sí y del entorno, la realidad a la que aspira la conciencia como capacidad uniabarcadora, totalizadora u holística de entendimiento. La memoria y su fundamento temporal no deja entrever la realidad total –e intemporal- a la que aspira la conciencia y que tiene como primordial singularidad la potencialidad del ejercicio creativo, el cual aspira a la generación de lo nuevo, y por tanto lejos del anhelo de ser algo y de alargar la duración de esa memoria condicionada que caracteriza al yo.

La percepción de la belleza y su valoración singular se viene a manifestar también en el ejercicio creativo (y en el reconocimiento de lo bello en la naturaleza), pues  vincula nuestra conciencia a la atención precisa para reconocer nuestro condicionamiento y manipulación psicológica, y en este darse cuenta, posibilitar el acceso a la realidad de lo nuevo, de lo bello e intemporal. Hablamos de una conciencia libre, no obligada por lo prejuzgado de la memoria y el pensamiento y del juicio y que invita a la nada, la nada que será primordial ya que de ese vacío es de donde sólo puede surgir la verdadera creación  y la más sublime capacidad –intuición- para el reconocimiento de la belleza. Si estamos atentos a la verdadera naturaleza de nuestro pensamiento –separador siempre, proclive al dolor y sufrimiento, que el tiempo y espacio propician-  constatamos la realidad de la conciencia –siempre unitiva- ,y desde la que será posible la obtención y la contemplación de la belleza, la verdad e incluso el amor genuino.

                Si en lo que la realidad sea tiene mucho que ver la conciencia (seguimos manteniendo las tesis cuánticas de la estructura y origen de la naturaleza), ¿es el tiempo y el espacio supuestas realidades creadas por la conciencia? ¿O sería más correcto decir que son creados por el pensamiento? Si atendemos a la cuestión de la belleza como ejercicio creativo y portador de verdad no parece que pueda tener continuidad y por tanto estar sujeta al tiempo, si es que en verdad es apreciada en cierto modo siempre de manera nueva, como si el que está embelesado por el objeto bello hubiese muerto y renacido a aquella verdad plena y llena de belleza, perpetuamente.




Francisco Acuyo




[1] Fuerza gravitatoria, electromagnética, nuclear fuerte y nuclear débil.

Epílogo a la cuestión de la belleza en la realidad y la realidad en la belleza. Francisco Acuyo

viernes, 23 de junio de 2017

REALIDAD, REALIZACIÓN Y CREATIVIDAD

Cerramos en primera instancia las reflexiones sobre la belleza y la realidad, con la entrada que lleva por título: Realidad, realización y creatividad, para la sección, Pensamiento, del blog Ancile.



Realidad, realización y creatividad, Francisco Acuyo





REALIDAD, REALIZACIÓN Y CREATIVIDAD







Prosiguiendo con las reflexiones sobre el concepto y valor de la belleza expuestas en anteriores ocasiones, y emparentadas con la visión y la comprensión de lo que la realidad sea, pueden alcanzar su punto culminante cuando cuestionamos la realidad física del mundo sin la implicación de la consciencia. Recordemos el inquietante dibujo de John Wheeler[1], mientras decía: Mirar atrás  ”ahora”, ¿da realidad a lo que ocurrió “entonces”? La visión autorreferencial de lo que existe (y ha existido) y que en cierto modo existirá[2], es sin duda muy desconcertante. Cuando Antonio Machado exponía en sus proverbios: El ojo que ves no es // ojo porque tú lo veas; // es ojo porque te ve.// proclama una extensión no menos inquietante de la realidad que puede enfrentarla con la lógica de andar por casa de muchos.

Realidad, realización y creatividad, Francisco Acuyo
                Cabría preguntarse a estas alturas de nuestras diversas exposiciones, si la belleza sería sin la conciencia, y me refiero no ya al producto bello del arte, la literatura… sino también aquello que en la naturaleza es hermoso singularmente (ineludiblemente gracias a la misma conciencia). Interrogante que, como vimos, se hace extensible al concepto mismo de realidad. Se ha dicho que el efecto estético de los objetos es siempre debido al valor emocional de la conciencia en la que tales objetos existen[3], o lo que viene a ser lo mismo ese valor al objeto de lo bello es atribuido mediante una proyección que es el fundamento de la objetividad de la belleza y que, sin embargo, puede suponer una vía de liberación del yo (que prejuzga) para la contemplación sublime y total del mundo. Es inevitable encontrar parecido y analogía con la visión cuántica del mundo.

                La materia, la forma la expresión de la belleza tienen un sentido que acaso emparenta con el mismo mediante el que se construye la realidad del mundo –como una entidad física y material-  y que, no obstante, reside en la conciencia. Si analizamos su constructo constatamos que estamos ante la fisiología de un espejismo[4], por lo que acaso aquella, la belleza, digo, sea algo indescriptible en última instancia, como también pueda serlo la misma naturaleza. Si el sentido de la belleza radica en su realización, acaso el mismo sentido de la vida, del mundo sea también la realización de los mismos. Esto exige una contemplación diferente del mundo y de nosotros mismos como una enigmática unidad en la que existe una totalidad (¿consciente?) que se expresa en un orden implicado[5] para su realidad o lo que es lo mismo, su realización. Realidad o realización que no deja de ser sino una implicación creativa siempre en marcha.

                Este reconocimiento de la totalidad del mundo (sujeto y objeto) elimina la dualidad y el inevitable conflicto que siempre conlleva. Por eso la aspiración a la belleza (como el anhelo  al entendimiento último de las cosas) es sin duda el fin más excelso al que pueda aspirarse. La idea de la perfección subyace en ella y al tiempo es una garantía de la armonía y conformidad del espíritu y la misma naturaleza.



Francisco Acuyo





[1] John Archibald Wheeler (1908-2008), físico teórico cuyas aportaciones a la física de partículas son de una gran importancia.
[2] El principio antrópico fuerte (en cosmología este principio establece que tiene que ser consiste con la misma existencia de la conciencia humana) participa de esta visión.
[3] Santayana, G.:El sentido de la belleza, Tecnos, Madrid, 199.  p. 181.
[4] Acuyo, F.: Fisiología de un espejismo, Artecittá, Granada, 2010.
[5] Concepto extraído de David Bohm de su libro imprescindible, La totalidad y el Orden Implicado, Kairós, Madrid, 1992.




Realidad, realización y creatividad, Francisco Acuyo

miércoles, 21 de junio de 2017

EL SUEÑO DE LA MATERIA, Y LA MATERIA DE LOS SUEÑOS, AL ALBUR DEL ENTENDIMIENTO DE LA BELLEZA

El sueño de la materia y la materia de los sueños, al albur del entendimiento de la belleza, es el título de la nueva entrada para la sección, Pensamiento, del blog Ancile.


El sueño de la materia y la materia de los sueños, al albur del entendimiento de la belleza, Francisco Acuyo




EL SUEÑO DE LA MATERIA, 

Y LA MATERIA DE LOS SUEÑOS,

AL ALBUR DEL ENTENDIMIENTO DE LA BELLEZA







Bien, verdad y belleza, y esta última, emblemático símbolo de la perfección divina, se dice que son manifestaciones de la realidad más subida, completa y excelente. Nadie podría discutir que aquellas manifestaciones susceptibles de belleza artística, literaria o natural no sean una realidad evidente de nuestro mundo (paradójicamente unidas al dolor y al sufrimiento).

                Hablamos reiteradamente de la conciencia y el proceso de creación y percepción de lo bello[1], como imprescindible requisito para su entendimiento (también apuntábamos que acaso para la compresión de la realidad de la misma naturaleza[2]); será ahora interesante reconocer que la verdad (cuando es belleza), si pierde su carácter utilitario extrema su condición intuitiva, visionaria incluso, y eleva aún más su carácter sublime de belleza.

El sueño de la materia y la materia de los sueños, al albur del entendimiento de la belleza, Francisco Acuyo                La fruición de lo bello, también lo adelantábamos anteriormente, es un deleite que no solo es puramente sensitivo, si es que, como decía Santayana, el alma se alegra de olvidar su conexión con el cuerpo[3], por eso, más allá de su desinterés, universalidad, es interesante centrar la atención sobre su capacidad de ofrecerse como realidad independiente, como objeto, y todo esto a pesar de ser un valor que necesita de la sensibilidad y, sobre todo, de la conciencia para ser en sí mismo. Contradicción aparente que nosotros emparentábamos con la de la realidad misma de la materia, según los tratados de la ciencia física de lo infinitamente  pequeño,[4] donde la observación es de capital importancia para la percepción y entendimiento y realidad de la materia, todo lo cual pone en serio cuestionamiento  la razón convencional (sentido común) mediante la que organizamos el caos de nuestras sensaciones, haciéndose precisas las distinciones de sustancia y cualidad de aquello que tratamos de recabar sobre su realidad o apariencia. El fenómeno de la sinestesia nos puede servir como muestra de esta contradictoria manera que tenemos de discernir unos estímulos de otros en virtud de los objetos percibidos y las sensaciones acústicas, ópticas, olorosas… que acaban por entremezclarse y que, si producen el efecto de la belleza, hemos de reconocer su valor emocional o ideal de la misma.

La materia de lo bello se detecta en el color, en el sonido, en el aroma…, decíamos, mas también en la desconocida sustancia del amor, en la formas susceptibles de valor estético y que pueden apreciarse bajo formas geométricas, como también en la simetría, en la variedad de una unidad repetida o en una determinada uniformidad… Pero ¿y lo material de todas las cosas, puede ser también bello? ¿Y de ser así, participan estas de los valores de conciencia necesarios para su reconocimiento como realidad y, sobre todo como realidad susceptible de considerarse bella?

La naturaleza de la conciencia, aun siendo fundamental para el reconocimiento de la realidad de lo estrictamente material y de lo no menos extraordinario como es lo  bello, parece resistirse a una explicación completa de la misma, incluso llegando algunos a negar la posibilidad de ser computable[5]. El caso es que los estudios de estética han influido sobre quien con toda modestia hace estas exposiciones como una vía de conocimiento y explanación de la realidad de lo mundano en estrecha vinculación con el valor de la belleza, con la conciencia, aunque todo lo cual conlleve en muchos momentos a esa disonancia cognitiva de nuestro hacer y crear libres, enfrentados a una realidad física –supuestamente determinista- altamente cuestionable, sobre todo si aceptamos los presupuestos estéticos y los de apreciación consciente de la realidad como algo conformado por nuestras mismas conciencias.

La naturaleza de lo que entendemos como realidad es algo que en modo alguno está todavía resuelto: la realidad física sin la realidad de la conciencia parece resultar, más que un imposible metafísico, un inverosímil material y físico. Indagaremos sobre estas cuestiones en próximas entradas de este blog.


Francisco Acuyo



[1] En Ancile: De las propiedades de lo bello y la realidad de lo observado: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2017/06/de-las-propiedades-de-lo-bello-y-la.html
[2] En Ancile: Cuando la realidad es belleza, y la belleza realidad: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2017/06/cuando-la-realidad-es-belleza-y-la.html
[3] Santayana, G.: El sentido de la Belleza, Madrid, 1999, p. 50.
[4] Nos referimos a la teoría cuántica, claro está.
[5] Roger Penrouse llega a negar la posibilidad de una inteligencia artificial fuerte. Véase La nueva mente de emperador, Mondadori, Barcelona, 1999. 



El sueño de la materia y la materia de los sueños, al albur del entendimiento de la belleza, Francisco Acuyo

martes, 20 de junio de 2017

RAZÓN Y SIN RAZÓN DE LA REALIDAD. ¿ES IRRACIONAL LA BELLEZA?

Lo racional o irracional en el mundo de lo real y de lo bello, en la sección, Pensamiento, del blog Ancile, y todo bajo el título: Razón y sin razón de la realidad ¿Es irracional la belleza?





Razón y sin razón de la realidad ¿Es irracional la belleza?, Francisco Acuyo


RAZÓN Y SIN RAZÓN DE LA REALIDAD.

¿ES IRRACIONAL LA BELLEZA?







Los resultados que se derivaron de múltiples experimentos realizados sobre la estructura íntima de la materia, vinieron a dejar claro que es imposible una descripción razonable de nuestro mundo,[1] es decir, de una realidad objetiva –separada de la observación- del mismo. Parece que las potencias físicas no tienen por qué ser necesariamente las que incidan (aisladamente de potenciales observadores) en su conexión en diferentes eventos y en lugares infinitamente distantes. Es evidente que la extraña conectividad cuántica rompe los patrones del sentido común.

                A menudo he podido constatar una análoga manera a la contemplación cuántica del mundo de entender el mundo a través del valor de la belleza (aun cuando muchas veces, en sus variadas representaciones, puede tener un marcado carácter simbólico), y es que se caracteriza la apreciación estética por una conexión no siempre racional (si no intuitiva) a la hora de establecer sus vínculos con la realidad de los que son sus objetos de belleza. La vinculación es intemporal y muchas veces universal –arquetípica- y perfectamente reconocible por muy diferentes culturas. La realidad de lo bello no necesita la objetivación física para ser real y reconocible. La inducción científica (que deduce de lo particular lo general) produce problemas lógicos que acaso son superados –irracionalmente- por la valoración de la conciencia de lo bello (que, por cierto, no tiene por qué ser consciente). Más fue a partir de la reflexión sobre la belleza que por la indagación de los planteamientos extraños de la mecánica cuántica en cómo funciona la naturaleza, como llegue a plantearme la interrogante hoy en la ciencia de la física ampliamente extendida ¿Es la consciencia –en su más amplio sentido- el fundamento vinculador, incluso creador –instantáneo- de lo que acontece en el mundo?

Razón y sin razón de la realidad ¿Es irracional la belleza?, Francisco Acuyo                Cuando científicos de muy diversas disciplinas con tal de dejar de lado el impacto de la conciencia en la realidad del mundo, hablan de las estructuras de la materia como si fuesen modelos carentes de realidad física (que no matemática), se pone en evidencia el terror de acudir al elemento de lo consciente como fundamento de la realidad de la naturaleza.

 El universo participatorio de Wheeller, qué bien casa con el mundo de los valores de lo bello, amén de participar de la potencial realidad de lo que somos y nos rodea, y que invoca necesariamente al dominio de los significados, y que nos hace plantearnos cuestiones como, ¿qué significado tiene la belleza? ¿O cuál es el de la extraña realidad de un mundo material que se sostiene en virtud de si es o no observado? Nos parece inevitable esta interrogante, sobre todo si, como a algunos nos sucede, somos partícipes de la necesidad de construir la realidad (poética, creativa) desde la necesidad de libertad, si es que en verdad queremos hacer algo nuevo, genuinamente distinto y único y que por ende sea susceptible de ser bello. A tenor de este planteamiento, Mi conciencia o percatación de la realidad de la belleza debe de ser libre, aun cuando existan convenciones implícitas sobre lo que es o no bello. Es algo en verdad enigmático que la realidad (cuántica) tenga que pasar también por un proceso similar en tanto que la conciencia afecta a la misma realidad de lo que observa y, no obstante, no puede ser una visión totalmente determinista o mecánica, por lo que la cuestión de la conciencia y el libre albedrío son de capital relevancia, y es que tanto en el ámbito de la belleza como de la realidad cuántica se ponga de manifiesto la duda de la misma causalidad, en tanto que los observadores que experimentan cambian la realidad en virtud de su libre acción en la observación que llevan a cabo.

                ¿Qué es el valor de la belleza, o, mejor, en qué se fundamenta? Berkeley señalaba en relación a la misma realidad –bella o no- su esse est percipi[2], ya que es por qué es percibido, y quiere que esa percepción objetivamente dure. Ahora bien, ¿esta percepción consciente es un epifenómeno de un órgano (el cerebro)  basado en su estructura electroquímica (material)?

El universo de lo subjetivo no parece del todo descriptible a través de los habituales correlatos neuronales. De hecho, la admisión de que realidad de lo consciente ejerce su influencia en la realidad física nos habla de otra realidad fáctica tan evidente como puede serlo la constate espaciotiempo, la carga, la masa…, claro está que nos referimos a la conciencia.[3]

La percepción y valoración de la belleza es una de las maneras más intrigantes de confirmar la conexión entre el mundo supuestamente separado, de lo objetivo (material), y el universo de lo interior o subjetivo, que a todas luces parece ser la forma más cercana a la verdad de cómo el mundo de la realidad se conforma. El equilibrio, la proporción, la simetría… son propiedades que la belleza exhibe y que nos habla de una realidad valorada por una conciencia sensible –consciente- a la singularidad que lo bello encierra. Reconocida la verosimilitud de ambas realidades (la de lo perceptible cotidiano materializado para nuestra conciencia, y la de lo hermosamente conseguido para gozo y elevación de nuestro espíritu a través de la belleza), podemos asentar el hecho de que hay diversas maneras de realidad, pero que todas tienen el nexo común de la conciencia.

La realidad de lo bello es la realidad de la conciencia (que valora y se estimula en dichos valores), mas,  ¿también la realidad de lo físico objetivo es posible en virtud de la realidad de la conciencia? Cuestión harto debatida y sin respuesta definitiva por parte de la ciencia de lo infinitamente pequeño (teoría cuántica), y que a mí me ha hecho reflexionar sobre la importancia de la conciencia como factor capital a la hora de dar forma y materia a los valores de la belleza expresos en la obra de arte y en el reconocimiento de dichos valores en la misma naturaleza. Seguiremos indagando en otras entradas sobre este asunto, a mi juicio, del todo fascinante.
               


Francisco Acuyo

               




[1] Rosenblum, B. y  Kuttner, F.: El enigma cuántico, Tusquets, Barcelona, 2010.
[2] Ser es ser percibido.
[3] Rosenblum, B. y  Kuttner, F.:, p.217.




Razón y sin razón de la realidad ¿Es irracional la belleza?, Francisco Acuyo

sábado, 17 de junio de 2017

ÉTICA Y ESTÉTICA DE LA REALIDAD: LA BELLEZA DE LAS VARIABLES OCULTAS Y EL DOLOR DE LA MATERIALIDAD

Para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, traemos una nueva reflexión sobre la realidad y la belleza bajo el título de: Ética y estética de la realidad: la belleza de las variables ocultas y el dolor de la materialidad.


Ética y estética de la realidad: la belleza de las variables ocultas y el dolor de la materialidad. Francisco Acuyo


ÉTICA Y ESTÉTICA DE LA REALIDAD:

LA BELLEZA DE LAS VARIABLES OCULTAS 

Y EL DOLOR DE LA MATERIALIDAD








Que la intuición de la belleza es una realidad manifiesta en las obras de arte (y en la misma naturaleza) -y en la misma matemática y en la ciencia-, es un hecho perfectamente reconocible, aunque su valor provenga (como intuición, decíamos)[1] del impulso vital e irracional de nuestra naturaleza (en los que se verá inmersa la misma matemática y la ciencia en sus momentos culminantes creativos, si hijos de la verdad, aunque no del todo del realismo al menos en la concepción objetivo positivista, sobre todo en matemáticas y desde luego en poesía). Debemos recordar que en relación a la verdad del valor científico y su vinculación con lo que la realidad sea, en modo alguno es una posición definitiva, total y absoluta. Al fin y al cabo los juicios que pretenden expresar verdades científicas, sobre todo en su faceta imaginativa, no son impermeables de aquellos que perciben el bien (el goce estético) en la verdad, y por  qué no, de las percepciones del mal, del dolor (éticas) reflejas en las consecuencias del producto de su potencial aportación de verdad al mundo.

                De la funcionalidad de la mecánica cuántica se deducen útiles indiscutibles que habrían de afectar a la vida de todos hasta nuestros días, y esto manifiesto sobre todo en los avances tecnológicos, pero las consecuencias que conllevaría el desapego del físico hacia la realidad material o abstracta de los componentes elementales (átomos) de nuestra realidad
Ética y estética de la realidad: la belleza de las variables ocultas y el dolor de la materialidad. Francisco Acuyo
ordinaria son inevitables desde una óptica filosófica, si queremos entender que es realmente la realidad y cómo no afecta esta. La intuición de la belleza y su apreciación en la obra del hombre y de la misma naturaleza impone un criterio análogo, en virtud de que su idea en relación a la materia perceptual de lo bello, exige un entendimiento (además de la vivencia) de lo bello.

                Me inspiraba (y ruego disculpen mi imaginación que se desborda tantas veces injustificadamente y que, reconozco, es poco proclive a la mesura y al rigor exigido de la ciencia) el teorema de Bell[2] toda suerte de invenciones, hipótesis o conjeturas en correspondencia con mis intuiciones sobre la belleza (decía anteriormente también en concordancia con el dolor)[3] y la naturaleza de la realidad. Todo parece indicar que si se viola el teorema de Bell y su desigualdad en la experimentación de lo supuestamente real, y es imposible constatar la realidad de nuestro mundo y,  ¿evidentemente?, su separabilidad de otros fenómenos y del fenómeno de la observación (y de la conciencia), o lo que viene a traducirse: se hace una precisa –necesaria- una visión integradora –holística- de la naturaleza y de nosotros mismos. La visión estética del mundo muy bien nos ha hablado de esta óptica integradora de los valores de lo bello  en virtud de la conciencia y de los valores que baraja esta para su percepción y entendimiento.

                La razón –el sentido común- que exhibe la realidad de un mundo separado por sus diferentes objetos componibles (dícese que estos sólo pueden encontrar influencias entre sí en virtud del contacto físico y no de influencias espurias a esta razón ¿lógico? positiva y material), y es que no es posible nada fuera de esta razón, ya que no permite acciones fantasmales a distancia (o variables ocultas), como le gusta decir a Einstein. La apreciación de lo bello contiene una visión inquietante -¿irracional-?- que atenta contra aquella razón incuestionable de la separabilidad de las cosas, y nuestra percepción y concepción de lo bello: parece que la belleza no admite separabilidad y realidad a la vez, pero no por eso lo bello deja de tener realidad perceptible e intelectualmente apreciable.

                Lo que artistas, poetas, filósofos, místicos… intuían hace milenios en virtud de su apreciación y entendimiento de la belleza y la ineludible integración de la mente y la materia, sin la cual la realidad de lo bello no sería posible, hoy parece querer mostrarnos que la realidad del mundo tiene unas características similares ( y que ofrece el universo como obra de arte), en tanto que es imposible describir lo que el mundo sea al margen de la inevitable imposibilidad de la separabilidad, donde los objetos físicos se dice que están separados del resto (y de la observación consciente –o inconsciente- de aquello que apreciamos como real) y la realidad de lo que pueda ser aquello que entendemos como real.

                Realidad y belleza, belleza y realidad[4], son caras acaso de la misma moneda por la que nuestra conciencia rige para el entendimiento de nosotros mismos y nuestra situación en el mundo. Abundaremos sobre esta cuestión en próximas entradas de este blog.



Francisco Acuyo





[2]  Gracias al Teorema de Bell se ha planteado de manera más seria las cuestiones filosóficas inferibles de aspectos de la mecánica cuántica más allá de la comprobación experimental, o lo que es lo mismo, si partimos de las propiedades físicas del mundo no son creadas por la observación  y por lo tanto son separables unas de otras. Se deduce que ciertas magnitudes observables han de ser mayores que otras también observables, por lo que se colige una desigualdad (de Bell) que puede comprobarse experimentalmente.
[3] Acuyo, F.: Elogio de la decepción, Jizo ediciones, Granada, 2013.
[4] En Ancile: Cuando la realidad es belleza y la belleza realidad: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2017/06/cuando-la-realidad-es-belleza-y-la.html




Ética y estética de la realidad: la belleza de las variables ocultas y el dolor de la materialidad. Francisco Acuyo

domingo, 11 de junio de 2017

DE LAS PROPIEDADES DE LO BELLO Y LA REALIDAD DE LO OBSERVADO

De nuevo insistiendo sobre la belleza y su realidad traemos para la sección, Pensamiento del blog Ancile, la entrada que lleva por título, De las propiedades de lo bello y la realidad de lo observado.


De las propiedades de lo bello y la realidad de lo observado. Francisco Acuyo
De Joel Rea


DE LAS PROPIEDADES DE LO BELLO Y

  LA REALIDAD DE LO OBSERVADO



El valor de lo bello es la propiedad de un objeto (también de una idea) que para ser necesita de la propiedad de ser observada (el ser en la belleza)[1], decía en más de una ocasión, sin conocer entonces la inquietante afirmación John Wheeler que se aproximaba inquietantemente[2] a la que había tenido (muy humildemente) como una intuición necesaria para indagar sobre lo que la belleza sea.

                  Más allá (o más acá) de que la belleza sea verdad (como ideal del bien y de perfección), es inevitable preguntarse cuál es la naturaleza de lo bello, lo cual es como decir o preguntarse qué debe producirse para que esto o aquello sea hermoso. Las causas físicas que producen dicha hermosura aparecen como incuestionables, si se manifiestan reflejadas en la materia misma (como objeto), recordamos en anteriores entradas[3], siendo la conciencia algo accesorio y en modo alguno fundamental, ofreciendo un ámbito de belleza carente de humanidad en una sociedad, no obstante, perfecta. Lo más íntimo de las estructuras materiales de su organización, así como sus propiedades habría sido insensible a cualquier cambio, sin el factor de la conciencia el dominio mecánico del mundo haría inevitable la imposibilidad de una valoración de lo supuestamente bello que requiere además de la observación (de la consciencia), también el dictamen, la consideración, el aprecio y valoración de lo hermoso.

De las propiedades de lo bello y la realidad de lo observado. Francisco Acuyo                  De lo inmediatamente antecedido se infiere que la conciencia (cartesiana) mecánica, radicalmente separada del objeto de belleza, es imposible para su valoración, no solo emocional, también intelectual de aquél. En cualquier caso partimos de potencialidades e intuiciones sobre lo que la belleza sea en las que la conciencia juega un papel capital para su realización y sobre el ámbito singular en el que lo bello aspira a ser real. Así pues,  la conciencia (la idea) de lo bello podemos afirmar que tiene que ver con más que lo que podemos decir de la belleza (análogamente decía Bohr[4] en relación a lo que podíamos advertir de la propia naturaleza, por lo que podíamos argumentar que el dominio en el que prevalece lo bello es el de las ideas o las abstracciones que, sin embargo, se identifican admirablemente con lo físico y que apreciamos sensorialmente. ¿La realidad de lo bello y la realidad de lo material están sujetas a la previsión de la abstracción (ideación) probabilística[5] y, por tanto, dependientes de la conciencia del observador?

                  Hubo quien en modo alguno se sentía cómodo con  esta visión extraña de la realidad atómica de todas las cosas que venían a estar hechas con átomos. Es el caso de Schrödinger. Así pensaba que (véase la metáfora del gato de Schrödinger)[6] que la conclusión lógica extraíble de la visión cuántica tenía que ser absurda o extravagantemente verdadera. La contemplación y valoración de la belleza me hace muchas veces sentirme como el observador del pobre gato sujeto al ser o no ser en virtud de si es o no observado. Parece que la cuestión de qué es o no bello puede ser análoga a la cuestión de qué es o no real, y eso nos lleva inevitablemente a entender qué es la belleza lo mismo que a qué nos referimos cuando hablamos de realidad. Parece difícil eximirse, no obstante, de la necesidad positivo materialista de que si una propiedad física (por qué no estética) de un objeto puede conocerse sin observarse, entonces esa propiedad no puede haber sido creada por su observación[7] (es decir por la conciencia).

                  En cualquier caso, la cuestión de las propiedades de lo bello y de lo real para su objetivación necesita un punto original desde el que partir para obtener la condición de bello y, por qué, de real. Estas cuestiones fascinantes las iremos desgranando en posteriores entregas de este blog.


Francisco Acuyo



[1] Acuyo, F. Fisiología de un espejismo, Artecittà ediciones, Granada, 2010. Elogio de la decepción, Jizo ediciones, Granada 2012.
[2] Decía: Ninguna propiedad microscópica (material) es una propiedad hasta que es una propiedad observada.
[3] Ancile: Cuando la realidad es belleza y la belleza realidad: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2017/06/cuando-la-realidad-es-belleza-y-la.html
[4] Niels Henrik David Bohr, padre de la denominada escuela de Copenhague y uno de los físicos fundamentales de la teoría mecanicocuántica.
[5] De hecho no son pocos los físicos de partículas que piensan que los objetos (microscópicos) no son reales, sino que son meras potencialidades.
[6] O paradoja del gato de Schrödinger, cuyo experimento imaginario consistía en introducir un gato en una caja cerrada y opaca de tal suerte que un dispositivo de gas se activa en virtud de que una partícula radiactiva lo active y el gato muera (o no) según las probabilidades, del 50%, de que esto suceda o no, por lo que se dice que hay una superposición de estados sucederá que en virtud del paso de unos instantes el gato estará al mismo tiempo vivo y muerto.
[7] Rosenblum, B. y Kuttner, F.: El enigma cuántico, Barcelona, 2010, p. 164.



De las propiedades de lo bello y la realidad de lo observado. Francisco Acuyo