martes, 4 de abril de 2017

ACERCA DE UN NUEVO PARADIGMA HUMANO: ¿FILOSOFÍA O CIBERNÉTICA?

 Traemos para la sección imprescindible, Microensayos, del blog Ancile, una nueva entrada, cuyo título tan significativo, Acerca de un Nuevo Paradigma Humano: ¿Filosofía o Cibernética?, del profesor y filósofo Tomás Moreno, muy querido y admirado colaborador nuestro, es ya un adelanto mínimo de su sustancial contenido.



Acerca de un Nuevo Paradigma Humano: ¿Filosofía o Cibernética?, Tomás Moreno, Ancile



ACERCA DE UN NUEVO PARADIGMA HUMANO: 

¿FILOSOFÍA O CIBERNÉTICA?



Acerca de un Nuevo Paradigma Humano: ¿Filosofía o Cibernética?, Tomás Moreno, Ancile



Ya no se estudia Filosofía ni Literatura. Nos han sustituido a los filósofos por cocineros. ¿Se puede entender el mundo desde la gastronomía? Hay que combatirlos.” (Alfonso Guerra, Conferencia en Biblioteca de Andalucía de Granada del  29.03.17)



En las famosas declaraciones de Martin Heidegger del 26 de septiembre de 1966 a la Revista Der Spiegel[1],  en la entrevista titulada “Sólo un Dios puede salvarnos todavía” (publicada diez años después, una vez fallecido) el filósofo de Messkirch se refería al gran peligro de nuestro tiempo, representado por  lo que él denominaba  la Dominación Técnica (Herrwissenschaften) y cientificista a la que estaba siendo sometida la civilización occidental. Ella era, sin duda,  la responsable máxima de la tecnificación de la tierra,  nuestro hogar planetario, de la vida (plantas y animales) y también, en consecuencia, del hombre mismo, temática que el filósofo había ya tratado en  alguno de sus últimos escritos tales como “La Cuestión de la Técnica” y “El Final de la Filosofía y la Tarea del Pensar.
            Esa potencia técnica característica de la tecnociencia occidental habría sido la causante de que percibiéramos, por ejemplo, el río -que fecundaba nuestros campos y nos dotaba de agua y de vitalidad y nos proporcionaba belleza y placer estético- no como lo que era, una maravillosa entidad natural precisada de respeto y cuidado, sino como un simple “ges-tell” (dispositivo técnico o  artilugio operativo) utilizable previsiblemente como central hidroeléctrica, simple fuente de energía hidráulica. Que había producido el ecocidio y la devastación del entorno humano y el  desarraigo o desenraizamiento del hombre.
            Lo cual comportaba, entre otras muchas cosas graves (alienación, cosificación y robotización del hombre etc.) el fin de la Filosofía, como predecía Heídegger en la aludida entrevista: la Filosofía está acabada, se ha diluido en las ciencias particulares, su papel lo han tomado las ciencias, y su puesto es ocupado por la Cibernética, sustituido por ella (sic). El pensar meditativo ha dejado su lugar al pensar calculador. “El modo de pensar de la Metafísica tradicional, que se consuma con Nietzsche, no ofrece ninguna posibilidad de comprender intelectualmente la naciente época técnica”. Ese habría sido el precio del progreso o desarrollo material. Salvo que –añadía- el Pensar y el Poetizar lograsen una Potencia Nueva, sin violencia, capaz de  contrarrestar esa deriva nihilista propiciada por la racionalidad instrumental (esencia de la técnica) y por el consumismo sin finalidad  ni sentido, no habría ninguna otra salida para la humanidad y “solo un dios podría salvarnos todavía” del fatídico destino vislumbrable .
            Coincidía en ello Heidegger con el diagnostico que algo más de treinta años antes (entre 1933 y 1937) había formulado su maestro Edmund Husserl en su libro “La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental”, en el que se denunciaba el carácter excluyente del positivismo
científico (cientificismo) y de la supuesta objetividad científica contemporánea, que ignoraba por sistema y excluía de la ciencia por principio las cuestiones más candentes para la humanidad, aquellas que implicaban referirse al sentido o a la ausencia de sentido de la existencia humana: el Lebenswelt (el Mundo vital cotidiano, el mundo de la vida, de la finalidad –telos- y del sentido). Las ciencias físico-matemáticas y las sociales habían olvidado el suelo nutricio, la patria, del “mundo propio” del ser humano, reduciéndolo todo a una “mera facticidad empírica sin sentido ni significado”. En la segunda mitad del XX Georg Gádamer (Verdad y método) y los filósofos de la Escuela de Frankfurt, entre otros, se hicieron eco también de esa misma situación. Paul Ricoeur, desde otra tradición filosófica (personalista cristiana y hermenéutica) enfatizaba ese recul du sens (retroceso del sentido) que oprimía a una humanidad casi sin esperanza ni horizonte salvador alguno.
            Pero fue un cineasta y poeta italiano, Pier Paolo Pasolini, quien mejor y más dramáticamente se lamentará y denunciará ese infausto proceso de pérdida de la biodiversidad y de deterioro -casi ineluctable e irrecuperable- del mundo de la vida en general, de las plantas, de los  peces y de los pájaros, de los linces, de las ballenas y de las demás especies y seres vivos, incluidos -qué valiente y qué amarga paradoja- los propios seres humanos en gestación, con quienes compartimos la biosfera. En su famoso artículo sobre “Las Luciérnagas” (incluido en “Escritos corsarios”, de 1975) concluía su alegato y denuncia con estas emocionantes palabras: “En cuanto a mí (si ello tiene algún interés para el lector) quede claro lo siguiente: Yo daría a la Montedison entera[2] por una luciérnaga. ¿En aras de qué hemos sacrificado nosotros las luciérnagas? ¿Y con qué recursos de imaginación y creatividad contamos para emprender un camino que nos aproxime a un mundo donde vuelvan a existir las luciérnagas?”.
            Heidegger en la aludida entrevista en Der Spiegel era, efectivamente, pesimista respecto a la posibilidad de recuperar y restablecer el orden y armonía con la naturaleza perdidos. La filosofía en el estado actual del mundo no puede realizar una transformación inmediata ni es capaz de penetrarlo en su totalidad hasta el punto de dar indicaciones prácticas  La única alternativa es lo que Heidegger denomina “el otro pensar”, un pensamiento no-filosófico, pues la filosofía como tal no es posible que trate de pensar ya la esencia impensada de la técnica y despejar nuevas perspectivas. ¿Nuestra única alternativa o salida salvadora está entonces en  una vuelta al pensar meditativo de la tradición mística occidental (Eckhart)? ¿O consiste, más bien, en volver la mirada a Oriente; al budismo zen o al taoísmo? Heidegger no se decide explícitamente por una de estas posiciones, aunque declara que la solución tendría que proceder más bien de la misma tradición occidental que, erróneamente, habría dado lugar a esa deriva autodestructiva[3]. El pensador alemán, en definitiva, parece no manifestarse claramente ante este atolladero o dilema.
Acerca de un Nuevo Paradigma Humano: ¿Filosofía o Cibernética?, Tomás Moreno, Ancile            La recuperación  del Lebenswelt  (mundo de la vida), olvidado como efecto del modo de pensar calculador, algebraico y logicista-simbólico, tendría que proceder, en nuestra opinión, más bien de otra nueva forma de pensar, fundamentada no ya en el hemisferio izquierdo del cerebro, esto es, del hemisferio lineal, secuencial, analítico fragmentario (controlador y responsable de la escritura, lectura, calculo aritmético, adquisición del lenguaje, abstracción matemática y espacial, conceptual, del pensar analítico “paso a paso”), sino del hemisferio derecho simultáneo sintético, holístico (responsable de la visión, olfato, audición, tacto, percepción geométrica, emociones y sentimientos, habilidades musicales artísticas).

            Según Edgard Morin[4] la educación occidental ha estado orientada a educar el pensar abstracto, de las ciencia naturales y experimentales, propios del hemisferio izquierdo y no los sentimientos y emociones (inteligencia emocional) característicos del hemisferio derecho (que se manifiestan en las artes, la poesía, la música, el poetizar pensante y el pensar poetizante, en definitiva). La Neurofisiología actual (Eccles, Penfield, Gazzaniga, Sperry, Levi-Agresti etc.) ha demostrado experimentalmente que los dos hemisferios están conectados por el cuerpo calloso –compuesto por 200 mil fibras nerviosas- y son asimétricos, funcionalmente diferentes y casi autónomos. Pues bien, en el hombre el cerebro está más lateralizado que en la mujer y por consiguiente en él dominan las capacidades del h. izquierdo más especializadas. En la mujer, por el contrario, lo está mucho menos y las conexiones interhemisferios son, en consecuencia, más fluidas, con acceso inmediato y  simultáneo a ambos hemisferios. La mujer presenta, pues, mayor riqueza conductual, verbal, mayor intuición, creatividad e imaginación, con soluciones más flexibles y a largo plazo para todo tipo de tareas y relaciones y problemas interpersonales.
            Precisamente por ello, el pensamiento Femenino, la forma- de pensar- de- la- mujer en redes contextuales, capaz de “ver la realidad desde un solo golpe de vista” (Pascal), es más globalizante y susceptible de realizar múltiples tareas a la vez. Características de ese “pensamiento femenino” son la acogida, la atención, el cuidado (“epimeléia”), el respecto, la ayuda, la concordia, la cordialidad, la donación, el pathos compartido, la empatía, la capacidad de comprender, de hacerse cargo, de ofrecer soluciones no violentas a los conflictos, de no irrumpir agresivamente en la realidad, sino “dejarla ser” y cultivarla para que crezca autónoma[5].
            El redescubrimiento del valor de lo Femenino para el pensamiento filosófico poetizante, filosófico y/o místico, penetrado del esprit de finesse pascaliano (y del racio-vitalismo orteguiano y de la “inteligencia sentiente” zubiriana) ha sido posibilitado por el éxito en nuestro tiempo de filósofas de la Razón cordial[6] o de las “razones del corazón” tales como:  Edith Stein, con su  razón empática o afectiva (Einfühlung); Simone Weil, con su  forma de conocer basada en la razón compasiva, el amor y la solidaridad; Hannah Arendt con su “corazón que comprende”;  María Zambrano, con su razón poética;  Dorotée Dölle, con su lenguaje del alma, o Etty Hillesum con su corazón pensante de los barracones, entre otras muchas como Melanie Klein, Luisa Muraro o Wanda Tommasi.



TOMÁS MORENO


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[1] Revista de Occidente , Tercera época, nº 14, Madrid, Diciembre de 1976, pp. 2-15
[2] Empresa italiana equivalente a Repsol, Telefónica o el Corte Inglés.  
[3] Las palabras de Heidegger al respecto, en la entrevista, son las siguientes: “Estoy convencido de que, en el mismo lugar del Mundo en que ha surgido el mundo técnico, también se puede preparar un cambio, pero éste no se realizará por la asunción del Budismo Zen u otras experiencias del mundo oriental. Para esta vuelta del pensamiento, se necesita la ayuda de la tradición europea y su nueva inclinación. El pensamiento solo puede transformarse por otro Pensamiento que tenga el mismo origen y destino” (“Sólo un Dios puede salvarnos todavía”, op. cit. p. 14)
[4] Edgard Morin, Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, Paidós, Barcelona, 2001.
[5] Alejandro Llano, La nueva sensibilidad, Espasa Universidad, Madrid, 1989, pp. 47-49; 119-124 y 178-183.
[6] Laura  Boella, Pensar con el corazón. Hanna Arendt ,Simone Weil, Edith Stein, María Zambrano, Narcea Ediciones, Madrid,  2010.


Acerca de un Nuevo Paradigma Humano: ¿Filosofía o Cibernética?, Tomás Moreno, Ancile

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