jueves, 1 de diciembre de 2016

ELOGIO DE LA EMOCIÓN (O DEL OIKÓS[1] FRENTE A LAS LOGOMAQUIAS DE LO RACIONAL)

Algunas reflexiones sobre la vida animal y humana para la sección, De juicios, paradojas y apotegmas, del blog Ancile, este, Elogio de la emoción (o del oikós frente a las logomaquias de lo racional.


Elogio de la emoción (o del oikós frente a las logomaquias de lo racional). Francisco Acuyo


ELOGIO DE LA EMOCIÓN
 (O DEL OIKÓS[1] FRENTE A LAS 
LOGOMAQUIAS DE LO RACIONAL)







Un iris de fiera,
Lucifer felino
que observa inefable
del gesto focino
su zarpa implacable.

Francisco Acuyo, Almas gemelas, de Pan y leche para niños.




YA Aristóteles consideraba la vida animal (desnuda, excluida de la ciudad de los hombres) ajena al fundamento metafísico por excelencia para el buen vivir social, cual es la politización de lo que se consideraba como la vida desnuda. El politikon zôion[2] habrá de mostrar su legítima preponderancia sobre el resto de los seres vivos de la naturaleza. Acaso estas supuestamente indiscutibles reflexiones filosóficas adquieren un cariz bien distinto cuando has tenido la gozosa ocasión de convivir durante largo tiempo con algún animal, doméstico la mayoría de las veces,  cuya figura diaboli tradicional en diversos animales,[3] acaba por obtener una comparecencia bien distinta en la existencia de quienes comparten con ellos tiempo y espacio vital.

                Marramaquiz, mi gato, con el que compartimos nada menos que 24 años de vida, ha establecido en todos los que tuvimos la fortuna participar de tan larga convivencia, unos parámetros bien distintos a los aristotélicos (compartidos, dicho sea de paso, en tantos aspectos ético filosóficos por la humanidad, durante milenios).

Elogio de la emoción (o del oikós frente a las logomaquias de lo racional). Francisco Acuyo
Marramaquiz
                Si bien el hombre es el único animal con el don de la palabra,[4] el único racional[5] (se le otorgó la dádiva del logos, nada menos), y de su superioridad técnica[6] que habría de fascinar a los ideólogos marxistas en virtud de la perspectiva que ofrece dicha convivencia anteriormente referida, se  vierte una percepción bien distinta en la apreciación de los valores que comunican los animales en[7] y si estos son posibles en realidad.

                Marramaquiz nos enseñó fundamentalmente que las fronteras entre el zoé y el bio (Aristóteles) animal y del ser consciente (con capacidad pensante y ética) acaso no son tan evidentes como parece. La caída platónica del alma en animalidad sin espíritu no resulta tan clara ante los avispados, despiertos, curiosos ojos del animal amado, que nos hablan más allá de quimeras, teogamias y metamorfosis, de un ser que siente la emoción de ser querido, atendido, respetado, cuya vital y entrañable presencia, no obstante, nos trae a la memoria las metempsicosis esplendentes, descritas por el papiro egipcio de Ani(s)[8], tras aquella belleza emocionante y enternecedora de los muertos que salen a la luz adquiriendo las formas sublimes de la golondrina, del halcón, de la garza, del loto, del gato…; sí, Marramaquiz me miraba en enigmática hipóstasis, como para participar de la emoción más profunda de una conciencia que nos une y nos trasciende, más allá de la razón y la lógica tradicionales para llevarnos (trasmigrar-nos-) hacia la percepción unitiva que hace del mundo una conciencia única, tendida como puente entre el animal amado y el de los seres humanos que respetan, quieren y necesitan de su presencia.



Francisco Acuyo





[1] Entorno, en el sentido aristotélico de, fuera de la polis y de la vida social tal como se entendía en el teatro trágico griego, o lo que es lo mismo enfrentado a lo político de un logos plenamente consciente y humano
[2] El ser humano como animal político.
[3] Proverbial acepción destinada al simio: simia quam similis turpissisma bestia nobis (cuán parecido es el simio, la bestia más horrenda, a nosotros), de la que advirtiera Cicerón en Sobre la naturaleza de los dioses.
[4] Aristóteles, Política, Espasa Calpe, Austral, Madrid, 1965.
[5] Aristóteles, Historia de los animales, Akal, Madrid, 1990.
[6] Referida a su capacidad técnica gracias a su mano portadora de instrumentos.
[7] Referidos por numerosos sociobiólogos, etólogos y zoólogos.
[8] Papiro de Ani(s), El libro de los muertos egipcio, en su versión más tradicional, datado en el año 1300 a. C.



Elogio de la emoción (o del oikós frente a las logomaquias de lo racional). Francisco Acuyo

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