lunes, 2 de mayo de 2016

LOS PRINCIPIOS DEL TIGRE

Para la sección, Poema semanal, del blog Ancile, publicamos el poema que cierra el libro en su primera edición, Los principios del tigre, 1997, 2012 en 2ª edición aumentada, y que porta el mismo nombre.


Los principios del tigre, Francisco Acuyo, Ancile



LOS PRINCIPIOS DEL TIGRE





Acostúmbrate a pensar que la
muerte no es nada para nosotros
EPICURO


(Carta a Meneceo)


I


LUZ desde el mundo invisible.
Entre el discurso del tiempo
la eternidad sensitiva.
Sobre la luz del silencio

atenta escucha la sombra.
El caos traza un sendero
en el lienzo de la selva,
el tigre estira concreto

la línea de los bambúes
con los pinceles del sueño.
Un promontorio destaca
de la selva aventurero,

y entre el espeso boscaje,
para esplendor del secreto
en la silueta se irisa
la garra de terciopelo.

Para el brillo de su lomo
aliña con vivos pétalos
la prímula, la azucena,
el jazmín, el pensamiento.

Entre la selva una línea
invisible yo recuerdo
que inscribe el tigre con luz
mimética en su cuaderno.


II


UN sueño imposible insiste
desde el pulso de otro sueño
si vigila cada instante
con el recurso del método.

La quietud, la soledad
sonora, el cálido aliento
(sobre la duda probada)
los labios beben silencio.

Para su albergue de sombras
dulce ilumina el deseo
el sabor que está en la noche
de la luciérnaga atento.

Que la verdad no se busca,
nos encuentra, no hay misterio;
decía muy sosegado
el tigre inflando su cuello.

Sin hablar quedó entendido
el furor de su concepto.
La fiera contempla el cambio
tras lo inmutable del hecho.

La quietud vive en el talle
siempre alerta, siempre excelso,
en el silencio observaba
la inteligencia del cuerpo.

La semilla de la selva
por la pupila es complejo
laberinto que germina
totalidad del fragmento.


III


COMO blandura mirlada,
sobre la loma un instante,
olisquea de unas hojas
de caléndulas la sangre,

y tornó sobre la blanda
yerba a devorar la tarde.
Reverencias con la cola
en honor de su linaje

a las primeras estrellas,
impertérrito el semblante,
hace y gestos de rasgar
en el tiempo inexorable.

Sobre su pecho acicala
la selva enhebrando el aire
con fi na sabiduría
el aroma de la tarde.

Con insaciable deseo
saborea del instante
la infinitud que sostiene
en la quietud del paisaje.


IV


EN la espesura el antílope
a la fuente lleva el paso,
el movimiento constante
le hará ser muy descuidado.

La fiera observa la víctima
con candor extraordinario,
acaricia la pupila
inerme el lomo dorado.

Observa su cuello tierno,
observa su vientre blanco,
y en ella misma se observa
idéntica si contrario.

Sabe el tigre que mirar
no es un arte cultivado,
no cuentan tanto los siglos
como el saber instantáneo.


V


PERCIBE el olor sabroso
de su sangre el tibio gamo;
en el instante sin tiempo
la muerte marca intervalo:

Desde el peligro inminente
la fauce arranca al espacio
el tiempo de percepción
que orea en el último hálito.

Eterna sombra el instante
prendiendo está de la mano
la ciega luz que nos guía
en la quietud de su tránsito.





Francisco Acuyo, de Los principios del tigre, 1997, 2012 en 2ª edición aumentada.




Los principios del tigre, Francisco Acuyo, Ancile

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