jueves, 5 de mayo de 2016

DEL HUMANISMO Y EL TRANSHUMANISMO: ENTRE LA NATURALEZA IMPERFECTA DEL SER HUMANO Y LA COGNICIÓN DE LO TRASCENDENTE.

Para la sección, Pensamiento del blog Ancile, ofrecemos un nuevo post bajo el título: Del humanismo y el transhumanismo: entre la naturaleza imperfecta del ser humano y la cognición de lo trascendente.

Del humanismo y el transhumanismo: entre la naturaleza imperfecta del ser humano y la cognición de lo trascendente, Francisco Acuyo

DEL HUMANISMO Y EL TRANSHUMANISMO:
ENTRE LA NATURALEZA IMPERFECTA DEL SER HUMANO
Y LA COGNICIÓN DE LO TRASCENDENTE







Sabemos que un hombre puede leer a Goethe o a Rilke por la noche,
que puede tocar a Bach o a Schubert, e irse por la mañana
a su trabajo en Auschwitz.

George Steiner



Que de entre los escombros de cualquiera civilización, por muy avanzada que por objeto se tuviese, aquello que pudiere subsistir de ella, en singular y rara perduración, muy a pesar del género y grado de la destrucción acometida, acabaría siendo a la sazón, el rasgo acaso tenido por la convención ilustrada y científica como irracional, a saber, el impulso religioso[1], cuestión, creo, que puede ser, cuando menos,  motivo de una seria, detenida y seguro que controvertida indagación. No obstante, este instinto que señala e identifica (junto a su capacidad de raciocinio) la naturaleza humana, ha sido bien descrito por la misma ciencia[2].

                Sin dejar de estimar en lo que vale aquella denuncia de Paul Claudel hacia el racionalismo y su famélica imaginación, hemos de considerar también en su justo precio los esfuerzos racionalistas, incluso para reflexionar sobre lo irracional imaginativo (incluida la idea misma de Dios)[3], y atender con equidad lo que han aportado los grandes metarrelatos (incluido el cristianismo) en relación a la cuestión humana  más allá del aburrido catálogo de cosas comunes de las que advertía John Keates del relato meramente científico y racionalista y que habría de desembocar en el desencantamiento cuantificador del discurso y método científico y sociológico.[4]

                ¿Cómo ha de afectar a las corrientes denominadas humanistas ese irracionalismo detectado que a tantos avisa de esa interconexión –holística- entre todas las cosas y que llevaba a la revelación de alguna cosa real tras las apariencias?[5] ¿No debemos de hablar de fe también en relación a la razón y la ciencia, si aceptamos la afirmación de Karl Popper cuando nos dice que las preguntas fundamentales no pueden obtener respuesta por la vía científica?

Del humanismo y el transhumanismo: entre la naturaleza imperfecta del ser humano y la cognición de lo trascendente, Francisco Acuyo                Si bien aquellos que me conocen saben que no estoy bajo la sospecha de estar bajo el hechizo de ninguna creencia religiosa, no puedo, sin embargo, dejar de reflexionar, como ser humano, ante la fascinación de nuestro mundo (la noche constelada, por ejemplo), e imbuido por su extraordinaria belleza, dejar de admirar el hecho verdaderamente enigmático de que pueda conocer(la) y reflexionar e imaginar múltiples cuestiones sobre ella y, en cierto modo, asentir ante la afirmación bíblica: Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria?[6]

                Veremos que, si bien el humanismo –inevitablemente extraído en la actualidad del renacentista, basado en la necesidad primordial de los studia humanitatis o studia humaniora[7]-, en aquella época no se establecía ningún cisma fragmentador y de rechazo hostil hacia la religión[8], al margen de las cáusticas sátiras a los aspectos más ridículos de la iglesia institucionalizada, de hecho el mismo Erasmo de Róterdam en su Enchiridion Militis, Christiani[9], en el que expone el bien moral y cultural de la religión bien instituida, argumento que contrasta con el denominado ¿nuevo? Consejo para el humanismo secular, descartando otras posibilidades abiertas por el original humanismo renacentista, obviando la advertencia de otra ilustre humanista –no teísta- como Mary Midgley, quien, no obstante, reconocía que ser plenamente humanos implica, al parecer, interesarse también por cosas que no son exclusivamente humanas, e incluso, en ocasiones, por las sobrehumanas[10].

                A la luz de la nueva ciencia cognitiva (amén de otras disciplinas científicas al respecto del origen e intuición de la idea Dios, que incluyen la misma genética)[11] se nos revela que la inquietud religiosa parece tener un carácter innato que pone en evidencia ese rechazo a cualquier interpretación, a nuestro juicio, realista de la verdadera naturaleza humana que, evidencia a todas luces esa inclinación o anhelo a lo trascendente[12], y no es en modo alguno realista porque esa cosmovisión ilustrada a través de la ciencia y la tecnología no descarta el ímpetu de, la fuerza, la energía de esa intuición tan arraigada en el ser humano, y todo en pos de esa superstición entusiasta (como la denominaría Terry Eagleton) de que en base a esos presupuestos científico racionalistas nos situaríamos en el mito de fe devota y de crédula superstición… de que todos nos encaminamos con sistemática constancia a un mundo mejor[13], gracias a ese posthumanismo supuestamente si el hombre es la medida de todas las cosas, ¿qué pasa si somos seres viciados por naturaleza?[14]
Del humanismo y el transhumanismo: entre la naturaleza imperfecta del ser humano y la cognición de lo trascendente, Francisco Acuyo
progresista. ¿O es que hemos de obviar las dos últimas guerras mundiales, y los innumerables conflictos bélicos y catástrofes humanitarias de la actualidad para entender que no hay ninguna tendencia ascendente o de mejora en virtud de los supuestos progresos racional, científico y tecnológico? La sombra junguiana, el gen egoísta -de Dawkins- o el pecado original cristiano, parecen perseguir al ser humano en su trayectoria existencial, tan perturbadora en tantas y tantas ocasiones que nos hará cuestionar la afirmación de Alexander Pope, 

                La corriente transhumanista[15] de vigente actualidad no elimina mucha de las numerosas dudas en relación a todo lo anteriormente expuesto, y es que en realidad no está nada claro que mediante la razón aplicada (a la ciencia y a la tecnología) pueda llevarse a potenciar las supuestas capacidades humanas. La tentación de mejora a través de la genética ya tuvo sus exponentes más siniestros durante la segunda guerra mundial (con los intentos eugenésicos nazis), y no amaga en nuestros días con ser mucho mejor en su orientación. La aceleración de los procesos de evolución humana a través de la tecnología no son en modo alguno garantes de ningún progreso, y el paso a esa nueva racionalidad, liberada de sus limitaciones biológicas originales[16], mantiene sin duda los mismos ecos amenazadores de antaño, porque no podemos dejar de prestar atención a que esos mismos avances tecnológicos que tanto nos han facilitado la vida en muchos aspectos, pueden ser los causantes de nuestra propia ruina futura. Es clara la necesidad perentoria de una ética nueva que nos ayude a salir del atolladero actual que tantas dudas ofrece para su superación definitiva.

                Está claro que para debatir sobre esa nueva potencia moral tan necesaria, habrá que hacerlo a la luz de la razón, mas, también reconociendo los límites de aquella, que no son sino los de la misma ciencia. Cuestión está de grande interés y que debatiremos en próxima entrada de esta bitácora.


                Francisco Acuyo







[1] No hace falta hacer una descripción de las muchas desapariciones de civilizaciones y culturas, de las que, al fin, acabaría quedando ese instinto irracional de lo religioso, perdurando sobre lo más granado de su ciencia y filosofía.
[2] Véase como ejemplo: McCauley, R.N.: Religion Is Natural and Science Is Not, Nueva York, Osford University Press, pp. 83-143, ó, pp.254-268. Así también en este misma bitácora: ¿Dios, ingeniero genético? http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2012/11/dios-ingeniero-genetico.html  También Lipton, B. H.: La biología de la creencia, La esfera de los libros, Madrid, 2007.
[3] Guitton, J.: Mi testamento filosófico, Encuentro ediciones, Madrid, 1998.
[4] Con este término lo describía el sociólogo Max Weber.
[5] Así lo intuía la misma Virginia Wolf expresándolo en estos términos.
[6] Salmos 8, 3-4.
[7] La gramática, la retórica, la filosofía moral y natural, la dialéctica,  la aritmética,  las lenguas modernas y la historia.
[8] Mcgrath, A.: La ciencia desde la fe, Espasa Calpe, Madrid, 2015, pp. 173.
[9] Manual del caballero  cristiano.
[10] Midgley, M.: The paradox of humanism, Mercer Universituy press, Macon, Georgia, 1988, p. 193.
[11] Además de la citas de la nota 2, ver también a Hamer, D.: El gen de Dios, La esfera de los libros, Madrid, 2006.
[12] Aspecto que Carl Gustav Jung ha estudiado con profundidad y al que deberíamos acercarnos para situarnos en la realidad psicológica del fenómeno religioso.
[13] Eagleton, T.: Razón, fe y revolución: Reflexiones en torno al debate sobre Dios, Paidós, Barcelona, 2012, pp. 27, 28 y 95.
[14] Mcgrath, A.: p. 180.
[15] Nos referimos a la corriente internacional cultural que trata de mejorar la condición humana gracias a los nuevos avances científicos y tecnológicos, encabezado por científicos –genestistas muchos de ellos-  y pensadores como J.B.S. Haldane, Julian Husley, J. D. Bernal,  Nick Bostrom entre otros muchos.
[16] Bostrom, N.: Superintelligence: Pths, Dangers, Stattegies, Oxford University Press, Oxford, 2014.



Del humanismo y el transhumanismo: entre la naturaleza imperfecta del ser humano y la cognición de lo trascendente, Francisco Acuyo

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