lunes, 22 de junio de 2015

ELENO, CUENTO DE PASTOR AGUIAR

 Traemos nuevamente para la sección de Narrativa del blog Ancile, un excelente cuento de nuestro dilecto escritor Pastor Aguiar, esta vez bajo el título, Eleno.



Eleno, de Pastor Aguiar, Ancile




ELENO





Eleno, de Pastor Aguiar, Ancile


Entré a la cocina en busca de café, amanecía. Entonces se me apareció Eleno como tatuado sobre las penumbras, tan pálido que me asusté. Era la imagen de la muerte sonriendo a medias, las manos puros huesos a punto de desarmarse en vez de cumplir con el ritual de encender un cigarrillo.
_ ¿Dónde están mis fósforos?
_ Ahí hay una caja, al borde de la cafetera_ Le dije en un susurro, porque sospechaba que era un fantasma, a pesar de que la tarde anterior su hijo Paulo me había dicho lo de la enfermedad.
_ Acá la veo, gracias muchacho.
Con el primer buche de humo le vino la tos. Parecía tan débil que lo imaginé deshaciéndose como burbuja al explotar, ¡pum!, cero Eleno, jamás lo hubo. Era el miedo mío cuando me ponía a pensar en la fatalidad de haber venido al mundo. Sí, mucha cosa que ver, que sentir, pero al precio de estirar la pata alguna vez. No valía la pena, no haber vivido de seguro implicaba el desconocimiento de la vida, y lo que no se sabe no se extraña.
Pero allí estaba Eleno, cómo no iba a ser de carne y costillares si desde que tuve memoria lo vi desmochando palmas por toda la sitiería. Era el único que subía los troncos como si fuera un gato, sin aparejos, esos troncos lisos de las palmas reales. Lo veía con el cuchillo en la boca llegar a los racimos de palmiche, confundiéndose con las nubes, y con par de tajos cortarlos arrente al nacimiento. Era emocionante ver caer los racimos, desparramar los granos sobre la yerba, mordisquear algunos como si fuera un cerdo, duros que son los palmiches, carajo, solo a los puercos se les ocurre meterles el diente.
Allí estaba Eleno de color ceniza, un retazo de lo que había sido, mirándome con su risita jíbara, el cigarro en la derecha sin encontrarle la boca.
_ ¿Qué va a hacer ahora?
_ Me voy al arrozal, está enyerbándose y Paulo no le hace caso, ya sabes, lo de él son las mujeres, no tiene ojos para otra cosa.
_ Oiga, mire que ya no está para esos trajines, ¿por qué no se recuesta un rato hasta que el sol caliente?
_ Tiene que ser ahora mismo, tú no te das cuenta, es mejor que ni te lo imagines, al fin y al cabo es una sola vez, pura mierda, muchacho; pero no me queda tiempo, el arrozal me espera, quiero empaparme con el rocío; si lo vieras, ya me da por la cintura.
Yo sí sabía, al menos tenía la idea de que Eleno iba a morirse en cualquier momento. Me aterrorizaba pensar que cayera en medio de la cocina, que me pidiera algo tremendo, que me confesara un secreto fulminante. Nunca había visto al alguien morirse; muertos sí, pero los muertos son diferentes, están vacíos.
Lo dejé salir, se lo llevó una hilacha de viento mañanero, eso supuse, porque no quise voltearme para verlo dando tumbos de borracho. Ojalá tuviera tiempo para fumarse el resto de la caja de cigarrillos Competidora, que le gustaban tanto.



Pastor Aguiar

Mayo 27-2015



Eleno, de Pastor Aguiar, Ancile

1 comentario:

  1. Gracias, amigo, por la gentileza de publicarme en este importante blog tuyo. Para mí es un premio que me estimula a seguir contando con las humildes herramientas de que dispongo. Un abrazo grande.

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