lunes, 13 de enero de 2014

NIETZSCHE Y LA MUJER POR EL PROFESOR TOMÁS MORENO PARA EL BLOG ANCILE.

Para la sección de microensayos traemos en esta ocasión el trabajo del profesor y filósofo Tomás Moreno bajo el título de La mujer en Nietzsche, una aproximación harto interesante para una temática de máxima y vibrante actualidad.


La mujer en Nietzsche 1, Tomás Moreno, Ancile



LA MUJER EN NIETZSCHE (1ª parte)


La mujer en Nietzsche 1, Tomás Moreno, Ancile


I. La imagen ambivalente de la mujer en Nietzsche
Una somera aproximación al corpus de textos de Nietzsche[1] sobre la mujer nos sume de entrada en una sensación de cierta confusión: la mujer es presentada en ellos en una multiplicidad de formas absolutamente diversas, a veces incluso contradictorias. En unos, Nietzsche se manifiesta con cierta agresividad verbal, llegando a utilizar un vocabulario en exceso despectivo al referirse a las mujeres y en otros, por el contrario, refleja una disimulada, pero latente, admiración por la personalidad, la creatividad y la fuerza de la mujer. Su ambivalencia, sus múltiples registros temáticos y sus contradicciones  hacen imposible precisar con certeza si Nietzsche aprecia o desprecia a las mujeres, si las denosta o alaba.  Es por eso por lo que Amelia Valcárcel escribe al respecto que "de él se puede hacer, por ejemplo, una lectura feminista o misógina plana; los textos permiten ambas"[2].
            Lo primero que puede apreciarse en un acercamiento a la concepción nietzscheana de la mujer, es la serie de epítetos despreciativos e insultantes (estúpidas mujeres, vengativas, agresivas, mentirosas) que les dedica y las imágenes y metáforas  peyorativas -de índole animalesco- con las que suele referirse a la mujer y a lo femenino: vaca, serpiente, gato, pájaro, animal de presa, tigre, hiena. Llaman la atención sus despectivos comentarios sobre la "mujer" a lo largo de todos sus escritos, sobre todo allí donde la reduce sólo a su función sexual[3]. En la cuarta parte de Así habló Zaratustra, por ejemplo, "la mujer" no hace acto de presencia, sino en el dudoso contexto de las "hijas del desierto" y bajo la especie "encantadoras amigas" y fáciles muchachas de Oriente, las "muchachas-gatos" Dudú y Suleica, en honor de el viajero y sombra compondrá un salmo de sobremesa[4].

            Anotaciones de ese cariz se extienden ininterrumpidamente por todos sus cuadernos de notas. Es de resaltar en este aspecto cómo cuando en el otoño de 1884 Nietzsche quiso fundar una "nueva casta" o comunidad de "seres superiores"[5] prescindió por completo de las mujeres: en ese "círculo sublime" no figuraba ni una sola[6]. Al parecer para Nietzsche ninguna mujer podía elevarse al nivel de los  "seres superiores".
            Otras veces, sin embargo, lo femenino comprende en Nietzsche aspectos positivos: los conceptos de devenir, de fecundidad, de inmediatez, de autenticidad se asocian frecuentemente a la mujer o a lo que representa. Es cierto que para Nietzsche la mujer se opone al hombre como el cuerpo al alma y como la materia al espíritu. La mujer es siempre sujeto de pasión y sus acciones son las expresiones de sus instintos, mientras que el hombre es siempre sujeto del conocimiento y sus acciones son la manifestación de la razón. Naturalmente esta consideración de la mujer supone una descalificación a nivel político, social e intelectual.
La mujer en Nietzsche 1, Tomás Moreno, Ancile

            Pero, como suele ocurrir con muchos temas en el pensamiento de Nietzsche, este análisis de la cuestión podría ser invertido en cierto modo cuando, por ejemplo, en su pensamiento filosófico el instinto pase a ser considerado como más poderoso y profundo que la razón, y, a la vez, se reivindique el papel del cuerpo, el sexo y las pasiones, y entonces esos seres -las mujeres-, antes descalificados, pasarán a ser los exponentes de la posibilidad de concebir una nueva imagen del mundo y del hombre.
            Para Nietzsche la mujer tiene valores, fuerzas y cualidades que la distinguen de las de los hombres: tiene el juego, la ficción, la ligereza, la capacidad de transformación, signos todos de una vitalidad instintiva originaria, que adquieren significado propio porque son radicalmente distintos de los masculinos. Lo femenino se identifica, pues, frecuentemente en Nietzsche con lo no codificado: la vida, el instinto, la inocencia, la espontaneidad.
            Como ha señalado Wanda Tommasi, para Nietzsche:
Las mujeres, guardianas de la tradición, tienen en su apego a la costumbre, en la relación con la naturaleza y con la vida, la fuente de una continuidad con la existencia que es esencial para avanzar y para producir. La tierra, la gestación, el cuerpo, la naturaleza son símbolos de la capacidad femenina de contener en sí el pasado para abrirse al futuro. La mujer es cambiante, salvaje, bárbara, pero precisamente en esto está su fuerza, en ser completamente extraña a todo orden político, civil, institucional[7].
            Su fuerza y su valor, en definitiva, se encuentra precisamente en lo que la hace diferente. No hay, pues, una concepción unívoca de la mujer en los textos de Nietzsche,  sino una serie de concepciones diferentes determinadas por distintos puntos de vista. Y así anuncia que se referirá a la "mujer en sí", con el cuidado de entrecomillar una expresión que no reconoce como suya, "suponiendo que se sepa de antemano […] hasta qué punto son cabalmente nada más que -'mis' verdades"[8].
            Diana Carrizosa, en su valioso intento de exploración de la múltiple cartografía de la mujer en el pensamiento de Nietzsche, señala a este respecto que el corpus de textos sobre la mujer del pensador de Röcken "permite el ordenamiento de una demarcación, según la cual se dibujan series definidas que agrupan a la mujer de acuerdo con diferentes puntos de vista"[9], desde la imagen de la mujer como metáfora de
La mujer en Nietzsche 1, Tomás Moreno, Ancile
Wanda Tommasi
ciertos conceptos (mujer-verdad, mujer-vida, mujer-sabiduría) hasta su conexión con ciertas relaciones de que ella es capaz o incapaz (mujer-hombre, mujer-matrimonio, mujer-amistad) o su definición a partir de una determinada cualificación animal (mujer-gato, mujer-vaca, mujer-pájaro), sin olvidar su caracterización desde la óptica de sus más altas posibilidades creativas (como mujer-amor, mujer-embarazo, mujer-sol, mujer-tierra, mujer-arte, mujer-felicidad)  o desde la percepción que ha merecido a los ojos del hombre (mujer-reposo, mujer-felicidad, mujer-eternidad, mujer-ideal, etc.)[10].
            La posición de Nietzsche sobre la cuestión de la mujer y lo femenino es, pues, sumamente compleja y ambigua. Analizaremos los aspectos fundamentales de su conceptualización de la mujer. En primer lugar, la diferencia y el conflicto de los sexos así como las notas distintivas de la mujer; en segundo lugar, el tema de la naturaleza de la mujer; seguida, en tercer lugar, de la creación por parte del hombre del eterno femenino. Para, en cuarto lugar, adentrarnos en el tema del matrimonio y la fidelidad. Finalmente expondremos su toma de posición claramente hostil en la cuestión de la emancipación femenina.
II. La diferencia y polaridad de los sexos
La consideración de la diferencia de los sexos, o mejor de los individuos humanos -Mensch- en cuanto sexuados, adquiere gran importancia para Nietzsche, y no solo por la manera en que penetra su constitución, determina sus impulsos, sus afectos y modo de ser, su comportamiento y la consideración que tienen los individuos de un sexo respecto de los del otro, sino porque Nietzsche considera la sexualidad humana como una dimensión antropológica esencial. Ello explica la diversa actitud del hombre y de la mujer en situaciones que afectan tanto a la sensibilidad humana, a los sentimientos y afectos, cuanto a su forma de realizar su sexualidad, de desarrollar su personalidad, orientar su vida y asumir un determinado rol social. En Más allá del bien y del mal dice Nietzsche: "Afectos idénticos tienen, sin embargo, un tempo (ritmo) distinto en el hombre y en la mujer por ello hombre y mujer no dejan de malentenderse" (MBM, IV, § 85, p. 95).
            Hay sin duda en Nietzsche una precisa valoración de la diferencia femenina: tiene clara conciencia de la especifidad de lo femenino, que no se cualifica sólo en términos negativos respecto al masculino, aunque se piense como contrapuesto a él[11]. En un famoso texto de Así habló Zaratustra ("De las mujeres viejas y jóvenes")[12] se explicita claramente ese antagonismo varón-mujer, presentando sus distintos rasgos, sus numerosas vertientes biológica, psicológica, moral, sentimental y afectivo-sexual, de las que  se derivarán una serie de valores contrapuestos, expresivos de su polaridad sexual y que llegan a matizar grandemente la personalidad humana de uno y de otra.
III. Notas distintivas de la mujer
 Lo primero que hay que destacar a la hora de analizar la concepción nietzscheana de la mujer es que Nietzsche sitúa a la mujer en el orden de la naturaleza. En efecto, la mujer es más afín a la Naturaleza que el varón, y no puede crear cultura porque para ella la cultura es algo meramente exterior que no consigue afectar a su auténtica naturaleza. Para Nietzsche "lo hembra es natural, mientras que lo femenino es el resultado de una ideación, una ideación seguramente masculina, por más señas", señala Amelia Valcárcel[13].
            Ésta es su premisa -como en el caso de Schopenhauer- y de ella derivará toda una serie de corolarios que determinarán dogmáticamente su visión de la mujer y de lo femenino. En efecto, para Nietzsche "la hembra es una continuidad natural y lo femenino una máscara. Por la cercanía que las mujeres tienen con todas aquellas cosas que la Naturaleza verdaderamente es y que la Cultura por el contrario oculta pudendum-, las mujeres, antes que rebeldes, suelen ser escépticas"[14]. Nietzsche toma, pues, de Schopenhauer esta hipótesis de la continuidad sexual naturaleza-mujer, cuyos más conocidos seguidores serán Weininger y Freud.

            En segundo lugar, Nietzsche es muy consciente de la diferencia entre los sexos entendida siempre como contraposición del fuerte con el débil[15]. El hombre se incluye en la primera categoría, la de los fuertes, la mujer entre los débiles. Habla así de una realidad vital femenina, distinta de la masculina. Esa contraposición, señala Amelia Valcárcel, es la representación que usa más sistemáticamente Nietzsche para explicar la dialéctica hombre-mujer y también la dinámica moral, histórica o política en general:
La mujer en Nietzsche 1, Tomás Moreno, AncileSabemos de la existencia de fuertes y débiles porque conocemos las concepciones del mundo de unos y otros y los mundos que resultan de la acción de cada uno de estos grupos (señores y esclavos, valientes y cobardes, guerreros y sacerdotes, romanos y judíos, hombres y mujeres) [16].
            Y añade que los valores de los fuertes se fundamentan en la potencia individual, mientras que los de los débiles lo hacen sobre el instinto de rebaño aunque "no siempre esta ontología dual coincide con la frontera masculino-femenino". Para Nietzsche, "ser hembra es ser madre y ser débil", es decir ser sumisa y servir al hombre acomodándose a su función vicaria de la reproducción de la especie:
Lo femenino reconvierte ese trazo ontológico en un armazón valorativo: exagerando su debilidad se defiende de la fuerza. No hay en ello ninguna astucia, sino absoluta necesidad […]. Lo que las mujeres son se explica por lo que deben hacer. Acostumbradas a la sumisión desean normalmente servir. Y sirven a los varones, al estado, a la moral. Exageran su debilidad e implementan el instinto de rebaño [...] Lo mejor que pueden hacer las mujeres es acomodarse a su función vicaria. Ser el reposo del guerrero para cumplir así el transfundirse en el hijo que la especie gravosamente les impone[17].
            Nietzsche estaba convencido, por otra parte, de que a través de la religión y de la debilidad femenina, de cierto gregarismo e hipocresía, se podía someter a los fuertes:
¡La mujer! Una mitad de la humanidad es débil, típicamente enferma, mudable, inconstante; la mujer tiene necesidad de la fuerza para agarrarse a ella, y tiene necesidad de una religión de la debilidad que exalte como cualidad divina el ser débil, el amar, el ser humilde (o mejor, que haga débiles a los fuertes), domina cuando
La mujer en Nietzsche 1, Tomás Moreno, Ancile
consigue vencer a los fuertes […]. La mujer siempre ha conspirado con los tipos decadentes, con los clérigos, contra los “poderosos”, los “fuertes”, los hombres[18].
            Alicia Miyares ha mostrado a este respecto la clara vinculación existente entre Bachofen y Nietzsche [19] en lo que se refiere a esta identificación entre mujer y debilidad (asociada frecuentemente a religiosidad), mostrando la cara y la cruz de teorías misóginas que fijaron el valor de la debilidad como esencial de la feminidad, aspectos ambos  que no sólo serán una constante en el pensamiento misógino de todo el siglo XIX, sino que tendrán además amplia repercusión en el psicoanálisis y en el feminismo posteriores.
            Esa debilidad constitutiva de la mujer afectaría notablemente a su conducta moral, llegando incluso a despojarla de su misma eticidad: si toda mujer es débil, ninguna mujer es moral, vendría a concluir. La mujer no es individuo ético porque carece de la voluntad. Por eso, su actitud frente al varón será habitualmente la de la renuncia y la abnegación sumisa e incondicional. Nietzsche es en esto claro y contundente: "La felicidad del hombre se llama: yo quiero. La felicidad de la mujer se llama: él quiere" (AHZ, I, "De las mujeres viejas y jóvenes", p. 107).


                                                                                                         Tomas Moreno




[1] Sobre  Nietzsche y "la mujer" no abundan en castellano ensayos o trabajos  que aborden el tema  de manera especializada comparable a los editados en las últimas décadas en países anglosajones: Peter J. Burgard (ed.) Nietzsche and the Feminine, Charlottsville, London, 1994; Carol Diethe, Nietzsche’s Women: Beyond the Whip, Berlín/Nueva York, de Gruyter, 1996 y Mario Leis, Frauen um Nietzsche, Reinbeck, Rowohlt, 2000.
[2] Amelia Valcárcel, "Misoginia romántica. Hegel, Schopenhauer, Kierkegaard, Nietzsche" en Alicia Puleo, La filosofía contemporánea desde un punto de vista no androcéntrico, cap. I, p 20. Véase también: Amelia Valcárcel, La política de las mujeres, op. cit.,  p 45. En este apartado incluimos numerosas ideas y reflexiones procedentes de estos dos magistrales ensayos sobre la conceptualización nietzscheana de la mujer de la filósofa asturiana.
[3] Véanse algunas muestras: "Ella ama y mira delante de sí con tan serena confianza que recuerda la de las vacas" (A, § 67); "La mujer fue el segundo fallo de Dios" (AC, § 48, p. 84); "La mujer es, por su esencia, serpiente, Eva. De la mujer viene todo infortunio al mundo" (AC, § 48, p. 84); "Dice Zaratustra: la mujer no es todavía capaz de amistad: gatos continúan siendo siempre las mujeres y pájaros. O, en el mejor de los casos, vacas" (AHZ, Del amigo, p.94); "La mujer es, por esencia, no-pacífica, lo mismo que el gato" (MBM, § 131, p. 103); es "animal doméstico bastante delicado, extrañamente salvaje y, a menudo, agradable"; su naturaleza es la de un animal de presa con "su garra de tigre bajo el guante" […] "ese peligroso y bello gato que es la mujer" (MBM, § 239, pp. 187-189); "los bogos dicen: la mujer es una hiena" (GM, ¿Qué significan los ideales ascéticos?, § 14, p. 144). Recordemos, en fin, que Nietzsche declaró que incluso su admirada Lou  poseía el carácter del gato, esa bestia de presa disfrazada de animal doméstico.
[4] Vid.: Curt Paul Janz, F. Nietzsche. 3. Los diez años del filósofo errante, op. cit., pp. 297- 298.
[5] Casta, según Nietzsche,"a la que los espíritus y las conciencias acosadas puedan solicitar consejo; seres que no solo sepan vivir, como yo mismo, más allá de los credos políticos y religiosos, sino que hayan superado también la moral" (ibid).
[6] Curt Paul Janz, op. cit, p. 297.
[7] Vid.: Wanda Tommasi, Filósofos y mujeres, Narcea, Madrid, 2002, pp. 174-175.
[8] Más allá del bien y del mal, traducción y notas de Andrés Sánchez Pascual, Alianza, Madrid, 1972, § 231, p.181. En adelante: MBM.
[9] Diana Carrizosa, "Nietzsche: aspectos de la relación mujer-verdad", Saga, nº 4, II,  Universidad Pontificia Bolivariana, 2001.
[10] Ibid.
[11] Vid. Wanda Tommasi, op. cit., p. 169.
[12] Así habló Zaratustra, traducción de Andrés Sánchez Pascual, Alianza, Madrid, 1972. En adelante: AHZ I, "De las mujeres viejas y jóvenes", pp.105-107. Conviene leerlo detenidamente, pues constituye tal vez el epítome más completo y logrado que Nietzsche escribió sobre el tema que nos ocupa. Todos los aspectos de la relación entre los sexos pueden encontrarse en éste texto paradigmático: la adscripción de la mujer al orden natural, la polaridad y antagonismo sexual, la debilidad y sumisión como atributos de la mujer en su relación con el varón, su dominación por parte del hombre, la distinta manera en que vivencian ambos sexos el amor o el odio, su distinta percepción del matrimonio y de la fidelidad etc. Cuestiones, todas ellas, que aparecerán dispersas en el resto de su obra con variados matices pero conservando su significación esencial.
[13] Amelia Valcárcel, La política de las mujeres, op. cit, p. 46.
[14] Ibid, p. 48.
[15] Sobre esta temática vid. Luis Jiménez Moreno, Hombre, Historia y Cultura. Desde la ruptura innovadora de Nietzsche, Espasa-Calpe, Madrid, 1983, capitulo IV, La pareja humana, pp. 71-95.
[16] Amelia Valcárcel, La política de las mujeres, op. cit., pp. 45-46.
[17] Ibid.
[18] F. Nietzsche, El nihilismo: escritos póstumos, Península, Barcelona, 1998. Es, por tanto, comprensible, según Nietzsche, que la mujer, por su debilidad constitutiva,  se identifique históricamente con la religiosidad y con la promoción de los valores  religiosos.
[19] Johan Jacob Bachofen (1815-1887) etnógrafo y jurisconsulto suizo, fue profesor en la Universidad de Basilea. Su obra Das Mutterrecht. Eine Untersuchung ubre die Gynaikokratie der alten Welt nach ihrer religiosen und rechtlichten Natur, fue publicada en Basilea en 1861 (El Matriarcado, Madrid, Akal, 1987, p. 375). Como etnógrafo, seguidor del evolucionismo cultural y social, sostuvo que antes de la fase del patriarcado, y tras una etapa inicial de promiscuidad, existió una Ginecocracia, un orden de descendencia basado en la línea materna. Alicia Miyares escribe al respecto:"La relación estrecha entre mujer y religión, con el telón de fondo de la debilidad, fue puesta de relieve por Bachofen. Éste estaba convencido de un estado matrilineal como forma antigua de parentesco. Para argumentar su hipótesis recurrió a la religión y mantuvo que a través de ésta las mujeres se liberaron de la tiranía sexual de los hombres. El sexo débil gracias a su religiosidad fue capaz de someter al más fuerte. Nietzsche comparte el supuesto de Bachofen; mantiene que la debilidad de la mujer encuentra su acomodo natural en la religión. La debilidad  es la característica común a las mujeres y la religión, de su unión ambas salen fortalecidas" ("Hacia una 'nueva espiritualidad': misticismo contra feminismo", en Amelia Valcárcel, Rosalía Romero (eds.) Pensadoras del siglo XX, Instituto Andaluz de la Mujer, Sevilla 2001, p. 174).  





La mujer en Nietzsche 1, Tomás Moreno, Ancile

4 comentarios:

  1. Admiro mucho estos trabajos tan detallados y enriquecidos bibliográficamente. Aprendo mucho sobre el pensamiento unioversal. Un abrazo, amigos, ambos. Feliz año.

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  2. Excelente ensayo, Profesor Tomas Moreno. Es un placer la lectura de sus trabajos.

    Reciba un cordial saludo desde Miami.

    Jeniffer Moore

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  3. En Sobre la amistad: ..la mujer no es todavia capaz de amistad.Y continua....,,PERO DECIDME VARONES, quien de vosotros es capaz de amistad? No vemos la misoginia si acotamos la lectura...,es una reflexión sobre un deseo: creer en la existencia de la amistad tras admitir la verdad de la camaradería.
    Comentado con la humilde premisa de la ignorancia filosófica.

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  4. En Sobre la amistad: ..la mujer no es todavia capaz de amistad.Y continua....,,PERO DECIDME VARONES, quien de vosotros es capaz de amistad? No vemos la misoginia si acotamos la lectura...,es una reflexión sobre un deseo: creer en la existencia de la amistad tras admitir la verdad de la camaradería.
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