jueves, 4 de abril de 2013

EN POETAS INVITADOS DEL BLOG ANCILE: NORA NANI


Traemos con mucho gusto  a la sección de Poetas invitados del blog Ancile, a la poeta nacida en la ciudad de Leones, Argentina, Nora Nani. Poeta singular donde las haya nos ha dejado en la páginas de nuestro medio digital una feliz muestra de su arte poética para disfrute de los interesados en esa manera directa, sencilla, extremadamente personal  de decir el verso y que nos habla, en cualquier caso, con voz profunda, sentida y avisada de las cosas más delicadas del alma, y todo para deleite de los espíritus más dilectos que gustan de las particularidades y, al tiempo, de los signos universales que nos hace partícipes la poesía.

Nora Nani, en poetas invitados, Ancile



EN POETAS INVITADOS 
DEL BLOG ANCILE: NORA NANI



Nora Nani, en poetas invitados, Ancile



BIOBIBLIOGRAFíA



NORA NANI  (1946) Nace en  la ciudad de Leones, provincia de Córdoba,  Argentina, lugar en el que aún reside dedicada por entero a la floricultura y  la poesía.
Publicó en papel los poemarios:
CIRUELAS. Edición de la autora, 1971.
LOS FUNERALES DE LA SANGRE.  Ediciones Antares, 1976.
DIRE TU NOMBRE.  Edición artesanal  Casa del arte, 1985. Segunda edición: Milton editores, 1988.
MANERAS DEL SILENCIO.  Edición de la autora, 1997.
Y en formato digital, el poemario:
EL LIBRO DE LA LLUVIA.  Ediciones  Emooby. Brasil.2012
El resto de su obra poética publicada se encuentra dispersa en numerosas plaquetas, antologías y diversos medios de difusión de Argentina  y del extranjero.
Posee además una cuantiosa obra inédita, entre otros los siguientes poemarios: 'Poemas con pañales', 'Oficio de luz', 'Con los ojos de antes', 'Los espejos del canto', 'El libro del jardinero', 'Los payasos de la luna' y 'El libro de la memoria'.



Nora Nani, en poetas invitados, Ancile


POEMAS




EL BESO




Es un pájaro ciego que te sueña
en lo profundo que el amor instiga;
va gestando la luz de su fatiga
para tender su corazón de leña.

Y allí se quema entero y se despeña
como pan de ternura por la miga,
pan que busca su vértigo de espiga
en remolinos que el orgasmo preña.

Y desnace a su muerte cotidiana
cuando el aire lo nombra y lo perdona
desmañado el aliento en la mañana.

Sólo un barco que encalla y que detona
arrimado al brocal de tu presencia,
hecho vida de sombra y permanencia.




CANCIÓN PARA UN INSOMNIO



Quiero rimar la noche con el sueño
y digo carbón.
No sé. Por decir algo.
Por alzar las tramperas de la sombra
y descubrir su luto estrepitoso
de estrellas,
chispas
de una hoguera espléndida.
Estado de vigilia.
Catatonia de los límites.
Dibujo ojos
que narré durante el día
en chimeneas pródigas
de prolija obscenidad.
Vuelvo atrás
y recojo en el fuego diurno
algún olvidado designio,
lo repaso con furia o con cariño,
inevitablemente
le cambio algunas fichas,
palabras que equivocaron lugar,
personajes que perdieron
su identidad de esquina,
gestos que se desdoblan
en palomas y en gatos,
vuelvo a construir el paisaje,
el retazo de vida que me ronda
y otra vez la luna
en carcajada de luz
me declara inocente.
¿Quién dijo que los inocentes duermen?
Es un estrépito la caravana
que transcurre mi sangre
y una matemática feroz
vuelve a pedirme una rima.
Rimemos insomnio y camino.
Ocurre la noche
y repito los sitios que anduve:
ademanes, congojas, risas...
Me sigue doliendo la palabra
como un grano en el silencio.
Las piernas tiemblan
con temblor de caminata
y sólo las venas trazan los pasos
que vegeta el cielo
entre movida de ángel
y peón del demonio.
Me alejo. ¿Iré a dormirme?
Este es un paisaje que desconozco.
Pero ya me está trazando un árbol.
¡Qué borre ese árbol!
¡Qué borre la despedida de ese árbol!
Debo detenerme. Algo de familiar
tiene en el pasamanos
de su corazón.
Entonces pensaré en alguien,
en alguien que rime con ese árbol,
porque ese árbol vuelve a ser día
detrás de los párpados,
y pude haberme sentado
a su sombra
o celebrado algún rito
que no recuerdo
o un personaje que vive de ardilla
ató mi cintura
al humo de los trenes...
Ya estoy viajando
por las vías cercanas del árbol
en un tren que oprime la rutina
y sé que ahora no quiero dormirme
porque voy a pasarme,
me pesan los ojos
pero ya llegamos,
rimo sueño con destino
y no sé por qué
se me ocurre madrugada.



UNA CHICHARRA



Me molestaba el ruido.
Pero quizás era el canto:
su grito de amor,
el conjuro desvelado.
¿Desafinaba de alas o de patas
mi pequeña mensajera
del sol,
opaca y chirriante
como una moneda sucia
que el verano desgrana?
Pero quizás era el canto.
Y yo no sabía
que se puede aserrar el aire
así
con tanta abundancia
de llaves derramadas,
con tanta lamentación
en el sonido,
con tanto vidrio atravesado
por ojos insolubles,

oh descarada y terca
juntando en la saliva de los astros
la manera del aullido
y el tono que convoca la asfixia.

Hoy maté una chicharra.
Porfiada de altas monotonías
era un puñal en el pecho del aire.
Maté su insecto desbocado,
su insolencia de vida,
su perfil de flecha en mi distancia.
Hoy maté una chicharra.
Un bicho pequeño
con cara de langosta tristona.
Una ternura destemplada
poniendo agujas en mi silencio.

Pero quizás era el canto.



TENDIDA EN LA HIERBA



Nunca se pone más ángel la noche
que cuando la mira
mi corazón
derramado en la hierba.
Allí va entrando
a un zoológico de estrellas,
nombra a las bestias en su redil poderoso,
pasa lista a sus vientres de humo
y ya listo el pastoreo de azul y de milagro,
les arropa las aristas
con siluetas de nube
y las entrega al corral del vértigo
como a una cajita
que madura toda la eternidad
en su sonrisa.
Después vuelve
—mi corazón, digo,
cumplida su tarea de angelical
la noche—
regresa a la cueva de mi pecho
donde
yo lo espero desnuda
con toda la inmensidad
a cuestas.





Nora Nani, en poetas invitados, Ancile


POEMAS INÉDITOS




HOY




Con lo torpe que estoy esta mañana
podría morirme
en una olla de agua caliente.
Podría encender la luz
con la perilla del gas
y dejar que el aire juegue
sus chispas estruendosas.
Hasta podría tender la cama
con el mantel de los domingos
y poner a dormir un silbo
junto al filo de un tenedor.

Todo podría pasarme hoy.

No hay trenes más veloces
que la memoria.

Y la memoria es insensata.
Comete imprudencias sin saber
que yo estoy trepada a las cornisas...
Que podría tumbarme
con su aliento
y convertirme en un ángel
chapucero y roto.

Por eso, prolija,
me despeino a cachetadas,
me obligo a estarme quieta,
a dejar la voz
colgada en el perchero del living
y quizás
hasta la olvide algún día,
cuando el polvo le borre los matices.

Pero hoy
nada se queda en su sombra habitual.
Soy capaz
de salir por las calles
hasta que el cielo me derrumbe...

No le hago caso a mis designios
de pura torpeza desangrada.
De torpe nomás
elijo lo imposible,
meto el dedo en la salsa caliente,
me convierto en templo sepulto de ladrillos,
ando
de moretón en rasguño
de sueño en serpentina
de terrón en maleza
de niña en anciana.

De torpe nomás,
de puro torpe desmedida
esta mañana
hasta puedo enamorarme.


ENTRE EL DIA Y LA NOCHE




Todo lo que ocurre a la luz del día
es una sinergia de la memoria.
Las cosas se definen
en la clara constancia del amanecer.
Es como si el sol les prestara utilidades
y uno puede decir con seguridad:
esta es una mesa,
la mesa en la que me apoyo,
que sostiene un plato o un libro,
que me alimenta la sangre y el alma
con su origen oscuro y franco.
Y esta es una cama,
la cama de las lentas meditaciones,
la del sueño y el amor,
la del nacer y el morir...
Las sillas,
las sillas que guardan mi cansancio
y sostienen mi espalda
hasta que retrocedo en los milenios
y ya no memoro
mi forma vertical y humana.

Todo tiene la óptica diaria
a la luz del día,
la segura presencia de las cosas que amamos,
la cadenciosa injuria de la jaula que nos contiene
y nos presta con familiaridad
el límite de sus paredes, de su pienso y de su agua.
Oh ¡la ternura de la jaula!
Poder entrar y salir por sus puertas al mundo
y dejar que el mundo habite
en el centro de sus rincones venerables...

Pero cuando la noche acecha
y las sombras se visten con ropajes ajenos,

¿quién puede definir los límites?
¿quién se evade de las rondas torpes?
¿quién deja
a su animal melancólico en el sitio exacto?



UN REGALO




Un regalo no debe servir para nada.
Un regalo
debe ser una pluma que te toque el corazón,
una piedrita que te repita el origen,
un escarabajo, una flor, una hoja seca.
Un regalo debe parecerse
a una lágrima o a un suspiro,
a una mirada, a una caricia o a una sonrisa.
Un palito que arrastró el viento
es un regalo.
Una pelusa que guardó el tiempo en los bolsillos
es un regalo.
El sonido cómplice que sueña el ave
es un regalo.

Y no es verdad
que un regalo no sirva para nada:
puede plancharte la melancolía,
calentarte las ganas,
ponerte un moño en las pestañas
para seducir la noche...
Puede volverte ágil y joven,
hacer nuevas las cosas de siempre,
apretarte el silencio hasta exprimir un poema.

Así son los regalos:
un toque de infinito en la madera del alma.



(Poemas extraídos del libro inédito Desde Siempre (2012)


                                                                               Nora Noni


Nora Nani, en poetas invitados, Ancile



1 comentario:

  1. Gracias, amigo, por este regalo. Conozco a la poeta desde hace poco más de un més, gracias a Jeni. Me encanta con esos temas intimistas, cotidianos, enriquecidos con una imaginación envidiable. Un abrazo.

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