martes, 2 de abril de 2013

EL SUEÑO DEL TIEMPO O EL TIEMPO POÉTICO


La poesía, como ejemplo proverbial de arte temporal (recuerden a Leissing) ofrece motivo de un discurso acaso interminable sobre la naturaleza del fenómeno poético y de la propia concepción del tiempo. Nueva entrada para la sección de Pensamiento del blog Ancile para todos los interesados en tan fascinantes temática, extraído del conjunto inédito titulado El tiempo poético.



El sueño del tiempo o el tiempo poético, Francisco Acuyo, Ancile



EL SUEÑO DEL TIEMPO O EL TIEMPO POÉTICO  




El sueño del tiempo o el tiempo poético, Francisco Acuyo, Ancile



DESDE el momento mismo que barajamos la posibilidad de que sucesos no causales sean no ya posibles, sino incluso reales, cabe pensar que el tiempo poético quizá subvierta en una suerte parecida al «seguro azar» que no clarifica en muchos casos el acaecer (y acontecer) de sucesos en el devenir del poema, pues no sigue unas leyes de causa efecto ordinariamente temporales, digo del presente que atrás observa el pasado y hacia adelante el futuro. El lance de dados mallermiano no solo no abolirá el azar, sino hará que cobre una dimensión nueva la aleatoriedad de cada tirada posible, pudiendo parecernos en su resultado poco o nada azarosa.
      En poesía, el tiempo tiene una concepción singularísima: hace expedito el paso hacia una inteligibilidad distinta, instintiva, que nos conecta, nos vincula o nos integra a través del poema a una realidad fuera de tiempo, a un mundo anterior, si no desconocido, sí al menos enigmáticamente no previsto.
      Navegamos unas veces en poesía por un tiempo causal, que se rige por la irreversible flecha del tiempo propia de los seres vivos que perciben; otras por una marea inexplicable donde no se concibe el antes  ni el después, incluso el presente es como un eco inaprensible: sólo percibimos una dinámica extraña, y el tiempo es una extensión del movimiento celeste» que diría Philos de Judaens.
      ¿Participa la poesía, en virtud de un grado inquietante de extraña percepción, de la capacidad de revelar, a través de imágenes intuitivas, un conocimiento apriori. Parece que la locura, la posesión platónica del poeta infiere en la estructura y concepción temporal de forma expresa; la affectio poética incide en esta
El sueño del tiempo o el tiempo poético, Francisco Acuyo, Ancile
potencia de revelación. Acaso a través de la poesía el hombre alcanza una forma de expresión donde la naturaleza se vierte plenamente, en un instante único donde la conciencia y la realidad externa se presentan unívocamente.
      Bajo el influjo del pensamiento de Leibniz, cabe pensar que la poesía no se vierte como cognición (conocimiento puramente conceptual), sino como conocimiento perceptivo en cuanto que se compone de imágenes dispuestas como simulacros sin tema: ofrécese la poesía como un todo, una urdimbre estrechamente entretejida a la conciencia y al mundo.
      La poesía muestra su peculiar naturaleza deducida de su singular fenómeno expresivo y que, en no pocas ocasiones, mantiene indistintos el objeto del sujeto; el observador de lo observado, in-vocando una suerte de visión ontológica que avoca a la unidad del ser expresada en un lenguaje con carácter esencialmente acausal.
      la poesía, como acto creativo, participa de un movimiento eterno que no tiene antecendente, así su inefabilidad proviene en muchos casos de que la causa originaria de la cual participa no es siquiera imaginable conceptualmente. Exige la poesía de una atención que necesita de la misma gracia espontánea del acto creativo que nos despierta y libera del tiempo; es la voz que nos reconcilia con la naturaleza ajena a la ilusión de un transcurso temporal, y que vive en un movimiento que, aunque se mueve, siempre está quieto; que no es permanente, pero que tampoco deja de serlo.
En poesía el tiempo es inherente de forma esencial a la vivencia humana; el tiempo, como engendro de la conciencia, no puede medirse, y el yo que lo escenifica queda como una vaga aprehensión de la realidad. El instante poético es un momento donde nada nace y nada muere, donde no hay nada en que buscar principio ni esperar fin; instante sin límites que se desliza en un lapsus eterno.


SI CON PARMÉNIDES EL TIEMPO comienza a adquirir ese sentido problemático que lo va a caracterizar como materia de discusión filosófica, es con la poesía que se infiere la necesidad de una discusión cuya perspectiva requiere de una luz diferente; luz vivificante y totalizadora donde el conflicto entre libertad e inteligibilidad humanas encuentran conciliación. Si en la lógica filosófica el tiempo se opone a la eternidad e inmutabilidad del ser, es con la poesía que adquiere el carácter de imágen inmóvil de la eternidad.
Acaso sucede la ilusión del movimiento con clara conciencia de su devenir estroboscópico, pues las fuentes que estimulan la percepción de su cinética están quietas por ser eternas, y el manantial prístino de donde beben, deviene a través de los siglos hasta ahora como fuente primera que ilusoriamente nos transita.
      El tiempo en poesía quizá contenga algo del carácter agustiniano de extensión del alma, y sucede que,
El sueño del tiempo o el tiempo poético, Francisco Acuyo, Ancile
inevitablemente, obtendremos una concepción diferencial de lo que entendemos habitualmente como realidad temporal, y la visión conceptual cotidiana de dicha realidad no acaba de complementarse con la realidad del tiempo poético.
      El «tiempo poético no es lineal», fluyendo obvia e indefinidamente fuera de cualquier suceso; el tiempo poético está implicado y sucede como acaecer, donde la percepción y la naturaleza del tiempo dejan de ser independientes para ser holísticamente entendidas, orgánicamente aprenhendidas y, en definitiva, implícitas en el cosmos mismo que sucede y acaece.
Tiempo y poesía se cierran sobre sí mismos. La condición límite de la poesía es que no tenga límites. En poesía -en su acaecer- lo que no es posible tendrá opción de suceder tal vez concretándose en la realidad, rigiendo el tiempo poético en el principio, de modo idéntico que cualquier otro instante.
      La poesía no vive el mundo como una ilusión mística, nos demuestra que sólo es apariencia, pero al mismo tiempo ofrece lo indiscernible entre la realidad y su problemática y la de la existencia humana. No obstante, la poesía expone la diversidad del mundo lejos del equilibrio o de comportamientos razonablemente coherentes. La poesía es la inestabilidad misma -el caos- que explica la realidad sin reducirla a una apariencia. La poesía proporciona la interacción perceptiva del que observa y toma una imagen del mundo y, al tiempo, arrastra en su dinamia todo aquello que lo circunda. En poesía es el caos y no la cuantificación o la medida de la realidad, lo que nos permite evaluar el precio con que el hombre paga su existencia.


                                                                                                Francisco Acuyo



El sueño del tiempo o el tiempo poético, Francisco Acuyo, Ancile

1 comentario:

  1. Una exposición excelente, en la que nos acercamos a la Poesía desde esa intuición integradora que nos hace uno con el Universo. Qué tema tan bello, tan interesante..."El instante poético es un momento donde nada nace y nada muere, donde no hay nada en que buscar principio ni esperar fin; instante sin límites que se desliza en un lapsus eterno." Qué maravilla compartir el conocimiento, y la Poesía que habita en la Verdad y la Belleza.

    Muchas gracias, Francisco.

    Un cordial saludo
    Jeniffer Moore

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