lunes, 30 de julio de 2012

JORGE ESTRELLA, INVITADO DE HONOR A LA POESÍA


Nos complace y honra muy especial y gratamente traer en esta agraciada ocasión a nuestro blog Ancile al filósofo, epistemólogo, narrador y ahora poeta Jorge Estrella. A la sazón compañero de sabiduría y fraternidad del maestro Desiderio Papp, de cuyos libros nutrió su espíritu con toda modestia quien suscribe con premura estas líneas de introducción, por lo que manifiesto aquí mi deuda del todo impagable a su labor nunca suficientemente ponderada en el ámbito de la difusión y el mejor entendimiento de la ciencia, y quiero, así mismo, que sirva de humilde pero sentido homenaje a su memoria esta exigua y acaso indigna semblanza para tan alto y avisado espíritu. 
La inclusión en nuestra sección de Poetas invitados de Jorge Estrella, creemos que es emblemática, en tanto que nunca pudimos obviar las profundas relaciones entre el saber y el conocimiento aportado por la filosofía y los caminos, en muncho momentos enigmáticos, de la poesía en conexión con la misma filosofía, en sus aportaciones y manifestaciones de belleza y verdad que, desde luego, también tienen mucho que decir en relación a lo que en el mundo no puede expresarse y aprehenderse, sino por la vía de la conexión o de la integración única que aporta, en su impulso creativo, el poema, y todo para mayor gloria de la más refinada faceta de la sabiduría que es capaz la conciencia humana.
Aportamos pues, en esta entrada de nuestro estimado blog, primero, una aproximación curricular de nuestro autor, así como una semblanza profunda y muy sentida de Jorge Estrella sobre Desiderio Papp (amigo de nuestro autor e historiador de referencia en el hoy ineludible dominio de las ciencias) y, finalmente, unos poemas en prosa (o, en prosa poética), que le señalan como delicado adepto al ámbito de la creación y de la expresión poética.


Jorge Estrella, invitado de honor a la poesía, Ancile



JORGE ESTRELLA, INVITADO DE HONOR A LA POESÍA




BREVE APROXIMACIÓN CURRICULAR A JORGE EXTRELLA


Jorge Estrella,  Maestro Normal Nacional, Escuela Normal Mixta 'Juan Bautista Alberdi', S. M. de   Tucumán, 1956; Profesor de Filosofía, Universidad Nacional de Tucumán,1962;  Profesor de Estado (mención filosofía), Universidad de Chile, Santiago, 1977; Doctor en Filosofía, Universidad Nacional de Tucumán, 1995; su área de especialización es la  Epistemología, Historia de las ciencias y la Lógica.
Entre los cargos que ostentó u ostenta se encuentran: actual Profesor de Introducción al Universo Científico, en la Facultad de Humanidades, UNSE, Santiago del Estero; fue Profesor Titular de  Filosofía de las Ciencias, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile (1967-1968; 1975-1993); Profesor Titular de Filosofía de las Ciencias, Facultad de Filosofía y Letras, UNT (Tucumán, 1993-2006); docente, en el pasado, de otras universidades: Universidad Metropolitana de Ciencias  de la Educación (Santiago, Chile, 1983-1993);Universidad Provincial 'Sarmiento' (San Juan, 1965).
Jorge Estrella, invitado de honor a la poesía
En cuanto a sus publicaciones más relevantes: es autor de más de 500 artículos aparecidos en revistas especializadas y en suplementos de periódicos de Argentina y el extranjero (Ejs.: 'Artes y Letras' del diario El Mercurio, Santiago de Chile; 'Suplemento Literario' del diario La Gaceta, S.M.de Tucumán). Su nombre está incluido en cuatro antologías argentinas de narrativa. Es autor de los siguientes libros: Cuartelario y otros cuentos, Ediciones del Consejo Provincial de Difusión Cultural de la Provincia de Tucumán (Premio Pablo Rojas Paz, bienal para el NOA 1963-1965), S. M. de Tucumán, 1967; Manual de Lógica proposicional, Ed. Kalco, S. M. Tucumán, 1975; La antropología de Félix Schwartzmann (coautora: Margarita Schultz),    Ed. Universitaria, Santiago, Chile, 1978; La inducción - I, Ed. Universitaria, Santiago, Chile, 1978; La inducción - II, Ed. Universitaria, Santiago, Chile, 1981; Ciencia y filosofía, Ed. Universitaria, Santiago, Chile, 1982; La flor en la piedra, Ediciones Olocco, Santiago, Chile, 1982; Argumentos filosóficos, Ed. Andrés Bello, Santiago, Chile, 1983; Teoría de la acción, Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago, 1987; Viejas y nuevas fronteras de la ciencia (coautor: Jaime Cordero), Ed. Universitaria, Santiago, Chile, 1988; De Galileo a Einstein (coautor: Desiderio Papp), Ed. Hachette, Santiago, Chile, 1989; Teorías sobre la vida (coautor: Desiderio Papp), Ed. Hachette, Santiago, Chile, 1989;  La ciencia: pasado, presente y futuro (coautor: Jaime Cordero), Ediciones de la Universidad de Santiago de Chile, Santiago, 1990; La filosofía y sus formas anómalas, Ed. Hachette, Santiago, Chile, 1991; Conocimiento y biología, Ed. Hachette, Santiago, Chile, 1991; Cruce de caminos - Prosa breve, Ed. Hachette, Santiago, Chile, 1992; ¿Tiempo o eternidad? - Ensayos, Ediciones Dolmen, Santiago, Chile, 1994; Breve Historia de las Ciencias en el siglo XX (coautor: Desiderio Papp), Ed. Claridad, Buenos Aires, 1996; El universo hoy, Editorial Universitaria, Santiago, Chile, 1998; Filosofía en Chile, Ediciones de la Universidad Andrés Bello, Santiago de Chile, 1999; Cuatro ensayos sobre la razón (coautor junto a S. Schkolnik; N. Zavadivker y G. Vega Caro),   Ediciones de la Facultad de Filosofía y Letras, UNT, 2000; Escenas de provincia, Ediciones de la Facultad de Filosofía y Letras, UNT, 2002; De la diversidad de gentes (coautor: Samuel Schkolnik), Ediciones de la Facultad de Artes, Universidad de Chile, Santiago, 2005; ¿Naturaleza o cultura?, Ediciones de la Facultad de Artes, Universidad de Chile, Santiago, 2005;  Relatos escogidos, Ediciones del Rectorado, UNT, 2006; Tres ensayos sobre la evolución (coautor: Roberto Navarro), Ediciones de la Facultad de Bioquímica, Química y Farmacia, UNT, S.M.de Tucumán, 2007; y la novela Crímenes sin castigos, Ed. Dunken, Buenos Aires, 2008.
Ejemplos de ensayos publicados: La Philosophie au Chili, en Contemporary philosophy, Volume 8 (Philosophy of Latin America), Kluwer Academic Publishers, The Netherlands, 2003. Este trabajo ha sido solicitado por el Institut International de Philosophie; Naturaleza y destino de las Humanidades, en revista Anales de la Universidad de Chile (pgs.13 a 75), sexta serie, nº 4, febrero de 1997.
Algunas traducciones de relevancia: Nature's Imagination (Roger Penrose, Gerald Edelman, John Barrow y otros), Ed.Universitaria, Santiago, Chile, 1997; The nature of space and time (Hawking-Penrose), Ed.Universitaria, Santiago, Chile, 1997.
Es director de la Revista de Filosofía, Universidad de Chile, desde 1981 y hasta 1997.
Tiene los premios siguientes: Primer premio ensayo (José Martí) para autores iberoamericanos, Asociación de Críticos y Comentaristas de Arte, Miami, USA, 1985. Texto premiado: Tres razones para la libertad; Primer premio narrativa (Hernández Catá), para autores iberoamericanos, de la misma institución, Miami, USA,1983. Relato premiado: El tren; Primer premio narrativa (Pablo Rojas Paz), del Consejo Provincial de Difusión Cultural, Tucumán, para autores del noroeste argentino, bienal 1963-1965. Libro premiado: Cuartelario y otros cuentos.
Pertenece o ha pertenecido a las siguientes sociedades científicas: desde 1987 ha sido Vice-Presidente (y a cargo de la Presidencia en  reemplazo del Dr. Desiderio Papp desde 1990 a 1997) del Grupo Chileno de Historia y Filosofía de las Ciencias (afiliado a UNESCO); desde 1988 el Institut International de Philosophie (París), por sugerencia de Mario Bunge, lo ha designado representante en Chile. La tarea central para dicho Instituto consistió en enviar anualmente reseñas de cada uno de los libros de filosofía aparecidos en Chile. Ha cumplido con ese trabajo regularmente desde 1988  hasta 1997 y las reseñas se publicaron en la Bibliographie de la Philosohie, cuya periodicidad es trimestral y cubre la bibliografía filosófica mundial; desde 1985, miembro del Instituto de Epistemología de la Facultad de Filosofía y Letras, UNT, Tucumán.
Asistió a congresos de la relevancia del XV Congreso Mundial de Filosofía, Sofía, Bulgaria, septiembre de 1973. Luego de enviar su ensayo La loi et le réel, ha sido invitado como Vice-Presidente de la Sección Metodología de la Ciencia, e invitado por la Pontificia Universidad Católica de Chile como uno de los cinco expositores del Coloquio Internacional: Racionalidad e irracionalidad en la ciencia (Santiago, 27-29 de octubre, 1998). Trabajo presentado: Identidad y asimetrías. Los cuatro expositores extranjeros restantes fueron: Gilles Gastón Granger (Francia), Nicholas Rescher (USA), Paul Weingartner (Alemania), Newton Da Costa (Brasil).
Como investigador, evaluador, director de tesis y de cursos de postgrado sólo haremos mención dada su innumerable actividad en dichas actividades.


Jorge Estrella, invitado de honor a la poesía


DESIDERIO *



*"Desiderio Papp fue un notable  historiador de las ciencias. Durante la segunda guerra mundial huyó de Europa y se radicó primero en Argentina, después en Chile. Falleció a los 98 años. La editorial española Espasa Calpe publicó gran parte de su obra. Tuve el privilegio de formarme a su lado y juntos escribimos dos libros publicados por Hachette en Chile, en 1989 ("Teorías sobre la vida", "De galileo a Einstein") y "Breve Historia de las ciencias en el siglo XX", Ed. Claridad, Buenos Aires. Nos unió una intensa amistad durante los años que viví en Chile.
El texto que sigue es un relato testimonial en memoria del amigo.”

Jorge Estrella. Tucumán, Argentina. 20 de Julio de 2012

YERBA BUENA (Tucumán)

Jorge Estrella testimonia en este relato los últimos días de su maestro Desiderio Papp, profesor en la Universidad Nacional de Tucumán, Argentina,  en la década de los años cuarenta. Historiador de las ciencias, autor de una voluminosa obra escrita, tuvo el raro talento de exponer con sencillez los más variados temas científicos y de advertir en ellos los asuntos filosóficos fundamentales. De origen austro-húngaro, fue miembro efectivo de la Academia Internacional de Historia de la Ciencia (París); ejerció la docencia en universidades argentinas, chilenas y uruguayas; y falleció en Buenos Aires en 1993. Jorge Estrella fue discípulo suyo y amigo personal.

Tengo 98 años. No los recomiendo. Los días han perdido su espera y ahora se remansan en algo así como una laguna bajo la niebla. Los rumbos en el tiempo y en el espacio se borran. Nunca estoy seguro del lugar en que me encuentro. ¿Santiago de Chile, Praga, Bucarest, Viena, Buenos Aires? Debo preguntar a Mona, mi mujer, para saberlo, pero luego se me olvida y vuelvo a habitar el mundo plural que me tocó en suerte, difuso de pasado. Debo vivir el presente desde antiguas evidencias, como el escritorio o mi sillón que supe conservar en mis derivas. Ayeres y mañanas se arremolinan en este presente plano, y me hallo indefenso en él. Mi mujer sonríe ante mis repeticiones -dice-, ante mis preguntas reiteradas. Ella no entiende.
Jorge Estrella, invitado de honor a la poesía
Cuando relato el día en que estalló la Primera Guerra Mundial, quienes oyen no pueden entender que aquel carruaje donde viajaba hacia mi colegio sigue rodando en el pavimento de piedras, sigo apeándome de él frente al edificio donde gritan el alborozo de la violencia recién iniciada. No son recuerdos: estoy ahí, sintiendo mi asombro y mi tristeza de adolescente ante esa fatalidad recibida con entusiasmo por mis prójimos. Aún puedo escuchar el graznido de los gansos que caminan meneándose sobre la granza, camino de la acequia, haciéndose eco del jolgorio humano.
Cuando debo asistir a un acto cultural en que se presenta un libro o me piden que comente la conferencia de algún expositor, debo hacer un esfuerzo mayor para dejar la charla que estoy sosteniendo con mi padre, rabino él en Praga, donde discutimos. El insiste en quedarse allí ante la evidencia de la invasión nazi. Ambos caminamos sobre el empedrado del barrio judío de casas altas. Y respetuosamente le estoy diciendo que emigraré hacia América del Sur, por España. Pero es la discusión entre un creyente y un ateo: él apuesta a la bondad de su dios; yo, a la perversidad alemana. Mucho más tarde, estando en Tucumán, me enteraré de que él, mi madre, hermanas y hermanos fueron asesinados por los comunistas. Curioso, pero él tendría razón: su dios lo protegió de los nazis y sólo sobrevivió para ser víctima del comunismo. ¿Cómo preferir la exposición de un desconocido que me aburre a la elevada conversación con mi padre, en Praga, donde ambos estamos definiendo nuestra suerte diversa? Es Mona quien me saca del lugar elegido para señalarme que este de la conferencia es el único lugar donde estoy. Eso es falso. ¿Quién está en el lugar donde está? ¿Acaso ese espacio que nos cobija no es fruto de sueños y recuerdos a los que debemos el estar allí?
-Estás en Santiago de Chile -me dice ella-, en la calle Londres, donde funciona tu Instituto de Historia de las Ciencias y escucharás una charla sobre Giordano Bruno, a la que debes comentar después. Escúchala bien.
-Sí, claro, Giordano Bruno... como mi padre, pero al revés: aquel, víctima de la religión; este, víctima por religioso.
Pero Mona no entenderá; son desvaríos míos para ella. Y sin embargo sé que sólo por ella estoy vivo. Me alimenta, me baña, ordena y administra mis remedios, me lleva al médico, conoce mejor que yo mis síntomas. Sabe mis comidas y vinos preferidos y siempre estarán a mano. Pero temo indefenso esa protección amorosa, porque sé que ella prefiere vivir en Buenos Aires, donde tiene una hija y dos nietas pequeñas a las que ve poco. Y está amenazando con llevarme a vivir allá.
-Es Jorge, querido -la oigo decir-; viene a visitarte a Buenos Aires.
-¿Jorge? ¿De Santiago? -pregunto mientras estrecho la mano huesuda de mi amigo-. ¿Acaso no estoy en Santiago?
-No, maestro, en Buenos Aires.
-Ella me trajo, yo quería quedarme en Santiago.
Los días se cuelan como el viento bajo la puerta en una tempestad. Los veo venir cuando ya se fueron, confundo los pasados con los que vendrán, doy por hecho lo que sólo era anuncio. Y prefiero instalarme en los más remotos de mi infancia, contar el número de aquellos gansos, verlos marchar hacia la laguna, meneándose, con esa jactancia inmotivada y pendenciera que tienen. Pisar desde el estribo el rayo de la rueda de aquel carruaje que me transportaba al colegio, sentir su sólido encuentro con el empedrado del camino. O atender el cuidadoso detenerse del caballo que lo lleva, para defecar su trenza de estiércol verde, perfumado a bosques y a pastizales de los campos.
Desde mucho tiempo atrás Mona me alienta a cumplir lo que a muchos suena como delirio: llegar a los cien años. Hice mía esa apuesta insensata. Y como si fuese uno de los muchos libros que escribí, puse convicción y esperanzas en concluirlo. Cada día era visto como una señal de acercarme más a la meta. Aunque después esos días se fundían todos en uno y era la misma expectativa que sobrevivía, incierta, desnuda. Entonces era Mona quien debía informarme cuánto faltaba, cuánto había pasado, del mismo modo que me indicaba dónde estaba. Siempre sostuve que el tiempo de la vida y el tiempo mecánico de la física no pueden identificarse. En las máquinas nacidas de la ingeniería es la organización espacial la que define sus propiedades.
Jorge Estrella, invitado de honor a la poesía
Por eso una máquina (de combustión interna, por ejemplo) podrá ser detenida y echada a andar nuevamente mientras se conserve esa organización espacial de sus componentes. Los organismos, en cambio, han apostado a su organización en el tiempo: destruyen sus elementos en los procesos catabólicos y deben rearmar otros nuevos que los sustituyan, interminablemente. Y si se detiene su mecanismo, simplemente no pueden echarse a andar nuevamente, tal es su compromiso con el tiempo. ¿Tiene memoria una máquina de vapor?
Parece vivir sólo en su presente. En cambio, nos consta que hasta las amebas tienen memoria de su historia pasada y actúan en consecuencia.
Pero ahora, cuando Mona me anuncia que he cumplido los noventa y ocho años, cuando el desgano por cruzar la meta de los cien va ganándome, comienzo a preguntarme si esa diferencia que defendí entre el tiempo de las máquinas (sólo espacio) y el tiempo de los organismos vivos es real. Si lo fuera, ¿por qué me pierdo parejamente en lugares y en épocas? ¿Por qué tiempos y espacios vividos me juegan la misma broma burlesca de mezclarse? ¿No será que tiempo y espacio son finalmente costados de lo mismo y, por ende, no cabe distinguirlos como propuse siempre? En fin, otros arreglarán este embrollo; no tengo más tiempo ni ganas de repensarlo. Basta el día con su afán, decía mi padre como buen rabino. Para mí, basta mi vida entera con su afán. Las fatigas del día se acumulan en el atardecer del campesino. Las fatigas de mis años adormecen mi ánimo. Y lo único claro que veo es la inutilidad de todo empeño, la falta de sentido real de nuestras vidas en este mundo.
-Traigo tu desayuno, mi vida, con las medialunas que más te gustan.
-No, Mona. No comeré más. He vivido suficiente.
-Vamos, no seas bromista. Apenas nos falta un año y ocho meses para que tengas tu título más valioso con tus flamantes cien años.
-No, Mona, es en serio. He vivido demasiado. No soporto más el estiramiento de mi vida en días que nada nuevo me traen. Pero ella no me cree; revolotea sus amables manos por mi calva y se va segura de que a su regreso hallará el desayuno consumido.

-¿Creerás, Jorge? Desiderio se plantó en su voluntad de rechazar todo alimento. Cruzó los brazos, apretó sus manos fuertemente en las axilas. Parecía un niño caprichoso. Al tercer día vino el médico, intentó ponerle suero porque se deshidrataba. Pero fue inútil. Finalmente lloré aceptando que si él había decidido marcharse no debíamos oponernos más. Pasamos otros cinco días, despidiéndonos, conversando sobre nuestras vidas, pidiéndome él qué hacer con sus bienes. Y se murió así, sano, sin dolores, protegido de todo sufrimiento por su voluntad. A sólo un año y poco más de cumplir sus cien años.

Jorge Estrella




POEMAS





CAMINABA POR EL RÍO CERCANO



Caminaba por el río cercano a mi casa y entré en la selva de árboles altos, añejos. Cebiles, laureles, tipas, se disputan la luz y el cielo de las alturas y dejan en el suelo de tierra negra la memoria de sus lluvias, de sus hojas resistentes al otoño pero finalmente caídas con el viento. Un verdor húmedo, un olor suave a tiempo añero, una sombra donde el rumor de la vida ronronea y la casi oscuridad no evita el relumbre de algún tronco blanco, alto, seco, como dormido de pie. Ese árbol muerto y no caído aloja insectos, el pájaro carpintero también lo visita seguido. Mi andar lento tiene ese entorno que pasa a ser interno, siento mi comunidad con esa fuerza impalpable y poderosa de lo viviente. Y el misterio de lo que uno sea, cobijando en sus entrañas la más remota memoria de la vida nacida en esta tierra, esplende como el relumbrón de ese árbol blanco, elevado, de pie aún.



PEQUEÑA IGLESIA EN AQUITANIA



 En ese ambular entre paisajes de Aquitania, que llevan milenios registrando la tarea humana talentosa, entornada de viñedos, hallamos de golpe una pequeña iglesita. A un hombre que manejaba su tractor le preguntamos cómo hacer para verla por dentro. Nos contestó que él tenía la llave. Nos la entregó y se fue.
Muy difícil describir el sacudón que mi hijo Cristóbal y yo sentimos al ingresar: debimos sentarnos, tal era la fuerza de una fuerza que ahí habitaba. La luz, el espacio mágico creado por un arquitecto del siglo XIII, dios parecía estar ahí. La sencillez cálida del espacio encerrado por la piedra, las baldosas antiguas, los ventanales pequeños.
Naturalmente, el lugar no figura en ningún mapa turístico de las iglesias que aconsejan ver. Cuando salimos y nos sentamos en una pirca de piedra para almorzar nuestros sandwiches, notamos que casi no podíamos tragar, la garganta aún cerrada por esa emoción inesperada (¿estética?¿religiosa?¿existencial? Me importa tan poco saberlo).



LAPACHOS TUCUMANOS



¿Qué te reclama cada agosto, lapacho, para regresar florido? ¿Llamar las miradas con tus llamaradas de flores amarillas? ¿Sembrar en el aire, en los suelos, en el alma, tu memoria de futuros agostos?  No creo en tu silencio plural y presiento un aullido de savias, colores y labores tras tu fosforescencia rosa, blanca o amarilla. ¿Por qué reclamas mi mirada y por qué mis ojos se encandilan con tu gracia? Quiero saber qué encantamiento nos une a ti y a mí en esta fiesta floral que nos hace atendernos sin distracción posible. Y, como siempre, soy testigo de la magia, no de sus motivos.


Jorge Estrella



Jorge Estrella, invitado de honor a la poesía, Ancile



jueves, 26 de julio de 2012

SOBRE EL HINDUISMO. DEBATE EN EL CAFÉ FILOSÓFICO ZETESIS (Iª SESIÓN), POR TOMÁS MORENO


Después de los nutridos e interesantes diálogos sobre el pensamiento Taoísta, el profesor y colaborador habitual de nuestro blog Ancile, nos ilustra gratamente con otras nuevas aproximaciones dialogadas, en este caso, sobre el Hinduismo. Os recomendamos vivamente su lectura por razones de amenidad, conocimiento y crítica, pues, todo ello puede ser ampliamente deducido de estas páginas que con total fruición ofrecemos para todos los interesados.

Sobre el hinduismo. Debate en el café filosófico Zetesis 1, Tomás Moreno



SOBRE EL HINDUISMO. DEBATE EN EL CAFÉ 
FILOSÓFICO ZETESIS (Iª SESIÓN)




Sobre el Hinduismo. Debate en el Café filosófico Zetesis (Iª sesión).

Nuestro Café filosófico[1] se llama Zetesis, término griego que significa “reflexión” (en alusión al término griego utilizado por Sócrates cuando aseguraba que “una vida sin reflexión no merece la pena ser vivida”). Lo organizamos seis profesores compañeros del mismo Instituto de Bachillerato: un profesor de filosofía, un físico, un biólogo, un antropólogo, un sociólogo y un filólogo y profesor de literatura (puntualmente colaboran otros profesores de diferentes especialidades: historia, matemáticas, lenguas clásicas etc.). La asistencia es libre y todos los asistentes pueden participar en el diálogo o debate con sus preguntas y reflexiones. El procedimiento es muy sencillo: cada mes aproximadamente nos reunimos en nuestro Café filosófico con un experto o especialista, para debatir y reflexionar sobre un tema previamente elegido y anunciado.
            El que a continuación transcribimos, versaba sobre el Hinduismo y el personaje invitado en esta ocasión era un Swami, el Dr. Rajmani Vidyabhushana, especialista   en sánscrito y profesor de la Universidad de Calcuta, que participaba, a la sazón, en un Congreso de Indología, organizado por el departamento de Lenguas orientales de nuestra Universidad.

SWAMI.- Queridos amigos: Me habéis invitado a vuestro Café filosófico para exponer con brevedad lo que yo entiendo por Hinduismo. Es, para un oriental, una pregunta tan compleja e inabordable, como sería para uno de ustedes sintetizar en apenas diez minutos su concepción de la Civilización Occidental o su visión del Cristianismo. Un verdadero reto, que no se si seré capaz de afrontar. Lo intentaremos, no obstante.
Sobre el hinduismo. Debate en el café filosófico Zetesis 1, Tomás Moreno
            Ante todo, y de una manera muy general, por Hinduismo debemos entender la totalidad de la cultura, creencias, religiosidad y formas de vida de la mayoría de la población del subcontinente Indio: más de una séptima parte de la Humanidad actual (una población mayor que la de EE.UU y Europa juntas).  Frente a la homogeneidad étnico-cultural de la China -la otra gran civilización del Extremo Oriente- la India es heterogénea y plural. Se nos presenta como un abigarrado mosaico de etnias, lenguas, religiones y culturas[2], excepcionalmente integradas, desde el punto de vista político, en zonas suficientemente extensas, ya que históricamente siempre se configuraron como una multitud de pequeños principados y repúblicas aristocráticas diseminadas por un vastísimo territorio. Únicamente la dominación islámica -en el siglo X- dejó cierta impronta unificadora en amplias regiones del Punjab y Pakistán. Gobernada por griegos alejandrinos en el siglo IV a.C., por islámicos y mogoles más tarde, y colonia bajo el Imperio Británico desde el XVIII hasta el XX,  la India alcanzó su independencia el 15 de agosto de 1947[3].
            Según la mayoría de los expertos, la mentalidad indica nos presenta las siguientes notas distintivas: en primer lugar, se trata de un extremo Misticismo, orientado a la búsqueda de un absoluto transcósmico y transtemporal: Brahma. En segundo lugar, se caracteriza por un Anhelo de liberación del individuo de la existencia temporal, agobiado por el dolor y por su miserable destino personal. El tercer rasgo de toda la sabiduría y cultura India (Hinduismo, Budismo, Jainismo) sería su vivencia o constatación de la existencia del dolor, del sufrimiento, causados por la ignorancia.
            El hombre indio está obsesionado con el dolor, el hecho mismo de existir ya es dolor. Anirudha en su Comentario al ‘Samkhya Sutra’, escribe: “El cuerpo es dolor, los sentidos, los objetos son sufrimiento, porque conducen al sufrimiento; el placer mismo es sufrimiento porque va seguido de sufrimiento”. Y el autor del tratado más antiguo, Shamkhya Karina, Ysvara Krisna, sienta como base de esta filosofía la necesidad de escapar a la tortura de las tres clases de sufrimiento existente en el mundo: 1ª) la miseria celeste, provocada por los dioses; 2ª) la miseria terrestre, causada por las fuerzas naturales; 3ª) la miseria interior, causada por el organismo.
            Hasta tal punto domina el espíritu Indio esta obsesión por el dolor que, como dice un comentarista del Yoga Sutra (IV, 22) de Patanjali, la sabiduría que no tiene como objeto la “liberación del dolor” está desprovista de todo valor. Ahora bien, ¿cómo liberarse del dolor y del sufrimiento? La respuesta es sencilla: eliminando su causa. Y ¿cuál es su causa? La respuesta del hinduismo y del budismo  es la misma: la causa del dolor es la ignorancia (avidja), la creencia en un yo (atma), que es ilusorio, el apego a ese yo, a la individualidad, fuente de los deseos y de la esclavitud a que nos someten y, en fin, la voluntad de vivir o de existir.
            Notas, todas ellas, que comportarán: a) un escaso sentido de la realidad social, política e histórico-temporal. Los indios no usaron de la cronología harta la conquista islámica: una cultura, pues, sin historia, su trasfondo histórico es, en consecuencia, muy mal conocido; b) una visión pesimista del mundo y de la existencia terrenal, que se refleja en su doctrina del Karma (las sucesivas reencarnaciones) y en su concepción de la realidad empírica como simple ficción o apariencia ilusoria; y c) un desapego de la realidad circundante, un distanciamiento del mundo en dirección opuesta a la del pensamiento chino más pragmático e intramundano, con exaltación extrema del ascetismo individual. Max Weber en sus ensayos sobre Sociología de la Religión[4] contraponía, por eso, coherentemente la visión extra o metacósmica del espíritu hinduista a la visión intracósmica del espíritu chino. Hasta aquí mi introducción. Espero con interés vuestras preguntas y cuanto deseéis aclarar o precisar.

Sobre el hinduismo. Debate en el café filosófico Zetesis 1, Tomás Moreno
FILÓSOFO.- Su síntesis me ha gustado mucho. Quiero recordar sus coincidencias con nuestra tradición filosófico-sapiencial occidental: para el epicureismo y en general para las escuelas morales postaristotélicas, también la filosofía era entendida como una especie de terapia  anímica o espiritual como en el caso, citado por Vd., de Patanjali, pues Epicuro sostenía como el maestro indio que “la filosofía es vana si no cicatriza las heridas del alma”. Por otra parte, quiero destacar cómo la solución a la cuestión del mal y del sufrimiento es muy distinta en Occidente a la que prescribe su milenaria tradición: la solución de los estoicos griegos y latinos será el reforzamiento del yo, su fortalecimiento, (“el sabio es como una roca al que nada afecta ni conmueve”) a través de la apatheia (indiferencia, ausencia de pasión); los epicúreos respondían huyendo o insensibilizando al yo, mediante la ataraxia (imperturbabilidad del ánimo); los parsis,  los maniqueos y otras sectas de origen irano-persa, atribuyendo el mal a un principio divino responsable del mismo y los cristianos, en fin, sublimando o dando sentido al dolor, esto es, trascendiéndolo. Vds., los hindúes, como os hemos escuchado, negando “realidad” al yo empírico y a la individualidad y tratando de unirse o fundirse con la verdadera y única entidad divina, el Brahma, la realidad última.

SWAMI.- Sí, en efecto. El mal, para nosotros los hindúes, surge de las acciones negativas de los hombres, causadas por su ignorancia y por su apego al yo, lo que les ha llevado a olvidar su verdadera naturaleza (idéntica a la del Brahma) y a someterse a la ley de la causalidad universal (Karma) y al discurrir de las existencias a través de la transmigración (Samsara). Mi respuesta a esta cuestión tiene que ser necesariamente breve: todo el hinduismo, todo lo que enseña y prescribe, no es más que es un intento de explicación de la existencia del mal y del dolor y un camino de liberación del mismo.

FILÓLOGO.- Me gustaría preguntar al Swami acerca de las tradiciones literarias y de espiritualidad existentes en la India. Mi impresión es que se trata de un Corpus literario y doctrinal prolífico y casi inabordable.

SWAMI.- En cierta manera así es. Sin embargo, en líneas muy generales podríamos señalar dos grandes tradiciones de pensamiento en el seno de nuestra cultura: a) la tradición brahmánica o hinduista y b) la tradición budista.
            Con respecto a la primera -la tradición brahmánica hinduista- que es la que nos convoca en este Café filosófico, ya habrá tiempo para enfrentar la segunda tradición o budista, hay que decir ante todo que es el único factor verdaderamente unitivo y cohesionador de lo que se ha llamado la indianidad. En una muy apretada síntesis podríamos decir que su Corpus doctrinal y textual está constituido por dos conjuntos de escritos o libros: 1º, el de los Vedas y los Upanishads y 2º, el de las Epopeyas y los Sutras.
            Los Vedas[5], que se remontan al tercer milenio antes de Cristo -transmitidos oralmente y compilados en sánscrito aproximadamente hacia el dos mil antes de nuestra era- son cuatro: Rig-Veda, Atharva-Veda, Yayur-Veda y Samma-Veda. Constituyen toda una serie o colección de cantos litúrgicos, místico-religiosos y de alabanza a sus innumerables dioses, Varuna, Mitra, Usha, Vishnú, Agni, Soma, Indra, Rama, Surya, Krishna etc., y que no son sino los nombres plurales de una misma Realidad divina última. Se trata, pues, de una serie de himnos y fórmulas sacrificiales -unos veinte mil versos- que usaban en sus cultos los sacerdotes.
Sobre el hinduismo. Debate en el café filosófico Zetesis 1, Tomás Moreno
            Se discute, entre los especialistas, si se trata de un politeísmo nítido o de aspectos o manifestaciones o encarnaciones múltiples de un único principio divino, como ya hemos insinuado. En el Rig-Veda se dice: “Uno es aquel a quien los sabios llaman con muchos nombres” y, también, se habla allí del “Dios de los mil nombres”.
            Los Upanishads[6], son comentarios filosófico-especulativos de los Vedas, del siglo VI a.C. al XIII d.C. Los primeros  datan del 1000 al 400 a.C. y existieron, por tanto, ya en la época de Buda. En ellos se desarrollan los temas fundamentales de la sabiduría india. Representan una reacción antirritualista con respecto a los Vedas. Tratan de buscar lo divino por la vía de la interioridad, de descender a lo más profundo del yo (atma), al fondo del propio ser o sí mismo, como el pescador de perlas que se sumerge en el mar para encontrar la perla más preciosa: Brahma, que “no nace, no muere, no cesa, es inmortal, inmutable y oculto en el corazón de todos los seres está […] más pequeño que el más pequeño átomo, más grande que los más vastos espacios”.
            Hay unos 108 Upanishads y representan la culminación del pensamiento y la práctica védicos conociéndose colectivamente como “Vedanta” (“Veda” significa conocimiento, “Vedanta”, cumbre del conocimiento). Este conjunto de escritos constituyen la Sruti, es decir la Escritura propiamente dicha, la palabra sagrada (pero no revelada).
            Las Epopeyas están constituidas por dos libros, el Ramayana y el Mahabarata del siglo II a. C. Dentro de éste último se encuentra el famoso Bhagavad-Gita o “Canto del Bienaventurado”[7], una sublime síntesis de la espiritualidad hindú, uno de los más famosos cantos de su sistema religioso: en el que dialogan Krishna, encarnación divina, y Arjuna, el alma sumergida en la duda, acerca del alma, de su destino y del camino de la liberación.
            Los Sutras, son tratados y comentarios de comentarios del siglo I. Constituyen una auténtica sistematización filosófica del pensamiento indio, su contenido es ético-jurídico, mitológico-religioso, folclórico y filosófico. Los Sutras son de una enorme complejidad y todos ellos están interrelacionadas, son estos seis: Shamkhya, una cosmogonía materialista y atea; Yoga, una ascética basada en la meditación y en ejercicios psicosomáticos[8]; Purva-mimansa, una hermenéutica de los Vedas; Nyaya, una lógica y una teoría del lenguaje y del conocimiento; y, finalmente, el Vaisesika, una ontología realista. 
            A este conjunto de libros se les llama la Smirti, la tradición. Se incluyen a veces las obras de los Grandes Comentaristas: Shankara del siglo IX y Ramanuja del X-XI; así como los Purana, textos y relatos literarios antiguos y las recopilaciones de leyes, conocidas como Dharma Shastra[9].

Sobre el hinduismo. Debate en el café filosófico Zetesis 1, Tomás Moreno
FILÓSOFO.- Mi pregunta, apreciado Swami, se refiere al concepto mismo de “filosofía”. Un término “griego” que significa “amor al saber” y que presenta un contenido lógico racional, independizado del mythos y de lo religioso. La gran diferencia entre la filosofía griega y la sabiduría hinduista, consistiría precisamente en esto: aquella trataba de liberar el logos (la racionalidad) del mythos y de lo religioso; esto es, de separar, desmitificar o desacralizar radicalmente la racionalidad filosófica, el logos, del mythos. Por el contrario el hinduismo trata de integrar el logos en el mythos, de unirlos, profundizando así en la fusión entre ambos. En lugar de excluir lo religioso de la estricta especulación filosófica, en el hinduismo se lo absorbe y subsume dentro de ella. Con otras palabras: en el “horizonte del saber” hinduista, filosofía y religión son inseparables.
            Las doctrinas hinduistas no serían filosóficas, por lo tanto, en el sentido que los occidentales hemos entendido por dicho vocablo. A mi entender al referirnos a todos esas ideas y conocimientos orientales deberíamos hablar más bien de sabidurías de liberación, de doctrinas ético-sapienciales o místicas. Por otra parte en algún texto de Hegel he leído que “el Intelecto falta en la India” y que habría que excluir el pensamiento oriental de la historia de la filosofía[10]. ¿Qué me respondería?

SWAMI.- Le respondo con lo que ha demostrado un especialista occidental, el gran historiador alemán Helmuth von Glasenap, quien en su obra La filosofía de los hindúes[11], contradice la afirmación hegeliana, al poner de manifiesto cómo la especulación india se nos presenta como un conjunto riquísimo y complejo de tratados de lógica, teoría del conocimiento, ontología, ética, estética, antropología etc. La afirmación de Hegel pecaría, a mi entender, de helenocentrismo.
                Recuerde, mi querido amigo, que un pensador tan importante como Max Scheler, en su famosa conferencia El Saber y la cultura[12] hablaba de “tres grandes círculos culturales que han desarrollado, cada uno por su parte, las tres clases de saber: la India, el saber de salvación y la técnica vital y psíquica del poder del hombre sobre sí mismo; la China y Grecia, el saber culto; el Occidente, a partir del siglo XII el saber práctico de las ciencias positivas especiales”- propugnando una especie de integración de estas tres “direcciones parciales del espíritu”. Y finalmente que Xavier Zubiri, el gran metafísico español en su ensayo Sócrates y la sabiduría griega[13], sostenía que únicamente griegos, hindúes e iranios presentarían un común horizonte filosófico, aunque transitarían por distintos caminos: el teórico-especulativo en el caso de los griegos o el operativo, de la interiorización-ética, en el indio e irano-persa (Continuará).

                                                                                      Tomás Moreno




[1] La idea y práctica del Café filosófico empezó a popularizarse a partir de lo primeros años del actual siglo XXI en los Estados Unidos (Virginia) y México, a partir de las iniciativas del filósofo Christopher Phillips, inspirador del movimiento Sociedad para la investigación filosófica y autor de obras como Sócrates café: un soplo fresco de filosofía; Seis preguntas de Sócrates;Sócrates enamorado. Filosofía para un corazón enamorado, publicadas en versión castellana en Taurus en el 2002, 2005 y 2007 respectivamente. La feliz iniciativa se extendió muy pronto por todas las ciudades europeas y, por supuesto, también en España con un gran arraigo e interés.     
[2] Indicativo de esa heterogeneidad es que, según sociólogos expertos, aún a principios del siglo XXI la sociedad india estaba dividida en cerca de 3.000 castas y jatis (comunidades sociales), que hablan 18 idiomas principales y más de mil dialectos.
[3] Tras siglo y medio de colonialismo británico, el Congreso Nacional Indio, futuro Partido del Congreso, accede al poder con Jawaharlal Nehru. Cinco meses y medio, más tarde, el 30 de enero de 1948, tendrá lugar el asesinato del Mahatma Gandhi.
[4] Max Weber, Sociología de la religión, Istmo, Madrid, 1997. Cfr. también: Max Weber, Economía y sociedad, FCE, Madrid, 1993.
[5] Himnos Védicos, edición preparada por Francisco Villar Liébana,  Editora Nacional, Madrid, 1975.
[6] Atma y Brahma. Upanisad del Gran Aranyaka y Bhagavadgita., Edición preparada por F. R. Adrados y F. Villar Liébana, Editora Nacional, Madrid, 1978. Véase también la recopilación de F. Ilárraz y O, Pujol, La sabiduría del bosque. Antología de las principales Upanishads, Trotta, Madrid, 1993.
[7] Bhagavad-Gita o Canto del Bienaventurado, traducción del sánscrito, prólogo y notas de José Barrio Gutiérrez, B. I. F., Aguilar, Buenos Aires, 1964. Su traductor era el catedrático de Filosofía y director del Instituto de Bachillerato de Jaén en el que yo estudiaba. A su magisterio y ejemplo debo toda mi vocación filosófica posterior.  
[8] El Yoga (del sánscrito yuj: yugo, uncirse y someterse a una disciplina) prescribe determinadas técnicas psicosomáticas, respiratorias, posturales que van desde: la posición asana (o de loto); la regulación de la respiración; el control de la respiración, para desconectar o apagar los sentidos; la concentración, fijando la atención en un punto u objeto; la meditación y el samadhi: desvincularse de todo pensamiento y de los sentidos hasta fundirse (entasis) con el objeto de meditación. Cfr. los numerosos libros de Ramiro A. Calle en Alianza Editorial, Madrid.
[9] Se han de tener en cuenta también los escritos de los llamados comentadores o reformadores, entre los que podemos citar a Ramana Maharishi, Aurobindo, Radhakrisnham, Krisnamurti, Vivekananda etc.
[10] Georg Hegel, Introducción a la historia de la filosofía, Sarpe, Madrid, 1983, pp. 156 y ss.
[11] Helmuth von Glasenapp, La Filosofía de los Hindúes, Barral, Barcelona 1977.
[12] Max Scheler, El Saber y la cultura, Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1939, pp. 74-75.
[13] Naturaleza, Historia, Dios, Editora Nacional, Madrid, 1963, pp.162-194.


Sobre el hinduismo. Debate en el café filosófico Zetesis 1, Tomás Moreno

martes, 24 de julio de 2012

OVIDIO EN LA POESÍA CONTEMPORÁNEA


La reminiscencia sobre aquellos lectores devotos de los clásicos grecolatinos, es permanente e incuestionable sin duda, veremos como ejemplo este trabajo de la profesora de lenguas clásicas Inmaculada del Árbol Fernández, publicada en Jizo, en su número 2-3, y que ahora reproducimos en Ancile para deleite de los interesados y aviso para neófitos, centrada en este caso sobre la obra de quien modestamente suscribe estas líneas introductorias, y desmontando los influjos en este caso, nada menos que del autor de Las metamorfosis, Ovidio. Lectura muy recomendable por servir de acicate al encuentro con aquellos genios de nuestro clasicismo universal que, en modo alguno, dejan de estar de total y necesaria actualidad. Así pues, os dejamos con este trabajo muy interesante de la profesora Inmacula del Árbol, para mejor gloria del genio Ovidio y también de sus antecesores contemporáneos que reclaman su lectura y relectura.



Ovidio en la poesía contemporánea, Inmaculada del Árbol




 OVIDIO EN LA POESÍA CONTEMPORÁNEA



Ovidio en la poesía contemporánea, Inmaculada del Árbol



Es evidente que Andalucía continúa mostrando hoy sus raíces en el mundo clásico y que la influencia de la literatura grecolatina sigue manifestándose en los escritores de la Bética, de ahí que nuestra investigación se centre en un poeta andaluz del siglo XXI.

Los clásicos en Francisco Acuyo

Para ir detectando en la obra de Francisco Acuyo la influencia de los líricos clásicos, especialmente la de Ovidio, citamos la introducción de su poema «Bushido»1  que inicia con el texto latino:

pronaque cum spectent animalia cetera terram,
os homini sublime dedit caelumque uidere
iussit et erectos ad sidera tollere uultus.
(Met. I, 84-86)
(...y mientras los demás animales están
naturalmente inclinados mirando la tierra,
dio al hombre un rostro levantado disponiendo
que mirase al cielo y que llevase el semblante
erguido hacia las estrellas.)

Ovidio en la poesía contemporánea, Inmaculada del Árbol
Observamos que la traducción que ofrece Acuyo coincide con la de Ruiz de Elvira2 , de quien quizás la haya tomado. Alude al momento en que, después de que el artífice del mundo (opifex rerum) organizase todo, se echaba de menos un ser viviente más noble, de espíritu sublime, que fuese capaz de dominar sobre lo restante; naciendo así el hombre. Concluye Acuyo su poema con tal estrofa:

Hubiere todavía luz divina
y cima en la planicie
de la línea mano cristalina
o el gemido y la luz que le acaricie.
(«Bushido», 24-27)3 

Concepción de la lírica

Aunque es evidente que este poeta ha recogido la tradición de nuestros líricos, especialmente la de fray Luis, Góngora, san Juan de la Cruz o Juan Ramón Jiménez, sin embargo, no sólo a través de éstos sino, sobre todo, a través de su conocimiento directo de los poetas latinos recibe una notable influencia de los clásicos, influencia que comenzaremos resaltando en su concepción de la lírica, tomando como punto de partida Cuadernos del Ángelus, obra divida en cuatro partes, de las que la primera va referida a la «Trasfiguración de la Lira»:

El verso y la ribera
en par de las corolas se respira:
estrella, dulce esfera
del río que suspira
los lirios blandos de su blanca lira 4
(vv. 1-5)

De algún modo, Acuyo nos está indicando las claves de su poesía eminentemente lírica, siendo la lira, pues, el instrumento que acompañará a su verso entre el murmullo del agua y la penetrante fragancia de las flores, abrigando sus sueños con la bóveda estrellada y solicitando de Febo el arte del canto y el nombre de poeta, como en su día lo hiciese y lograse Horacio:

Spiritum Phoebus mihi, Phoebus artem
carminis nomenque dedit poetae
(carm. IV, 6, 29-30)

Fuese el pequeño Hermes quien inventara la lira y se la cediera a Apolo a cambio de sus rebaños, o fuese Zeus quien se la regalase al nacer, lo cierto es que esta hermosa divinidad de largos bucles negros de reflejos azulados, como los pétalos del pensamiento, ha concedido que su lira de oro, que en común gobierna con las Musas de violadas trenzas, venga acompañando, desde el mélos eólico, a todo canto poético con el poder y atributos que confiere, y que Píndaro transmite en la Pítica primera:

Tú apagas, lira, incluso el rayo hiriente
del eterno fuego (...)
(vv. 8-9)5 

Así pues, entre verso y lira, cuerda y canto, nos adentramos en el mundo conceptual del poeta.

Conceptos filosóficos

Ovidio en la poesía contemporánea, Inmaculada del Árbol
La influencia de la filosofía griega queda manifiesta en la obra de Acuyo desde sus primeras composiciones, en las que la naturaleza va participando con el hombre en un constante devenir, en medio de una incesante transformación de los elementos, procurando geometría y astronomía un equilibrio de formas y armonía celeste. En su poema «Mármol, siempre que un hombre ama»6  encontramos la interrelación de los elementos: el agua, representada aquí en el mar, el aire en la aurora, el fuego en lo ígneo, en el ascua, y la tierra en la resina fósil o ámbar amarillo (cárabe) y en la flor:

A luz, a sueño transparece
cárabe o vidrio cuando levemente evapora;
mensaje casi sombra que estremece
de la mar como coro
ígneo diluyendo cada flor o,
navegando entre el ascua de la aurora
si oscuro quiebra donde claro aflora.

(«Mármol, siempre que un hombre ama»
vv. 1-7)

De este modo, se mezcla lo claro con lo oscuro, lo real con lo irreal, y para ello el poeta se sirve de los verbos transparecer, diluir, aflorar o navegar, llevándonos al texto de Ovidio (Met. I, 18-20) donde lo frío lucha con lo caliente, lo húmedo con lo seco, lo blando con lo duro, y lo que tiene peso con lo desprovisto de éste.
Acuyo, siguiendo a los hilozoístas griegos, entra a participar del antropomorfismo, en el que la materia es viviente; por eso, al igual que Tales, se remite constantemente al agua que unas veces baña lo sólido, o bien se transforma en nubes hasta hacerse tierra. Coincide en su amor a la astronomía con Anaximandro, cuya doctrina sobre las ruedas estelares concéntricas llegó a ser el fundamento de la teoría de las esferas, que más tarde caracterizó a la física cósmica de los griegos; así pues, comparte con éste un particular interés por la cosmogonía en su constante observación de la bóveda celeste, en la que con armonía matemática, entre belleza y grandiosidad, aparecen regularmente las constelaciones, las estrellas fijas y los planetas. Precisamente, partiendo de unos versos de Petrarca (In femina foco d’amor dura...), presenta al gran astro organizando el día, jugando con la luz y las sombras, ayudado por la brisa y el silencio en el transcurrir de la tarde:

El sol resbala en las hojas
con su pátina de yelo,
y entre sombras parpadea
la fina luz del almendro.

Va la tarde ya amarilla
entre las flores moviendo
el oficio delectable
en la brisa del silencio.
(«Satori», 1-8)7 
Y después de la luz dorada que la tarde amarillea tímidamente, llega la luz plateada y marmórea de la luna que trae la noche:

El mármol, rotos los bustos,
reluce en ruinas del templo.
La luna roba la plata
sobre el fulgor de los miembros.
(Satori, 21-24)8

Asimismo es notable la influencia de Pitágoras en su obra, en la que se va evidenciando hasta qué punto número y medida son los principios que dominan el mundo. Pero es su gran coincidencia con Heráclito lo que más destaca a lo largo de su poesía, mostrando la corriente incesante del devenir, que siempre está en acción, por la que percibimos cualidades contrarias en una misma cosa, de modo que lo frío se hace caliente, lo caliente frío, lo húmedo seco y lo seco húmedo; influencia que recoge más directa a través de Ovidio, quien en el mito de Deucalión y Pirra explica de qué modo, mezclada la humedad y el calor en las debidas proporciones, se originó la vida, y cómo de aquellos dos elementos nació todo; justamente, siendo el fuego enemigo del agua, esta discorde concordia resultó propicia para la reproducción:

Quippe ubi temperiem sumpsere umorque
                                                       [calorque,
concipiunt, et ab his oriuntur cuncta duobus,
cumque sit ignis aquae pugnax, uapor umidus
            [omnes
res creat, et discors concordia fetibus apta est.
(Met. I, 430-433)

Ejemplo de este constante devenir es el poema «Contigo», que inicia con un texto de Ovidio (Met. III, 401), al que haremos alusión más adelante:

Voy (y vengo) a tu imagen igualmente
que la sombra a la luz, y donde ufana
figura no se advierte ya lejana
presencia que se olvida providente.

Mas al tránsito el manatial silente
deslizar como espejo en tu ventana
veo; sé que la eternidad cercana
plasmará en un instante su corriente.
(«Contigo», 1-8)9 

Ovidio en la poesía contemporánea, Inmaculada del Árbol
Fernández Dougnac (apud Acuyo 2002, 46-60) comenta que la obra de Acuyo es una especie de bellísima traza de jardín constelado con clara influencia epicureísta, donde gravita la esencia de la ciencia y el pensamiento, y donde se concentra un panteísmo totalizador.
Por otra parte, en cuanto al hombre, Acuyo opina que la armonía y el equilibrio están en su interior:

Sin duda el abismo
mira por dentro
el hombre perdido.
Busca su centro.
(«Cetrería», 13-16)10 

Continúa reflexionando:
¿Qué puede el hombre temer?
¿Salirse del justo medio?
(«Tiempo imaginario», 27-28)11 

Recordándonos también a Séneca, quien consideraba que cada hombre ha de conducir su vida y no ser arrastrado sin rumbo entre tinieblas, debiendo de ejercitarse en la fortaleza de espíritu, en la prudencia y en la constancia, buscando siempre la moderación; de ahí sus palabras: «todos mis bienes están conmigo» (Ep. 9, 19), «considérate feliz cuando todo gozo nazca para ti de tu interior» (Ep. 124, 24)12 .
Al respecto, nuestro poeta afirma:

Tesoros en el mundo
tres poseo: Amor sigue el primero,
sobriedad el segundo,
mas tengo la prudencia por tercero.
(«Evidencia», p. 59)13 

Con esta primacía que Acuyo da al amor, nos llegan a la memoria las palabras de Leucónoe cuando contaba los amores del Sol y refería que incluso de este astro, que todo lo regula con su luz, se adueñó el amor:

Hunc quoque, siderea qui temperat omnia luce,
cepit amor Solem: Solis referemus amores.
(Met. IV, 169-170)

Y aún más nos recuerda el momento en que la ninfa Eco (resonabilis Echo), al ver a Narciso, queda enamorada de éste, y cuanto más le persigue más prende el fuego del amor en ella; pero, al ser rechazada, se fue consumiendo de amor y dolor de tal modo que sólo su voz permaneció (uox manet). Acuyo recoge así este momento:

y entre el hueco se escucha como un eco
                                                   [escapando
(«Mármol siempre que un hombre ama», v.24)14 

E incluso utiliza el texto de Ovidio, que hace alusión a tal desenlace, para comenzar su poema «Contigo»:

omnibus auditur; sonus est, qui uiuit in illa.
(Met. III, 401)

Actualización del mito clásico

Como hemos ido comprobando, Acuyo va haciendo a lo largo de su obra una constante alusión al mito de Narciso, el hermoso joven, hijo del río Cefiso y de la ninfa Liríope, que indiferente al amor y a la pasión que despertaba en numerosas ninfas, en muchos jóvenes y doncellas, fue castigado por Némesis de manera que sólo podría quedar prendado de sí mismo, siendo víctima de su propia hermosura:

Siempre deidad narcisa,
inmóvil si sensible, mariposa
retorna a dar en risa
la cristalina rosa,
claroscuro de plata decorosa.
(«La transfiguración de la lira», 32-36)15

Escogiendo del néctar el espejo
estaba, cuando (lágrima el reflejo
o estrellas tibias, o posible lava
trasudando) mostraba
de quien es tenue velo
la ya invisible frente
desvanecida y, aún evanescente.
(«Elegía breve», 1-7)16 

Ovidio en la poesía contemporánea, Inmaculada del Árbol
Recoge el instante en que Narciso, recibiendo el castigo de la Ramnusia, al inclinarse a beber para saciar su insaciable sed, llega a mirarse en una límpida fuente de aguas tan resplandecientes como la plata, y quedando cautivado por el reflejo de su belleza, creerá que es cuerpo lo que es agua. Así, extasiado ante tal beldad, permanece inmóvil como una estatua de mármol contemplando el fulgor de sus ojos, sus hermosos cabellos, tan dignos de Baco como de Apolo, su cuello de marfil y su color sonrosado en tan nívea piel; entonces, sin saberlo, incitándole un apasionado frenesí, se desea a sí mismo:

Se cupit inprudens et, qui probat, ipse
                                                  [probatur,
dumque petit, petitur pariterque accendit et
                                                                 [ardet.
(Met. III, 425-426)

De nuevo, sirviéndose Acuyo del juego de antítesis (luz y sombra, eternidad y fugacidad, lejanía y proximidad), describe a Narciso tendido en la umbría hierba, contemplando su propia imagen y haciendo partícipe del amor y del dolor a la propia naturaleza: etquis, io siluae, crudelius inquit, amauit? (Met. III, 442). Pero será el agua el elemento más presente y de mayor complicidad en la acción, agua que refleja y agua que separa:

El agua sello de flores
vaciaba olorosa el mármol.
En el molde de unos dedos
resbala apenas un nardo.
Un lirio desde la boca
a la fuente está llevando.
La fuente moja aturdida
con el vértigo los párpados.
(«De la labor la materia», 1-8)17 

vuelve a tomar los versos de Ovidio cuando alude al momento en que Narciso se da cuenta de que está enamorado de sí mismo, pensando que no será dura la muerte que le libre de tan gran sufrimiento (Nec mihi mors grauis est. Met. III, 470). De este modo, inicia el poema «Pascal» con el texto latino que describe cómo la muerte cerró los ojos que admiraban la hermosura de su dueño:

Lumina mors clausit domini mirantia formam
(Met. III, 503)

Pero no es sólo en el desarrollo del mito donde hallamos la influencia ovidiana sino también en el estilo, en el uso constante de metáforas, antítesis, aliteraciones, lítotes, comparaciones, juegos de palabras y, sobre todo, el hipérbaton, según hemos ido constatando. Sirva de ejemplo la siguiente comparación:

Como sirte quedé sin esperanza
al coral de tu pecho entretejido.
(«Sueño Estival», 10-11)18 

En el texto de Ovidio, cuando Narciso se golpea el pecho desnudo con sus marmóreas manos, se establece una comparación entre el color sonrosado de su torso y el de las manzanas, blancas por un lado y rojas por otro, y también el de las uvas que, no estando aún maduras, suelen teñirse de púrpura en sus racimos diversos en colores:

Pectora traxerunt roseum percussa ruborem,
non aliter quam poma solent, quae candida
[parte,
parte rubent, aut ut uariis solet uua racemis
ducere purpureum nondum matura colorem.                                                           (Met. III, 482-485)


Observamos que incluso los colores, tan presentes en este mito, son también utilizados por Acuyo para matizar y describir con la mayor precisión sus sensaciones, de igual modo que ocurre con la referencia a ciertas flores como los lirios, las rosas, los nardos, el jacinto y, especialmente, el narciso:

Y entre tantas flores tiernas
la abeja liba el concepto.
Corre el agua de la fuente
hasta llegar a su centro.
(«El tiempo en los alerces», vv.41-44)19 

En su poesía, por lo tanto, la naturaleza siempre está participando y transformándose:

cambia el paisaje marino
en mosaico vegetal
(«Tiempo imaginario», 17-18)20 

No obstante, en el poema «Alquimia» (Acuyo 2002, 148) la transformación es aún más significativa, fundiéndose, diluyéndose y entremezclándose lo frío y lo caliente, lo húmedo y lo seco:

El alma se diluye
para fundirse luego.

El alma se diluye
en pétalos de olvido
y en mixtura de nieve, (...)
(«Alquimia», 1-5)

Así, el alma de Narciso se había transformado y fundido por el amor, tal como suelen fundirse las rubias ceras ante un fuego suave o la escarcha de la mañana bajo un tibio sol (liquitur et tecto paulatim carpitur igni. Met. III, 489-490).


Inmaculada del  Árbol  Fernández



1 ACUYO, F. 1991. Ancile. Alicante: Aguaclara. (p. 21).
2 OVIDIO. 1964. Metamorfosis. Trad. A. Ruiz de Elvira. Barcelona: Alma Mater.
3 ACUYO, F. 1991. Ancile. (p.24).
4 ACUYO, F. 1992. Cuadernos del Ángelus. Granada: Diputación Provincial. (p.21).
5 FERRATÉ, J. 1966. Líricos griegos arcaicos. Barcelona: Seix Barral. (p.343).
6 ACUYO, F. 2002. Bilingual Anthology. Trad. J.L. Vázquez y E.V. del Árbol. Granada: Método Ediciones. (p. 108).
7 ACUYO, F. 2002. Bilingual Anthology. (p. 82)
8 ACUYO, F. 2002. Bilingual Anthology. (p. 84)
9 ACUYO, F. 2002. Bilingual Anthology. (p. 100)
10 ACUYO, F. 1994. Vegetal contra mosaico. Valladolid: Diputación Provincial. (p. 21)
11 ACUYO, F. 2002. Bilingual Anthology. (p. 134)
12 SÉNECA. 1986. Epístolas morales a Lucilio. Trad. I. Roca Meliá. Madrid: Gredos.
13 ACUYO, F. 1991. Ancile,. (p.59)
14 ACUYO, F. 2002. Bilingual Anthology. (p. 110)
15 ACUYO, F. 2002. Bilingual Anthology. (p. 144)
16 ACUYO, F. 1992. Cuadernos del Ángelus. (p. 15)
17 ACUYO, F. 2002. Bilingual Anthology. (p. 78)
18 Ibidem. (p. 102)
19 ACUYO, F. 2002. Bilingual Anthology. (p. 140)
20 Ibidem (p. 132)

Bibliografía

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ACUYO, F. 1992. Cuadernos del Ángelus. Granada: Diputación Provincial.
ACUYO, F. 1994. Vegetal contra mosaico. Valladolid: Diputación Provincial.
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Ovidio en la poesía contemporánea, Inmaculada del Árbol