sábado, 18 de diciembre de 2010

DE LA MÉTRICA CELESTE: EPÍTOME, CONSIDERACIONES Y BREVE HISTORIA DEL VERSO ENDECASÍLABO I

Algunos amigos poetas y otros asiduos lectores y escrutadores avisados de poesía, me pidieron en numerosas ocasiones que, en la contemplación (o mejor, escucha atenta) de algunos versos raros (por su singular construcción métrica) y que parecen excedían los parámetros del precepto tradicional en tanto que no cumplían los dictados de sus fundamentos y que, sin embargo, tenían una especial incidencia expresiva en la totalidad del poema, digo que me decían que les explicara como era posible aquel rasgo de prestancia y originalidad y que, no obstante, se basase en tal violación de la eufonía defendida en la ortodoxia de la pauta métrica. Parecía claro que esto era un obvio argumento contra la ciencia y el arte métrica, por otra parte, defendido siempre por quien suscribe estas líneas con presura. A sus demandas me remito, y porque les estimo y les animo a su curiosidad y acercamiento, les propongo este breve compendio de métrica viva en varias entregas, centrado, eso sí, en el verso endecasílabo, por ser este en la actualidad acaso el más utilizado en nuestra lengua, para que lo usen en lo que de utilidad pudiere tener, o lo discutan, si es que en verdad tienen interés sus limitadas aproximaciones.



De la métrica celeste: epítome, consideraciones y breve historia del verso endecasílabo 1, Francisco Acuyo





DE LA MÉTRICA CELESTE







CUANDO, CONFUSAMENTE TODAVÍA, meditaba indeciso sobre las trazas de este apunte, e incluso después, ya entregado en su bosquejo, les digo en verdad que no reparaba en otra cosa que no fuese el rigor y una razonable obediencia a la autoridad de su precepto. Rigor y obediencia razonable, decía, a la veracidad y a la moderación escrupulosa: entre otras cosas por no querer ser objeto de quebranto ni de tediosa y erudita descripción para aquellos que no sean estudiosos avisados de esta singular materia.

Así, no más que como poeta, y para censurar en algo mi conciencia, anduve entretenido en la intercesión de libros y manuales con los que dar deleite (y lustre) a algunas soporíferas (fastidiosas) horas de fin de semana lluvioso y, eso sí, después de otras devotas horas de lectura de poemas en la vena de poeta varios. Así pues, como les digo, quedó luengo en su ascendente, si extravagantemente urdido, y en una pieza este discurso que ahora les ofrezco. Aunque, porque no viesen las insignias exteriormente (me preocupé de hacerlas invisibles) de mi torpeza, disimulaba apenas su sucesión con algún golpe de dudoso ingenio, hasta que caí en la cuenta de mi incapacidad para cualquier cortejo erudito en cualquiera materia que, de una forma u otra, tuviese relación con la rara ciencia y arte de la poesía. Rompí pues aquel ya prolijo proyecto en su iniciado esbozo.

De la métrica celeste: epítome, consideraciones y breve historia del verso endecasílabo 1, Francisco Acuyo
En este orden de cosas, preferí seguir la senda de mi modesta e irreverente intuición de poeta, y perseguí con ella la luz de otro conocimiento con el que alumbrar mi ignorancia en estos menesteres tan comprometidos como rigurosos. De esta manera, se me ocurrió, en principio, hacer acopio de estos o aquellos poetas coetáneos que me vinieron a la memoria, y pensé verterlos en mixtura e inventario en un intento con el que dar cuenta en su sondeo, de las formas expresivas de los versos con los que, así, resueltamente, ver legitimado mi discurso sobre la métrica en general, y su aplicación particular a cada poema elegido. Mas, entendí inmediatamente que tal propósito era cosa desmesurada para las intenciones y dimensiones de este exiguo y tímido proyecto, y decidí centrarlo, con suerte desigual, y ello seguramente podrán advertirlo seguidamente, sobre un solo tipo verso: nada menos que sobre el endecasílabo; y sobre una sola forma estrófica vertida así mismo en un solo poema: el soneto.

Todavía en mi memoria resonaban los opúsculos de Bello y Maury(1) que, como el de Robles Dégano(2), prescindían en exceso, a mi humilde entender, de un aspecto capital y de fundamento para cualquier análisis métrico, cual era el del referente a la historia del metro y su versión comparada. No dejaba, no obstante, de maravillarme del valor esencial de las monografías sobre la epopeya y la lírica tradicional del insigne Menéndez Pidal(3); tampoco podía dejar de sentirme profundamente contagiado por el entusiasmo y método extraordinariamente minucioso de Dámaso Alonso:(4) extremadas son las conclusiones sobre el valor eurítmico del endecasílabo en D. Luis de Góngora. Tampoco podía desasirme fácilmente del vigor de la versificación latina. En la elección de mi análisis al escoger el endecasílabo quise ser aún más cauto, no en vano era yo muy consciente de que «el metro indígena»(5) no era para este poeta, aprendiz de brujo del análisis métrico, el endecasílabo, sino tal vez el omnímodo octosílabo, el cual parece tener en nuestra lengua poder de sortilegio.

Entre estos y otros pensamientos encaminé mis pasos con más seguridad y audacia, pero siempre con una creo que juiciosa y natural prudencia, pues la incertidumbre en el resultado de mis pesquisas métricas, dictábanme muy razonablemente que andase con mucho tiento, por si acaso pudiesen suponer algún despropósito respecto de la disciplina y su noble preceptiva. No obstante de mis precauciones pude constatar en el entorno de buena parte de los coetáneos de nuestro poeta(6) que el manejo del endecasílabo, si bien era y es de uso frecuentísimo, sin embargo, mantenía, lo que yo entiendo como nota discordante por su monotonía, debido a su uso en demasía regular de cierto tipo de endecasílabo, y esto, como digo, en contraste con lo habitual y prolífico de su manejo en nuestra lengua. Ese exceso de simetría acentual se presenta como su principal característica en nuestros días: pobre regularidad que radica y se manifiesta en estos momentos por su precariedad rítmica; no en vano puede cerciorarse el lector atento de la monotoneidad del metro toscano, basado casi siempre en la utilización de dos, o excepcionalmente, tres tipos diferentes de endecasílabo, y todo ello en una producción poética muchas veces con una considerable extensión. Este fenómeno no deja de ser reseñable, máxime cuando la base rítmica del mismo es tan rica. Se pueden observar los versos endecasílabos con acentuación en 2ª, 6ª y 10ª, y los de 3ª, 6ª y 10ª, como los más frecuentes, pasando prácticamente inadvertidos los de acentuación en 4ª, 8ª y 10ª, o el dactílico con acentuación en 1ª, 6ª y 10ª, entre otros de uso aún más infrecuente.

En este mismo trance recordaba la escasez de tratados métricos de una época poéticamente fecundísima, resaltada incluso por algunos autores como de gran pobreza ideológica: este fue nuestro siglo de oro.(7) Por contraste, las retóricas eran numerosas y siempre bajo el auspicio de nombres verdaderamente relevantes, cuando no de notable y muy fidedigna alcurnia: Fray Luis de Granada, el Brocense, Fox Morcillo, Matamoros, Vives... entre otros; y así que, los que trataron este arte (el métrico, digo) lo hicieron, de forma incidental, como Cascales y Pinciano, y siempre por el contacto que tuviera con aspectos generales de especulación referentes a la estética. Hay quien opina que quizá la métrica debiera ser estudiada como parte integrante de la Retórica(8). De cualquier modo parecía en aquel momento no encontrarse relevo al «Arte de trovar» de Juan de la Enzina, no existiendo un verdadero corpus doctrinal, y todo esto hasta la aparición de «El Arte Poética en Romance Castellano», de Sánchez de Lima. Así mismo se extrañaba Rengifo, cuando decía en su introducción y dedicatoria al conde Monterrey, de su «Arte Poética Española»(9): «Quan raros son los que enseñan, o saben científicamente el artificio Poético». Se lamenta todavía la pérdida del  «Arte Poética» de Herrera o de Antonio de la Cueva, pero lo que interesa reseñar es que, frente a la escasez de tratados, y a pesar de dicha ausencia, como constatara Menéndez Pelayo, en aquellos gloriosos momentos de nuestra literatura, sin duda «dominaba la enseñanza del ejemplo mucho más que la teoría»(10).

Notas.-

(1) Bello, A.: Ortología y Métrica: Opúsculos Gramaticales, Obras completas, Madrid, 1890;  Maury, J.M. : Carta a Salvá, Gramática de la Lengua Castellana, Valencia, 1837

(2) Robles Dégano: Ortología de la lengua castellana, Madrid, 1905.
(3) Menéndez Pidal, R.: La primitiva poesía lírica española, Madrid, 1919.
(4) Alonso, D.: Estudios y Ensayos Gongorinos: Gredos, Madrid, 1955.
(5) Diez Echarri, E.: Teorías Métricas del Siglo de Oro, C.S.I.C, Burgos, 1970.
(6) Acuyo, F.: soneto del libro, Mal de Lujo, Ediciones Caroal, Madrid, 1998.
(7)  Diez Echarri, E.:Ver nota 5.
(8) Carvajal, A.: De métrica expresiva frente a métrica mecánica, Universidad de Granada, Granada, 1995.
(9) Díez Rengifo, J.: Arte Poética Española, Ed.Facs, Madrid, 1977.
(10) Menéndez Pelayo, M.: Historia de las ideas estéticas en España, C.S.I.C,  Madrid, 1944.





De la métrica celeste: epítome, consideraciones y breve historia del verso endecasílabo 1, Francisco Acuyo

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